SUPUESTO NÚMERO CUATRO.
Ante mi negativa a abandonar el local, llamaron a la Guardia Civil para que me dasalojara.
Y todos estuvimos esperando un buen rato. En la espera, nos hicimos amigos, vieron que no era comprometida mi presencia y volvieron a llamar para que los agentes no se presentaran.
Comenzaron a departir y yo apunté todo lo que ellos decían.
Al final, quedaron, que la próxima vez que se reunieran, me llamarían, pues mi buen estar les había convencido de lo bueno que es tener a la prensa de su parte.
Ante mi negativa a abandonar el local, llamaron a la Guardia Civil para que me dasalojara.
Y todos estuvimos esperando un buen rato. En la espera, nos hicimos amigos, vieron que no era comprometida mi presencia y volvieron a llamar para que los agentes no se presentaran.
Comenzaron a departir y yo apunté todo lo que ellos decían.
Al final, quedaron, que la próxima vez que se reunieran, me llamarían, pues mi buen estar les había convencido de lo bueno que es tener a la prensa de su parte.
SUPUESTO NÚMERO CINCO
Cuando vieron que me quedaba tranquilamente y no me movía. Uno de ellos llamó a la Guardia Civil.
Yo tan tranquila pero notaba cómo sus miradas trataban de asesinarme.
-Váyase, que esto puede ser muy desagradable.
- No, espero, que tengo muy buenos amigos dentro de la benemérita. ¡No problem!
Y para mi: ¡se van a quedar a cuadros pues los de Buniel me conocen todos!
Llegan los agentes, y nada más entrar, me saludan:
- ¿Qué ocurre señora juez?
- No, si es que estos señores os han llamado porque consideran que no soy de fiar. Háblenles de mi, caballeros.
- ¿Pero hombres de poca fe, como se les ocurre recelar de esta señora tan servicial?
Lo dicho se quedaron a cuadros, a rayas, y a círculos concéntricos.
Cuando vieron que me quedaba tranquilamente y no me movía. Uno de ellos llamó a la Guardia Civil.
Yo tan tranquila pero notaba cómo sus miradas trataban de asesinarme.
-Váyase, que esto puede ser muy desagradable.
- No, espero, que tengo muy buenos amigos dentro de la benemérita. ¡No problem!
Y para mi: ¡se van a quedar a cuadros pues los de Buniel me conocen todos!
Llegan los agentes, y nada más entrar, me saludan:
- ¿Qué ocurre señora juez?
- No, si es que estos señores os han llamado porque consideran que no soy de fiar. Háblenles de mi, caballeros.
- ¿Pero hombres de poca fe, como se les ocurre recelar de esta señora tan servicial?
Lo dicho se quedaron a cuadros, a rayas, y a círculos concéntricos.
SUPUESTO NÚMERO SEIS
Ante mi insistencia en quedarme, y viendo que lo de llamar a la Guardia Civil, era tan solo una forma de amedrentarme, que no había surtido efecto en mi; todavía se pusieron más insolentes conmigo.
Entonces, la mujer, que era muy educada y sabía muy bien como tratarlos cuando a ellos les venía el arrebato; me guiñó un ojo, y me invitó a tomar un refresco en uno de los bares de la localidad. Fue listísima pues yo ya me estaba sintiendo algo incómoda.
Total, que nos fuimos y allí los dejamos con los asuntos de todos, que ellos se los apropiaron para sí mismos; y no se sabe ni se sabrá nunca con qué motivo.
El de ocultar, como siempre, pues conociendo una el percal, la deducción es simple, mi querido Watson.
Nosotras decidimos pasar de ellos y después nos fuimos de paseo a la balsa de regadío; mas le dije que con aquellas ropas tan finas no intentase hacer lo mismo que yo; que no merecía la pena, pues tenía todas las fotos ya hechas.
De vuelta a casa, por el camino del castro encontré los guantes rosas que un día perdí en mis pesquisas. Y como estaban embarrados, los recogí en una bolsa con intención de tirarlos en el primer contenedor que encontrase; antes de llegar a la plaza porque había muchos distribuidos por el pueblo.
Total ya tenía otros, esta vez azules que hacían juego con la bufanda multicolor y el gorrito azul marino. Ya, el rosa, ¿para qué si los colores se pueden adaptar según más te convenga?.
Ante mi insistencia en quedarme, y viendo que lo de llamar a la Guardia Civil, era tan solo una forma de amedrentarme, que no había surtido efecto en mi; todavía se pusieron más insolentes conmigo.
Entonces, la mujer, que era muy educada y sabía muy bien como tratarlos cuando a ellos les venía el arrebato; me guiñó un ojo, y me invitó a tomar un refresco en uno de los bares de la localidad. Fue listísima pues yo ya me estaba sintiendo algo incómoda.
Total, que nos fuimos y allí los dejamos con los asuntos de todos, que ellos se los apropiaron para sí mismos; y no se sabe ni se sabrá nunca con qué motivo.
El de ocultar, como siempre, pues conociendo una el percal, la deducción es simple, mi querido Watson.
Nosotras decidimos pasar de ellos y después nos fuimos de paseo a la balsa de regadío; mas le dije que con aquellas ropas tan finas no intentase hacer lo mismo que yo; que no merecía la pena, pues tenía todas las fotos ya hechas.
De vuelta a casa, por el camino del castro encontré los guantes rosas que un día perdí en mis pesquisas. Y como estaban embarrados, los recogí en una bolsa con intención de tirarlos en el primer contenedor que encontrase; antes de llegar a la plaza porque había muchos distribuidos por el pueblo.
Total ya tenía otros, esta vez azules que hacían juego con la bufanda multicolor y el gorrito azul marino. Ya, el rosa, ¿para qué si los colores se pueden adaptar según más te convenga?.