Solo podían esperar que alguien se apiadara de ellos y los tratara como merecían. ¡Bien, Burgos

Solo podían esperar que alguien se apiadara de ellos y los tratara como merecían. ¡Bien encuadrados, todavía, pero taladrados...!

Mari, la mamá del pequeño no lo permitiría de ninguna manera, ellos estaban seguros de eso. La conocían para saber que si no se quedaban bien instalados, volverían de nuevo a casa.
Sabían que les tenía mucho cariño y que no permitiría que unos planes tan perversos se llevasen a cabo.
Así lo pudieron comprobar las mascotas viajeras el día de regreso a casa. Casi todos los que habían ido a Galicia, volvían a su punto de origen. todos menos los cuatro cangrejos que se quedaron suspirando por su querido río, aunque sabían que una vez muertos ya no tendrían futuro.
A lo mas, acabar siendo degustados en los mejores restaurantes de Burgos, o en casas humildes.
Y los Gigantillos, también que se quedaron muy animosos en su nuevo ambiente, con nuevos amigos y bien tratados.
Con alegría y bullicio contarían tantas historias a sus nuevos propietarios para ilustrarles en las canciones de Burgos.