PROSIGUE EL PREGONERO FERNANDO GONZÁLEZ URBANEJA...

Irlandeses y alemanes fueron luego seducidos y alimentados por la patata, tanto que convirtieron al tubérculo en su alimento fundamental. Porque la patata es continental y mesetaria, no mediterránea. Entra en la dieta mediterránea a completar, para ilustrar mejor. Y como todo exceso daña, de acuerdo con los clásicos castellanos, los desastres en las cosechas de patata mediados los siglos XVIII y XIX en países como Irlanda llevaron la hambruna y la muerte a ese país. Dicen que hasta un millón de irlandeses (cifra que creo muy exagerada) murieron en aquella tragedia y que buena parte de la expansión norteamericana de mediado el XIX se basó en el empuje de los emigrantes irlandeses que huyeron del hambre en busca de la tierra promedida.

No me resisto a recordar en este punto uno de los textos más irónicos de la literatura. Lo escribió un irlandés britanizado, Jonathan Swift, y es la más ácida crítica a la desconfianza y al pesimismo acerca de los recursos del talento y la creatividad de los humanos. Swift escribió en 1729 cuando la patata era un alimento de creciente importancia para los irlandeses. La humilde proposición de Swift cuyo resumen les hago evitó seguidores merced a la patata que dio a esos irlandeses suficientes hidratos de carbono y proteínas para sobrevivir.

Y el repaso histórico nos lleva a un francés, ilustrado, sabio, farmaceútico y militar, Antoine Auguste Parmentier que aprendió de los alemanes las virtudes de la patata a finales del XVIII y escribió un famoso "Tratado sobre el uso y el cultivo de la patata". Tanto impacto causó que hasta el Rey Luis XVI se interesó por la propuesta, aprobó que e plantaran patatas en París e incluso hizo que la guardia real custodiara el campo para evitar robos. Y tanto asombro causó a los parisinos que no resistieron la tentación de hurtar los vigilados tubérculos. "Cada ladrón un prosélito, un consumidor" dicen que concluyó Parmentier convertido así además de gastrónomo en apóstol del marketing.

PROSIGUE EL PREGONERO FERNANDO GONZÁLEZ URBANEJA

Pero no debo aburrirles con historias y sucedidos; quiero llamarles la atención sobre el hecho de que existen pocos alimentos tan democráticos, tan populares, tan generosos, como la patata. Vale con todas las salsas, mejora todos los platos y luce en todas las mesas.

En el más selecto menú de Juan Mari Arzac aparecen patatas rellenas de trufa y en el más modesto plato del día del bar más económico no pueden faltar las albóndigas con patatas. La patata tiene papel en cualquier obra, entra en escena antes o después pero siempre con notariedad..

El gran cocinero francés Paul Bocuse cuando probó las patatas riojanas, por cierto que las patatas llamadas burgalesas nada tienen que envidiarlas, comentó: ¿Para qué quieren ustedes nueva cocina si tienen este plato? Pues bien el tal Bocuse, en su "cocina del mercado" se refiere a treinta maneras diferentes de cocinarlas (fritas ponf Neuf, cerilla, paja, chips, soufflé, inglesas, duquesa, al grates, a la crema, asadas al horno, mousseline,...) a pesar de que los franceses no son expertos en patatas. Solo la leche, el arroz y el aceite pueden competir en versatilidad y aprovechamiento.

La patata sirve para el aperitivo, para el primer plato, para el principal y para el postre. Para el desayuno y la cena. De la patata se aprovecha todo, es generosa y poco caprichosa, exige ciertos cuidados pero siempre poco costosos, cuidados de afecto y mimo mas que de alto coste. La patata es de pobres, pero no falta en el más exigente menú o la más exquisita despensa y cocina.