CIRUELOS DEL PINAR Y MARANCHÓN - PUEBLOS DE LA RUTA DEL CID
Todos juntos cantando en la plaza, jugando al balón prisionero, a los telegramas, a los esqueletos, a los monstruos marinos, a policías y ladrones y a las estatuas de sal, entre otros mil juegos. Niños mitad relojes de cuerda y mitad narradores de cuentos y noticias espeluznantes.
He procurado retener aquellos momentos en mis poesías para que esos recuerdos no se terminen nunca.
Por esos pinares caminábamos en busca de aventuras, de descanso; merendábamos y acompañábamos a nuestros padres mientras trabajaban en tan noble oficio, en las tardes de verano. El tiempo se estiraba y daba mucho de sí.
Por esos pinares anduvo el Lute asustando y deleitando a los atentos oyentes las fechorías que referían los cuentistas. Otras veces, era el hombre del saco o los catalanes que descuartizaban a inocentes criadas a las que antes narcotizaban con leche caliente.
Era impactante que alguien te tocase en el hombro para decirte que ya era tardísimo y que ya estaba bien de tantos cuentos. En ese instante hubieras jurado que se trataba del mismísimo "hombre del saco", que quería atraparte para siempre, dado el realismo del relato.
Todos juntos cantando en la plaza, jugando al balón prisionero, a los telegramas, a los esqueletos, a los monstruos marinos, a policías y ladrones y a las estatuas de sal, entre otros mil juegos. Niños mitad relojes de cuerda y mitad narradores de cuentos y noticias espeluznantes.
He procurado retener aquellos momentos en mis poesías para que esos recuerdos no se terminen nunca.
Por esos pinares caminábamos en busca de aventuras, de descanso; merendábamos y acompañábamos a nuestros padres mientras trabajaban en tan noble oficio, en las tardes de verano. El tiempo se estiraba y daba mucho de sí.
Por esos pinares anduvo el Lute asustando y deleitando a los atentos oyentes las fechorías que referían los cuentistas. Otras veces, era el hombre del saco o los catalanes que descuartizaban a inocentes criadas a las que antes narcotizaban con leche caliente.
Era impactante que alguien te tocase en el hombro para decirte que ya era tardísimo y que ya estaba bien de tantos cuentos. En ese instante hubieras jurado que se trataba del mismísimo "hombre del saco", que quería atraparte para siempre, dado el realismo del relato.