—No seas tonto. No me vas a
comer. Sólo tienes que darme un mordisco muy pequeñito para aprobar el examen.
A la mañana siguiente, Martín se presentó al examen. Sacó una matrícula de honor y el profesor le felicitó personalmente.
A Martín le encantó esto de que se le concedieran los deseos. Siempre había algo realmente importante que Martín necesitaba tooodos los días. Se comía un trocido de la patata mágica y el deseo se hacía realidad.
Al final sólo quedaba un trocito muy pequeñito de Crispy y Martín necesitaba algo más.
—Por favor, por favor. ¡No me comas! —suplicó la patata mágica.
—Ya no me importas más, quiero la moto.
Y se comió a Crispy.
— ¡Ñam, ñam, ñam! ¡Qué buena que estaba!
FIN