Hola Ángel:
esto es muy típico de los tiempos antiguos. Pero en cada lugar podía ser distinto. En Luzón, en el mismo río; en Ciruelos había un lavadero, pero agua en las casas para lo menudo; y en mi pueblo, Ablanque, dos lavaderos. Uno, a la entrada del pueblo, y otro a la salida. Llegó el agua a las casas de mi pueblo, menos a la de mi
abuela, y entonces yo pude elegir todavía otra forma de lavar: solo aclarar pues lavaba en casa con una lavadora casi manual. En las fuentes públicas del mismo pueblo, para que el agua corriera hasta la plaza iba a aclarar la ropa ya lavada en casa. Es un gran placer lavar en un lavadero, que me gustaba, pero también me gustaba aclarar en una fuente y quise hacer un acto reivindicativo frente a las gentes de mi pueblo, que todavía se extrañaban que lavara en la primera fuente del pueblo, que me venía mas a mano; y cuando les explicaba el por qué lo hacía, se marchaban, y ya no me lo decían mas veces, pues se habían enterado bien de los motivos que tenía yo para hacerlo así. Así visto, les daba vergüenza que a una vecina la hubieran tratado tan mal, negándole el agua y habiendo sido vecina siempre. Porque si no hubiera sido vecina, tampoco hubiera tenido opción a lavar en un lavadero cercano, y éste si lo había.
Lavando, yo disfrutaba en cualquier sitio. El lavadero que me pertenecía me encantaba,. Y solía visitarlo también si quería extasiarme en la contemplación del agua, que en
verano, refresca mucho y el calor se combatía bien de esta manera. Incluso solía encontrarme tréboles de cuatro hojas ahí que guardaba entre mis
libros o mis cuadernos. Y eso no quitaba para que supieran algunos qué habían hecho. A mi abuela le alegraba mucho tener una nieta tan contestataria y defensora de sus derechos. Aún así, seguía sin agua en casa pero ellos se enteraban de mis razones para lavar en la primera fuente del pueblo. Es mi lema desde entonces, no se podrá remediar algo, pero se sabrá y quedará constancia del hecho.
FOTO: La resina de los pinos