Los incas que fueron un pueblo sabio sin escritura, la cultivaban a tres mil metros de altitud, junto al cielo, e incluso habían desarrollado un procedimiento para liofilizarlas mucho antes de que se inventara la liofilización moderna. Las congelaban enterrándolas en la nieve por la noche y después las mujeres las pisaban al sol del mediodía durante varias jornadas, hasta que les extraían todo el agua y quedaban secas. De ese modo podían conservarlas en perfecto estado largo tiempo. En América se conocen desde hace más de diez mil años.