Cuando Dios creó el mundo, pensó poner nombre a todo lo que creaba entre otras cosas a los animales:
Al caballo le dijo, a ti, te llamaré caballo.
Y a ti, burro.
Y tú serás, gallina.
Y tú, cabra.
Y así siguió con todos los animales; cuando hubo terminado, se acerco el burro y le preguntó.
Señor. ¿Cómo dijiste que me llamaba yo?
Y Dios le contestó
Burro.
A los pocos minutos volvió a preguntarle.
¿Cómo me llamo?
y Dios volvió a contestarle.
Burro.
Así volvió a preguntarle varias veces más.
¿Cómo me llamaba?
Al final es Señor. Cansado le contesto.
Burro, idiota.
¡Vaya, ahora que me estaba aprendiendo el nombre, me lo complicas con el apellido!
Al caballo le dijo, a ti, te llamaré caballo.
Y a ti, burro.
Y tú serás, gallina.
Y tú, cabra.
Y así siguió con todos los animales; cuando hubo terminado, se acerco el burro y le preguntó.
Señor. ¿Cómo dijiste que me llamaba yo?
Y Dios le contestó
Burro.
A los pocos minutos volvió a preguntarle.
¿Cómo me llamo?
y Dios volvió a contestarle.
Burro.
Así volvió a preguntarle varias veces más.
¿Cómo me llamaba?
Al final es Señor. Cansado le contesto.
Burro, idiota.
¡Vaya, ahora que me estaba aprendiendo el nombre, me lo complicas con el apellido!