¡Que razon tienes! Isabel San Sebastian
El auge del populismo liberticida es culpa suya, al igual que la brecha de resentimiento abierta en los muros de nuestra democracia, el rechazo de nuestros mejores jóvenes a todo lo relacionado con la política o la indignación convertida en ira que amenaza con devenir en suicidio. Culpa de los ladrones, sus cómplices y quienes han mirado hacia otro lado. En términos partidistas, el PP y el PSOE, sin olvidar a CiU en Cataluña. Ellos han partido, ellos han repartido y ellos se han llevado por delante el honor de nuestras instituciones y nuestro sistema representativo.
Es verdad que no son corruptos todos los que están en la vida pública. No es menos cierto que tampoco todos los corruptos están ni estarán nunca en manos de una justicia independiente, entre otras cosas porque ya se han preocupado los dos partidos mayoritarios de controlar tanto la Fiscalía como los tribunales llamados a juzgarles. Ellos son parte y quieren ser juez.
Han ordeñado la vaca hasta dejarla famélica, ideando un sinfín de procedimientos para esquilmar al contribuyente. Porque esta orgía de comisiones ilegales, cursos de formación amañados, eres fraudulentos, adjudicaciones a dedo, empresas públicas cuya verdadera actividad era la canalización de fondos hacia sus bolsillos y los de sus organizaciones, obras faraónicas, escandalosos sobreprecios y demás triquiñuelas urdidas con el fin de forrarse, la hemos pagado nosotros. Todos esos sobres que circulaban de despacho en despacho, esas bolsas de billetes que viajaban a Andorra o eran contados de mil en mil por un presidente de diputación en una grabación bochornosa, esas cuentas multimillonarias en paraísos fiscales, los hemos alimentado usted y yo con nuestros impuestos. Usted, yo y esa maestra o ese escritor sancionados por Hacienda con ferocidad implacable por percibir retribuciones insignificantes a cambio de trabajos intelectuales realizados mientras cobraban una pensión que se habían ganado a pulso cotizando toda una vida. Ellos son los defraudadores castigados sin piedad por una Agencia Tributaria que nunca tuvo a bien inspeccionar a los corruptos de verdad por ver si sus declaraciones de la renta cuadraban con su tren de vida. Ellos, usted y yo hemos sido los sospechosos. A los ladrones a gran escala, con sede en el despacho oficial, ha tenido que investigarles la Guardia Civil o la Policía.
Claro que el remedio podemita será mucho peor que la enfermedad cleptocrática. Claro que estos «apóstoles de la regeneración» apuntan maneras sumamente inquietantes en el uso y abuso del nepotismo y el recurso a métodos indecentes para financiar su formación, por no mencionar su desprecio declarado a las reglas del juego democrático. Sucede, no obstante, que de tanto ir el cántaro a la fuente del «mal menor» ha acabado por hacerse añicos antes de que las opciones genuinamente regeneradoras (UPyD, Ciudadanos, Vox) tuvieran tiempo de consolidarse. Tiempo y oportunidad. Porque los ladrones, sus cómplices y sus padrinos han puesto mucho más empeño en combatir a los de Rivera que en señalar el peligro de Iglesias.
Durante décadas han gastado muy por encima de sus posibilidades, a sabiendas. Hablo de los partidos, no de los mangantes con nombre y apellido, que también. Han orquestado campañas electorales de cinco estrellas y organizado saraos semanales por todo lo alto, sin disponer de los recursos legales necesarios. ¿Quién ha abonado las correspondientes cuentas? Nosotros, a través de múltiples mecanismos a cual más escandaloso. Ahora llega el momento de la factura política. Una vez más vamos a pagarla a escote, sin tener arte ni parte en la mercancía averiada que ha generado el sablazo
El auge del populismo liberticida es culpa suya, al igual que la brecha de resentimiento abierta en los muros de nuestra democracia, el rechazo de nuestros mejores jóvenes a todo lo relacionado con la política o la indignación convertida en ira que amenaza con devenir en suicidio. Culpa de los ladrones, sus cómplices y quienes han mirado hacia otro lado. En términos partidistas, el PP y el PSOE, sin olvidar a CiU en Cataluña. Ellos han partido, ellos han repartido y ellos se han llevado por delante el honor de nuestras instituciones y nuestro sistema representativo.
Es verdad que no son corruptos todos los que están en la vida pública. No es menos cierto que tampoco todos los corruptos están ni estarán nunca en manos de una justicia independiente, entre otras cosas porque ya se han preocupado los dos partidos mayoritarios de controlar tanto la Fiscalía como los tribunales llamados a juzgarles. Ellos son parte y quieren ser juez.
Han ordeñado la vaca hasta dejarla famélica, ideando un sinfín de procedimientos para esquilmar al contribuyente. Porque esta orgía de comisiones ilegales, cursos de formación amañados, eres fraudulentos, adjudicaciones a dedo, empresas públicas cuya verdadera actividad era la canalización de fondos hacia sus bolsillos y los de sus organizaciones, obras faraónicas, escandalosos sobreprecios y demás triquiñuelas urdidas con el fin de forrarse, la hemos pagado nosotros. Todos esos sobres que circulaban de despacho en despacho, esas bolsas de billetes que viajaban a Andorra o eran contados de mil en mil por un presidente de diputación en una grabación bochornosa, esas cuentas multimillonarias en paraísos fiscales, los hemos alimentado usted y yo con nuestros impuestos. Usted, yo y esa maestra o ese escritor sancionados por Hacienda con ferocidad implacable por percibir retribuciones insignificantes a cambio de trabajos intelectuales realizados mientras cobraban una pensión que se habían ganado a pulso cotizando toda una vida. Ellos son los defraudadores castigados sin piedad por una Agencia Tributaria que nunca tuvo a bien inspeccionar a los corruptos de verdad por ver si sus declaraciones de la renta cuadraban con su tren de vida. Ellos, usted y yo hemos sido los sospechosos. A los ladrones a gran escala, con sede en el despacho oficial, ha tenido que investigarles la Guardia Civil o la Policía.
Claro que el remedio podemita será mucho peor que la enfermedad cleptocrática. Claro que estos «apóstoles de la regeneración» apuntan maneras sumamente inquietantes en el uso y abuso del nepotismo y el recurso a métodos indecentes para financiar su formación, por no mencionar su desprecio declarado a las reglas del juego democrático. Sucede, no obstante, que de tanto ir el cántaro a la fuente del «mal menor» ha acabado por hacerse añicos antes de que las opciones genuinamente regeneradoras (UPyD, Ciudadanos, Vox) tuvieran tiempo de consolidarse. Tiempo y oportunidad. Porque los ladrones, sus cómplices y sus padrinos han puesto mucho más empeño en combatir a los de Rivera que en señalar el peligro de Iglesias.
Durante décadas han gastado muy por encima de sus posibilidades, a sabiendas. Hablo de los partidos, no de los mangantes con nombre y apellido, que también. Han orquestado campañas electorales de cinco estrellas y organizado saraos semanales por todo lo alto, sin disponer de los recursos legales necesarios. ¿Quién ha abonado las correspondientes cuentas? Nosotros, a través de múltiples mecanismos a cual más escandaloso. Ahora llega el momento de la factura política. Una vez más vamos a pagarla a escote, sin tener arte ni parte en la mercancía averiada que ha generado el sablazo