LOS LIMONES Y LAS CIRUELAS VERDES
El jugo del limón, lo acabo de utilizar para mis alcachofas es estupendo. No permite el proceso de oxidación y las deja blancas y relucientes y encima se agrega al caldo de cocción muchas vitaminas, que aunque se pierdan, alguna propiedad quedará. Quizás potencie mas las propiedades de la alcachofa en sí. Soy incapaz de tomarme el zumo de un limón, a secas, con agua sí. Pero puro, no. Porque no soy andaluza, a mi lo que me van son las ciruelas verdes; y las
dulces, también. Pero adoro las ciruelas cuando están en leche y no tienen pita; cuando ya tienen la pita formada, pero está blanda. Cuando la pita está dura y la ciruela es agraz. Que cuando lo digo pone los pelos de punta a la gente. ¿Pero cómo puedes
comer eso? Pues porque las he comido desde que tenía uso de razón, compartidas con mis compañeras de
juegos, que también las comían; y nos gustaban a rabiar. Más que la comida que me ponían en casa con tanto esmero al ser una niña tan esmirriada. Las patatas fritas con mahonesa, las llegué a odiar porque el cocido no lo comía de ninguna manera, ni las migas casi. Bueno, a mi me gustaban las migas con uvas, pero en cuanto veía el dicho tocino me paraba en seco. Y las gachas me daban un asco solo de verlas que ni las podía probar. Me podía pasar horas delante de unas judías, y dejarlas. Pero las ciruelas y los tallos de rosales silvestres,
me encantaban y me encantan todavía. Y las judías rojas también ahora, pero solas, y sin tocino ni chorizo.
Ciruelas verdes con sal y vinagre (a eso ya no he vuelto, pero eran una delicia) que te hacía estremecer hasta el último vello del cuerpo. Unas salvajes yo creo que éramos las chicas de Ciruelos del Pinar. Y casi volábamos de árbol en árbol y de flor en flor. Y volvíamos con las piernas llenas de arañazos y ortigadas pero como lo hacíamos por gusto no nos quejábamos pues entonces sabíamos que nos lo prohibirían para no vernos rabiar. Sarna con gusto no pica, no teníamos asimilado muy bien.
Cada estación nos traía una delicia a nosotras, las ciruelas verdes en
primavera, las ciruelas dulces en el
verano, y las moras en otoño. Decir que las ciruelas eran claudias. Y esas ciruelas las sigo teniendo en Rabé, y con el sol que reciben se vuelven al final rojizas. Todo en ese huerto mío alcanza ese tono.
A estas alturas ya voy haciendo muchas catas de ciruelas que alterno con cerezas, que no las puedo dejar madurar porque si no comería ninguna y es que Rabé, como todos los campos, están poblados de tordos. Y los que no son tordos, también. Por eso me tengo que espabilar pero todavía no he dado con la solución perfecta. He probado las redes, que acaban rompiéndose; he probado la química, que si llueve se diluye; los cedés, en mi huerto, se que no funcionarían. Y ahora me queda por probar otro método. Las arenques. Pero cuando compruebe su eficacia lo diré. Porque ahora en el mercado, a estas alturas ya no hay arenques. Si sardinas frescas, que ya las tengo en sal, pero para cuando las quiera poner en los árboles, ya no habrá cerezas. Es que lo sé porque conozco bien a los tordos.
En mi pueblo se comen las guindas, no dejan una, a poco que te descuides. Pero estos tordos, que son más finos, porque hay aquí cerezas (y encima son de Covarrubias) las huelen y se las comen sin madurar. Y estas, ya digo, si pudieran madurar en el árbol serían super rojas, porque todos los frutos de mi huerto lo son. Hasta las ciruelas, que toman unas tonalidades espectaculares. No se si es que acerté con una claudia especial pero así son de fantásticas ellas. Además los tordos no se acercan a las ciruelas, no les gustan lo más mínimo.
Y todo esto viene a cuento de lo buena que es la libertad, porque si nos callábamos las molestias que teníamos al corretear por el campo era porque la libertad nos resarcía de todo. Y tampoco éramos tontas, ya procurábamos salir lo mejor paradas y volver con los menos arañazos posibles.
Pero la libertad qué grande era. Y esa libertad hoy la hago respirar en el Paseo de la Isla como aviso y freno a los
políticos que he visto muy de cerca y están a salto de mata a quitárnosla a nada que nos descuidemos.
Quizás sea porque buscan proteger a sus retoños, pero lo que el pueblo no puede permitir es que al final esos retoños se conviertan en boababs gigantes, inexpugnables y nos intenten asfixiar. Como ya nos pasó en el pasado ¿A santo de qué van a poder las malas hierbas a las buenas? Ni me callé en el pasado, ni me callaré en el presente, ni en el futuro. Así me maten. Como me decía a mi una tía mía,” tu ni debajo del agua te callas”. Pues si, sigo igual y mas como crea que tenga razón y encima no me den ningún argumento en contra para demostrarme que me estoy equivocando.
¿Tiene un poeta que pedir permiso para expresar lo que siente? ¿Y por qué se le niega la palabra en su propio pueblo?
Pues espero que el nuevo presidente de la Diputación tome nota de esos fallos. Si el pueblo no es libre, no puede crear. Lo mío será un añadido o un residuo, pero un poeta o un artista sin libertad o no crea, o se va a otro sitio donde se lo permitan. Y ya digo que lo mío es muy de andar por casa pero aquí todavía no se ha desarrollado la cultura por muchas razones; y si a la menor flor que sale le cortan la cabeza, ya me dirán que va a florecer aquí. La ruina, como hasta ahora.
Pero que se sepa para que se tome nota. Porque una cosa es predicar y otra muy distinta dar trigo. ¿Quieren participación ciudadana o no? Si es mentira no lo digan, y si es verdad acepten críticas.
Yo sé que no se está preparado porque esto aquí nunca se había dado, nadie habló jamás de lo que se pensaba y a lo mejor por eso. Pero yo no estoy dispuesta a rumiarlo porque no es bueno. Se puede enfermar o envejecer prematuramente y cuanto mas saquemos nuestras inquietudes por los buenos cauces mejor para todo el mundo, incluido los pueblos, tan necesitados de afecto, y no de saqueo continuo, como le pasa al mío.