Se sentían raros aunque en realidad eran los mismos de siempre, y eso que su volumen había quedado un tanto reducido a dos impresiones pictóricas en dos baldosas gemelas con sus retratos.
Lo que mas le gustaba de toda aquella aventura a la Gigantilla era que por fin vería cumplidos sus sueños de ver el mar, el inmenso mar abierto o la ría ferrolana recogida y recoleta.
Oír la bravura de las olas despeñándose contra las rocas y dorarse en los enormes arenales.
Pero sobre todo, lo mas acuciante para ella era alejarse de las miradas y de las murmuraciones que tanto le atacaban los nervios en Burgos en los últimos tiempos. Aunque no supiera con quien se las tendría que ver una vez llegase al nuevo destino.
Lo que mas le gustaba de toda aquella aventura a la Gigantilla era que por fin vería cumplidos sus sueños de ver el mar, el inmenso mar abierto o la ría ferrolana recogida y recoleta.
Oír la bravura de las olas despeñándose contra las rocas y dorarse en los enormes arenales.
Pero sobre todo, lo mas acuciante para ella era alejarse de las miradas y de las murmuraciones que tanto le atacaban los nervios en Burgos en los últimos tiempos. Aunque no supiera con quien se las tendría que ver una vez llegase al nuevo destino.
A pesar de la contundencia de sus formas y el poder de su autoridad, que era ignorada por los personajillos que viajaban en el mismo vehículo;, todavía despertaban más hilaridad a los oídos de los muñecos del muchacho, que los propios cangrejos; a los que dejaron tranquilos dándoles un respiro, para oír el monólogo del Gigantillo, y así enterarse de todo lo que decía el ilustre alcalde de Burgos, Don Gigantillo a su esposa, la Gigantilla.
Asterix, Obelix e Idefix, en otra de sus escapadas a Burgos aprovechando las horas de siesta de su pequeño dueño, habían aprendido un trozo de una canción que no les sonaba de nada y nada entendieron aquel día.
Pero ahora, ataron cabos y vieron que el azar había dado una luz inusitada al tema que aquel día desconocían por completo y que no sabían bien, ni el motivo de la canción, ni a quien se refería.
Y hoy el destino se lo había puesto en bandeja de plata. la canción que recordaban, y los personajes que estaban contando su vida, santo y señas.
Se partían el eje solo de tararear la cancioncilla:
"La Gigantilla madre,
ha roto su nariz,
y dicen que le cuesta
mil y un maraverís.
Mira que tiene peso
la señora alcaldesa
no se quebró una pierna
ni un brazo tan siquiera.
En el baile se ha roto
su singular nariz
por dar mas de mil vueltas
a un adoquín de clik.
Si quieres que te quiera
dame doblones, dame doblones,
que es moneda que alegra
los corazones, los corazones.
Al pasar el trébole,
el trébol, el trébole
al pasar el trébole
la noche de San Juan.
Al pasar el trébole,
el trébole, el trébole,
al pasar el trébole
los mis amores van. "
Estaban impacientes por ver las caras de los Gigantillos de Burgos de los que solo conocían hasta ahora el testimonio y la voz del Gigantillo. Por su voz, le imaginaban algo regordete y no plano como era su nueva configuración, que más tarde les sorprenderían también.
Asterix, Obelix e Idefix, en otra de sus escapadas a Burgos aprovechando las horas de siesta de su pequeño dueño, habían aprendido un trozo de una canción que no les sonaba de nada y nada entendieron aquel día.
Pero ahora, ataron cabos y vieron que el azar había dado una luz inusitada al tema que aquel día desconocían por completo y que no sabían bien, ni el motivo de la canción, ni a quien se refería.
Y hoy el destino se lo había puesto en bandeja de plata. la canción que recordaban, y los personajes que estaban contando su vida, santo y señas.
Se partían el eje solo de tararear la cancioncilla:
"La Gigantilla madre,
ha roto su nariz,
y dicen que le cuesta
mil y un maraverís.
Mira que tiene peso
la señora alcaldesa
no se quebró una pierna
ni un brazo tan siquiera.
En el baile se ha roto
su singular nariz
por dar mas de mil vueltas
a un adoquín de clik.
Si quieres que te quiera
dame doblones, dame doblones,
que es moneda que alegra
los corazones, los corazones.
Al pasar el trébole,
el trébol, el trébole
al pasar el trébole
la noche de San Juan.
Al pasar el trébole,
el trébole, el trébole,
al pasar el trébole
los mis amores van. "
Estaban impacientes por ver las caras de los Gigantillos de Burgos de los que solo conocían hasta ahora el testimonio y la voz del Gigantillo. Por su voz, le imaginaban algo regordete y no plano como era su nueva configuración, que más tarde les sorprenderían también.