Buenos días Enrique:
me crié en plena naturaleza que tenía un lado negativo pero los niños, y el tiempo que me tocó vivir en ella cuando tenía la edad perfecta, me alertaron de muchos peligros pero me descubrieron muchas sorpresas en pleno campo.
Y me sentaba muy bien estar al aire libre y cuando no podía estar en mi tierra enfermaba. Así que siempre asocié naturaleza, salud, vida y alegría. Que las tristezas y las penas eran menos o se podían disolver si no me faltaba la brisa del pinar.
Y a partir de ahí, te das cuenta, y mas si vives en un pueblo, que la naturaleza siempre es generadora de bienestar físico y mental. Por eso he procurado vivir con los ojos puestos en lo que ella nos ofrece y nos enseña. Que es muy sabia si la sabemos escuchar.
En otro pueblo que no era el mío, que tenía pinar y campos de cereales, nos lo pasábamos de cine subiéndonos a los fardos de paja de niños, y metiéndonos entre los montones de grano y nadábamos. Y la suerte me acompañaba porque no era alérgica al heno, que tenía una prima que solo respirar el polvillo se ponía llena de habones. Pues si se hubiera metido en los montones de trigo como hacíamos allí, ni te cuento como se hubiera puesto la madrileña. Y los que no éramos alérgicos si podíamos disfrutar mas aunque a veces nos llamaban paletos por ser de pueblo. Y nos decían, "niña, espabila que estamos en Madrid" y todavía no sabía lo bueno que era ser de pueblo serrano como los míos.
Estudié que había maravillas en el Camino de Santiago en mis estudios de bachillerato y se ve que me vine aquí a conocerlos "in situ", de lo que me alegro enormemente aunque no niego que hubo un tiempo en que pensé que me había equivocado de camino. Pero si el mío fue el del Cid y le tengo ahí a un paso, y encima el de Santiago de regalo. No puedo pedir mas. Ahora sé que son las coordenadas perfectas para mi destino.
me crié en plena naturaleza que tenía un lado negativo pero los niños, y el tiempo que me tocó vivir en ella cuando tenía la edad perfecta, me alertaron de muchos peligros pero me descubrieron muchas sorpresas en pleno campo.
Y me sentaba muy bien estar al aire libre y cuando no podía estar en mi tierra enfermaba. Así que siempre asocié naturaleza, salud, vida y alegría. Que las tristezas y las penas eran menos o se podían disolver si no me faltaba la brisa del pinar.
Y a partir de ahí, te das cuenta, y mas si vives en un pueblo, que la naturaleza siempre es generadora de bienestar físico y mental. Por eso he procurado vivir con los ojos puestos en lo que ella nos ofrece y nos enseña. Que es muy sabia si la sabemos escuchar.
En otro pueblo que no era el mío, que tenía pinar y campos de cereales, nos lo pasábamos de cine subiéndonos a los fardos de paja de niños, y metiéndonos entre los montones de grano y nadábamos. Y la suerte me acompañaba porque no era alérgica al heno, que tenía una prima que solo respirar el polvillo se ponía llena de habones. Pues si se hubiera metido en los montones de trigo como hacíamos allí, ni te cuento como se hubiera puesto la madrileña. Y los que no éramos alérgicos si podíamos disfrutar mas aunque a veces nos llamaban paletos por ser de pueblo. Y nos decían, "niña, espabila que estamos en Madrid" y todavía no sabía lo bueno que era ser de pueblo serrano como los míos.
Estudié que había maravillas en el Camino de Santiago en mis estudios de bachillerato y se ve que me vine aquí a conocerlos "in situ", de lo que me alegro enormemente aunque no niego que hubo un tiempo en que pensé que me había equivocado de camino. Pero si el mío fue el del Cid y le tengo ahí a un paso, y encima el de Santiago de regalo. No puedo pedir mas. Ahora sé que son las coordenadas perfectas para mi destino.