El Pediódico
SÁBADO, 17/10/2020 - 19:54
1Ya no cantan las sirenas. Atrás quedaron Ulises, la advertencia de Circe y Euríloco y Perimedes amarrando a su capitán al mástil de la nave. Las sirenas ya no cantan; ahora aúllan. Hubo un tiempo en que hechizaban a los marinos con sus melodías. Pero en esta era temerosa, acrítica e infantilizada, en estos días de hooliganismo ciego no hay lugar para romanzas. Se impone el aullido. Cuanto más áspero y bronco, más eficaz. Qué antiguo te has quedado, Homero.
Los datos ofrecen un refugio frente al embate perturbador de los aullidos. Los datos son sagrados. España, epicentro europeo de la segunda ola de la pandemia, contabiliza ya casi 34.000 muertes por el covid (bastantes más, según cálculos no oficiales), casi un millón de contagiados, una presión hospitalaria que roza el 10% de las camas de planta y el 20% de UCI.
El cataclismo económico hundirá este año el PIB en torno al 12,8% (cayó el 18,5% en el segundo trimestre, el 22,1% en tasa interanual). El desempleo ha devorado en un año a unos 800.000 trabajadores y la quiebra, a 42.000 empresas. Eso, sin contar a 1,2 millones de trabajadores en paro temporal (erte), cifra que va en aumento tras las nuevas órdenes de cierre de bares y restaurantes. La pobreza galopa. Llanto y rabia en los desahucios y colas mudas ante los comedores de beneficencia. Una sociedad depauperada.
Unidad política
Los datos son las cuerdas que pueden salvarnos del aullido enloquecedor de las sirenas. Conviene memorizarlos o tenerlos a mano para sobreponerse al fragor alucinógeno de batallas políticas oportunistas, ventajistas o directamente espurias. 34.000 muertos merecen, exigen un mínimo de unidad política para hacer frente a la catástrofe sanitaria y económica, para armar unos Presupuestos de combate, para idear e impulsar un renacimiento industrial merecedor del fondo solidario de la UE. No habrá examen de repesca en Bruselas. Pero en vez de esto, lo que obtienen las víctimas de la pandemia son acometidas furiosas en busca de atajos hacia el poder perdido en las urnas. 34.000 muertos merecen decoro. Tanto y tan poco.
SÁBADO, 17/10/2020 - 19:54
1Ya no cantan las sirenas. Atrás quedaron Ulises, la advertencia de Circe y Euríloco y Perimedes amarrando a su capitán al mástil de la nave. Las sirenas ya no cantan; ahora aúllan. Hubo un tiempo en que hechizaban a los marinos con sus melodías. Pero en esta era temerosa, acrítica e infantilizada, en estos días de hooliganismo ciego no hay lugar para romanzas. Se impone el aullido. Cuanto más áspero y bronco, más eficaz. Qué antiguo te has quedado, Homero.
Los datos ofrecen un refugio frente al embate perturbador de los aullidos. Los datos son sagrados. España, epicentro europeo de la segunda ola de la pandemia, contabiliza ya casi 34.000 muertes por el covid (bastantes más, según cálculos no oficiales), casi un millón de contagiados, una presión hospitalaria que roza el 10% de las camas de planta y el 20% de UCI.
El cataclismo económico hundirá este año el PIB en torno al 12,8% (cayó el 18,5% en el segundo trimestre, el 22,1% en tasa interanual). El desempleo ha devorado en un año a unos 800.000 trabajadores y la quiebra, a 42.000 empresas. Eso, sin contar a 1,2 millones de trabajadores en paro temporal (erte), cifra que va en aumento tras las nuevas órdenes de cierre de bares y restaurantes. La pobreza galopa. Llanto y rabia en los desahucios y colas mudas ante los comedores de beneficencia. Una sociedad depauperada.
Unidad política
Los datos son las cuerdas que pueden salvarnos del aullido enloquecedor de las sirenas. Conviene memorizarlos o tenerlos a mano para sobreponerse al fragor alucinógeno de batallas políticas oportunistas, ventajistas o directamente espurias. 34.000 muertos merecen, exigen un mínimo de unidad política para hacer frente a la catástrofe sanitaria y económica, para armar unos Presupuestos de combate, para idear e impulsar un renacimiento industrial merecedor del fondo solidario de la UE. No habrá examen de repesca en Bruselas. Pero en vez de esto, lo que obtienen las víctimas de la pandemia son acometidas furiosas en busca de atajos hacia el poder perdido en las urnas. 34.000 muertos merecen decoro. Tanto y tan poco.