Las patatas se miraron unas a otras y no daban crédito a sus ojos. Era ella, aquella con la que compartieron unas escasas horas, y a la que creyeron su igual. Porque, se sorprendieron, realmente eran iguales unas a otras, dentro de sus diferencias. Algunas se examinaron y también tenían lunares, irregularidades propias de patatas, pero en esencia eran solo eso, patatas.
El humano que portaba el altavoz entre las patatas se fue abriendo paso hasta llegar a la patata fugitiva. Una vez allí la alzó y la envolvió en una mantita especial que llevaba para el caso.
Las patatas no podían comprender que Blanca prefiriera ser una de ellas antes que ser proclamada reina. ¡Ni que el destino que las esperaba a ellas fuese el no va mas! Ir a Burgos, y ser entregadas a cada una a su mas disparatada suerte o desgracia. Los cuchillos pelarían sus pieles, los palillos pincharían sus cuerpos o serían arrojadas a la basura, una vez hecha la entrega en la plaza.
¡Esta patata no sabe ni lo que dice!, pensaban, y se decían unas a otras.
El humano que portaba el altavoz entre las patatas se fue abriendo paso hasta llegar a la patata fugitiva. Una vez allí la alzó y la envolvió en una mantita especial que llevaba para el caso.
Las patatas no podían comprender que Blanca prefiriera ser una de ellas antes que ser proclamada reina. ¡Ni que el destino que las esperaba a ellas fuese el no va mas! Ir a Burgos, y ser entregadas a cada una a su mas disparatada suerte o desgracia. Los cuchillos pelarían sus pieles, los palillos pincharían sus cuerpos o serían arrojadas a la basura, una vez hecha la entrega en la plaza.
¡Esta patata no sabe ni lo que dice!, pensaban, y se decían unas a otras.