José María Carrascal Articulista de Opinión
A quién pertenecen los hijos? Es la pregunta más importante de la hora presente, al decidir, más que Cataluña, más que el paro o el PIB, la España futura. Excepto en sociedades racisto-nacionalistas, como Esparta, donde despeñaban a los nacidos con taras del monte Taigeto, o la Alemania nazi, que eliminaba a los deformes, los hijos pertenecen a los responsables de ellos, los padres, hasta que pueden valerse por sí mismos. No sólo por imperativo legal, sino por ley natural: el género humano es uno de los más desvalidos en sus primeros años, por lo que precisa atención continua y total para sobrevivir. El Estado tiene también una responsabilidad subsidiaria, pero nunca podrá cubrir todas las necesidades del infante. Pero es muy difícil, por no decir imposible, que supla a los padres tanto en el terreno material como en el afectivo, como demuestra la experiencia.
La educación o, para ser exactos, la formación intelectual, es la más importante ya que de ella dependerá la capacidad del niño de defenderse en la vida que, sumadas, definirán el nivel de la nación. No por nada, las más avanzadas son también las que mejores planes educativos tienen. No se trata sólo de invertir más, sino mejor. En España, se ha multiplicado el gasto en educación. Sin embargo seguimos en pésimos puestos del informe PISA. Y no será por no haber cambiado de planes, pues toca uno por gobierno. Lo que puede ser una de las causas del fracaso.
El último cambio en marcha no se refiere a los planes de estudio, sino a las actividades extracurriculares. Pero es el que más revuelo ha armado y mayor calado tiene. Se trata de los «talleres», charlas, conferencias, sobre sexualidad, diversidad afectiva, masculinidad, feminidad y temas semejantes. No sólo por ser un terreno delicado, sino también por quién los imparte, al haberse colado la asociación LGTBI, que incluye homosexuales, bisexuales y travestís. A la iniciativa de imponer un «pin parental» o permiso de los padres para que sus hijos reciban tal tipo de enseñanza, ha respondido el Gobierno con la amenaza de recurrir a los tribunales, invocando el «derecho de los niños a recibir una educación integral». Con lo que abocamos a una guerra cultural, la más sañuda de todas. Como si no tuviéramos bastante con la desatada por la memoria histórica. Terminará habiendo una hasta en matemáticas. Bueno, ya la hay en las encuestas.
Está visto que Sánchez y sus aliados van a por todas. Puede que vean la única forma de sobrevivir, pues la economía no pinta bien y la política puede volverse contra él si no puede dar a los nacionalistas lo que le piden. En cultura, en cambio siempre ha llevado ventaja. Pero resulta paradójico que habiendo transigido con el destierro del español en las aulas catalanas, dé la batalla en una actividad extracurricular como esta. Aunque siento curiosidad por saber si Junqueras y Torra consienten que se apunten.
A quién pertenecen los hijos? Es la pregunta más importante de la hora presente, al decidir, más que Cataluña, más que el paro o el PIB, la España futura. Excepto en sociedades racisto-nacionalistas, como Esparta, donde despeñaban a los nacidos con taras del monte Taigeto, o la Alemania nazi, que eliminaba a los deformes, los hijos pertenecen a los responsables de ellos, los padres, hasta que pueden valerse por sí mismos. No sólo por imperativo legal, sino por ley natural: el género humano es uno de los más desvalidos en sus primeros años, por lo que precisa atención continua y total para sobrevivir. El Estado tiene también una responsabilidad subsidiaria, pero nunca podrá cubrir todas las necesidades del infante. Pero es muy difícil, por no decir imposible, que supla a los padres tanto en el terreno material como en el afectivo, como demuestra la experiencia.
La educación o, para ser exactos, la formación intelectual, es la más importante ya que de ella dependerá la capacidad del niño de defenderse en la vida que, sumadas, definirán el nivel de la nación. No por nada, las más avanzadas son también las que mejores planes educativos tienen. No se trata sólo de invertir más, sino mejor. En España, se ha multiplicado el gasto en educación. Sin embargo seguimos en pésimos puestos del informe PISA. Y no será por no haber cambiado de planes, pues toca uno por gobierno. Lo que puede ser una de las causas del fracaso.
El último cambio en marcha no se refiere a los planes de estudio, sino a las actividades extracurriculares. Pero es el que más revuelo ha armado y mayor calado tiene. Se trata de los «talleres», charlas, conferencias, sobre sexualidad, diversidad afectiva, masculinidad, feminidad y temas semejantes. No sólo por ser un terreno delicado, sino también por quién los imparte, al haberse colado la asociación LGTBI, que incluye homosexuales, bisexuales y travestís. A la iniciativa de imponer un «pin parental» o permiso de los padres para que sus hijos reciban tal tipo de enseñanza, ha respondido el Gobierno con la amenaza de recurrir a los tribunales, invocando el «derecho de los niños a recibir una educación integral». Con lo que abocamos a una guerra cultural, la más sañuda de todas. Como si no tuviéramos bastante con la desatada por la memoria histórica. Terminará habiendo una hasta en matemáticas. Bueno, ya la hay en las encuestas.
Está visto que Sánchez y sus aliados van a por todas. Puede que vean la única forma de sobrevivir, pues la economía no pinta bien y la política puede volverse contra él si no puede dar a los nacionalistas lo que le piden. En cultura, en cambio siempre ha llevado ventaja. Pero resulta paradójico que habiendo transigido con el destierro del español en las aulas catalanas, dé la batalla en una actividad extracurricular como esta. Aunque siento curiosidad por saber si Junqueras y Torra consienten que se apunten.