Una mañana iba hacia el
trabajo, y en el mismo metro se subió un enano que se sentó a mi lado; después de unos minutos, en una de las paradas el conductor freno sin demasiado cuidado, y el enano se resbalo del asiento.
Entonces lo agarré del brazo y lo volví a sentar en su lugar.
En la siguiente parada, el enano se resbaló de nuevo y conseguí ayudarlo otra vez.
Unos minutos más tardes el enano volvió a resbalar por tercera vez, ya lo agarré con fuerza y enfadado le dije. Sujétate bien, pues no voy a estar agarrandote todo el trayecto.
A lo que el enano me contesta; ¿Por qué no vas a agarrar a tú madre? ¡Hace tres paradas que intento bajarme y tú no me dejas!