La disciplina en los ejércitos romanos era severísima. El general tenía derecho de vida y muerte sobre sus soldados. El soldado desobediente o traidor era matado a palos por los lictores; y si toda una legión se amotinaba, echaban suertes y uno por cada diez era ejecutado: a eso se llamaba DIEZMAR la legión. Cada soldado llevaba a cuestas víveres para 15 días, además de las armas y diversas herramientas, como, hachas, palas, azadones, etc. Al llegar al término de la expedición, un ingeniero reconocía el sitio, y, sin dar lugar al descanso, todos los soldados lo fortificaban con empalizadas fosos. El soldado romano no permanecía nunca ocioso. Si no combatía, trabajaba en edificar ciudades o en construir caminos y puentes.