Verdaderamente oprobioso es el cuadro que ofrecía Roma en medio de sus gloriosas conquistas al llenar sus ciudades y campos de míseros esclavos. Permitían las leyes romanas que los prisioneros de guerra y los habitantes de las ciudades conquistadas perteneciesen al vencedor.
Podía todo romano dar muerte al esclavo, venderlo en pública subasta o encerrarlos en mazmorras. No se le consideraba como persona, sino como una "cosa". El señor que tenía esclavos los hacía trabajar como bestias de carga; si quería los alimentaba, y si no, los mataba de hambre. Los esclavos eran mucho más numerosos que los hombres libres; los ciudadanos ricos poseían de 10 a 15 mil esclavos; algunos tenía bastantes para levantar un ejército; no llegar a tener un centenar era señal de pobreza.
El esclavo, decían los romanos, sólo debe obedecer; si se resite, si huye, mátesele; dar asilo a su esclavo fugitivo es ser culpable como el que roba y oculta en su casa un buey o un caballo perteneciente a otro.
La familia de Vedio Polión alimentaba los criaderos de peces de sus jardines con esclavos picados vivos y arrojados a los estanques por cualquier descuido que cometían. Un vaso que rompían, toser o estornudar con ruido, no ahuyentar las moscas de las habitaciones, etc... era lo bastante para sacrificarlos. Era cosa corriente en Roma arrojar al esclavo en oscuras, húmedas y asquerosas cárceles llamadas ERGÁSTULAS, marcándoles antes la cara con hierros candentes.
Otro martirio terrible era la rueda y el molino. En los subterráneos estaban día y noche los esclavos dando vueltas a las ruedas y molinos a fuerza de latigazos; los más sucumbían víctimas de la barbarie.
Podía todo romano dar muerte al esclavo, venderlo en pública subasta o encerrarlos en mazmorras. No se le consideraba como persona, sino como una "cosa". El señor que tenía esclavos los hacía trabajar como bestias de carga; si quería los alimentaba, y si no, los mataba de hambre. Los esclavos eran mucho más numerosos que los hombres libres; los ciudadanos ricos poseían de 10 a 15 mil esclavos; algunos tenía bastantes para levantar un ejército; no llegar a tener un centenar era señal de pobreza.
El esclavo, decían los romanos, sólo debe obedecer; si se resite, si huye, mátesele; dar asilo a su esclavo fugitivo es ser culpable como el que roba y oculta en su casa un buey o un caballo perteneciente a otro.
La familia de Vedio Polión alimentaba los criaderos de peces de sus jardines con esclavos picados vivos y arrojados a los estanques por cualquier descuido que cometían. Un vaso que rompían, toser o estornudar con ruido, no ahuyentar las moscas de las habitaciones, etc... era lo bastante para sacrificarlos. Era cosa corriente en Roma arrojar al esclavo en oscuras, húmedas y asquerosas cárceles llamadas ERGÁSTULAS, marcándoles antes la cara con hierros candentes.
Otro martirio terrible era la rueda y el molino. En los subterráneos estaban día y noche los esclavos dando vueltas a las ruedas y molinos a fuerza de latigazos; los más sucumbían víctimas de la barbarie.