El Gobierno debe informar al detalle sobre el precio del apoyo del PNV
LUIS VENTOSO
30/04/2017 17:03h - Actualizado: 30/04/2017 17:03h.
Guardado en: Opinión
Parte del tembleque territorial de España se debe a que cada vez que hubo en La Moncloa un gobernante en minoría acabó pasando por el mostrador nacionalista para mantenerse en el poder. El Estado se fue desguazando, en un goteo de concesiones a salto de mata, sin orden ni plan y que solo atendía a la debilidad parlamentaria del González o Aznar de turno. El habitual prestamista de cabecera no era otro que el hoy desenmascarado Jordi Pujol. Pasaba entonces por reflexivo y equilibrado «hombre de Estado», cuando en realidad se centraba en otros afanes: ir minando el Estado con «estructuras de país» para una hipotética Cataluña independiente y lucrarse a título particular a costa del erario público catalán.
El recurso a muletas nacionalistas por parte de los Gobiernos centrales generó una doble perversión: el Estado consumó una discriminación que era injusta con el resto de los territorios, pero además resultó que los beneficiados respondieron a las regalías con una queja crónica y cansina, que ha ido a más, hasta que hoy algunos de los primados ya amenazan estruendosamente con la independencia.
¿Han reconocido los nacionalistas catalanes que la última financiación autonómica de Zapatero fue dictada por Mas? ¿Han escuchado alguna vez a un lehendakari en los fastos del Aberdi Eguna contando a su público que un vasco recibe el doble de financiación per cápita que la media del conjunto de los españoles? Si el País Vasco se siente agraviado, ¿cómo debe sentirse entonces Valencia, cuyos vecinos perciben un 60% menos de fondos por cabeza que los vascos, según datos de Hacienda de la pasada legislatura?
Merced a unos derechos forales dudosos en pleno siglo XXI, Navarra y el País Vasco siguen beneficiándose de un modelo fiscal enormemente ventajoso respecto al régimen común (de hecho la UE lo considera una anomalía). Todos los españoles hemos aceptado esa discriminación, respetando los discutibles motivos históricos y sobre todo en nombre del «vamos a llevarnos bien». Pero lo mínimo que deberían hacer los beneficiarios del agravio es dar las gracias, o al menos no ir de víctimas.
El PP está gobernando con gran debilidad parlamentaria. Si España fuese el país que debería ser, el otro partido de Estado, el PSOE, antepondría los intereses nacionales a las mezquindades sectarias y negociaría con el PP para sacar adelante los presupuestos sin necesidad de pasar por la ventanilla nacionalista, que por desgracia siempre ha resultado ingrata y desleal. No ha podido ser y Rajoy ha dado orden de regatear con el PNV para salvar sus cuentas (y su puesto). Los ciudadanos hemos de conocer al detalle qué se les va a dar a los nacionalistas vascos a cambio de su ayuda, de qué cantidades hablamos y si existen también concesiones políticas y cuáles son. Es decir: la transparencia elemental en una democracia avanzada. Con los precedentes que hemos padecido, resultaría lacerante que se repitiese un mercadeo entre tinieblas al estilo de los apaños de la era Pujol. No somos una sociedad infantil. Los españoles somos un pueblo soberano que tiene derecho a saber. Así que informe, señor Rajoy, cuente a la ciudadanía el contenido exacto de su oferta al PNV.
LUIS VENTOSO
30/04/2017 17:03h - Actualizado: 30/04/2017 17:03h.
Guardado en: Opinión
Parte del tembleque territorial de España se debe a que cada vez que hubo en La Moncloa un gobernante en minoría acabó pasando por el mostrador nacionalista para mantenerse en el poder. El Estado se fue desguazando, en un goteo de concesiones a salto de mata, sin orden ni plan y que solo atendía a la debilidad parlamentaria del González o Aznar de turno. El habitual prestamista de cabecera no era otro que el hoy desenmascarado Jordi Pujol. Pasaba entonces por reflexivo y equilibrado «hombre de Estado», cuando en realidad se centraba en otros afanes: ir minando el Estado con «estructuras de país» para una hipotética Cataluña independiente y lucrarse a título particular a costa del erario público catalán.
El recurso a muletas nacionalistas por parte de los Gobiernos centrales generó una doble perversión: el Estado consumó una discriminación que era injusta con el resto de los territorios, pero además resultó que los beneficiados respondieron a las regalías con una queja crónica y cansina, que ha ido a más, hasta que hoy algunos de los primados ya amenazan estruendosamente con la independencia.
¿Han reconocido los nacionalistas catalanes que la última financiación autonómica de Zapatero fue dictada por Mas? ¿Han escuchado alguna vez a un lehendakari en los fastos del Aberdi Eguna contando a su público que un vasco recibe el doble de financiación per cápita que la media del conjunto de los españoles? Si el País Vasco se siente agraviado, ¿cómo debe sentirse entonces Valencia, cuyos vecinos perciben un 60% menos de fondos por cabeza que los vascos, según datos de Hacienda de la pasada legislatura?
Merced a unos derechos forales dudosos en pleno siglo XXI, Navarra y el País Vasco siguen beneficiándose de un modelo fiscal enormemente ventajoso respecto al régimen común (de hecho la UE lo considera una anomalía). Todos los españoles hemos aceptado esa discriminación, respetando los discutibles motivos históricos y sobre todo en nombre del «vamos a llevarnos bien». Pero lo mínimo que deberían hacer los beneficiarios del agravio es dar las gracias, o al menos no ir de víctimas.
El PP está gobernando con gran debilidad parlamentaria. Si España fuese el país que debería ser, el otro partido de Estado, el PSOE, antepondría los intereses nacionales a las mezquindades sectarias y negociaría con el PP para sacar adelante los presupuestos sin necesidad de pasar por la ventanilla nacionalista, que por desgracia siempre ha resultado ingrata y desleal. No ha podido ser y Rajoy ha dado orden de regatear con el PNV para salvar sus cuentas (y su puesto). Los ciudadanos hemos de conocer al detalle qué se les va a dar a los nacionalistas vascos a cambio de su ayuda, de qué cantidades hablamos y si existen también concesiones políticas y cuáles son. Es decir: la transparencia elemental en una democracia avanzada. Con los precedentes que hemos padecido, resultaría lacerante que se repitiese un mercadeo entre tinieblas al estilo de los apaños de la era Pujol. No somos una sociedad infantil. Los españoles somos un pueblo soberano que tiene derecho a saber. Así que informe, señor Rajoy, cuente a la ciudadanía el contenido exacto de su oferta al PNV.