Una historia curiosa de un señor de Darmós, una de las muchas anécdotas que nos pueden pasar a cualquiera. La mujer de este señor murió el mismo mes y hora, en que hace más de sesenta años, contrajeron matrimonio.
Era un frio mes de Enero, aun no había amanecido cuando se casaban un Martes y trece, fecha ¡supersticiosa para muchos!, cosa que izo que este día estuviera libre de las mucha obligaciones del párroco del pueblo y pudiera casarlos, ya que se encontraban en lista de espera, coincidiendo en la recién acabada guerra civil Española “Martes y trece no te cases ni te embarques” ¡según dice una dicha popular!.
Pero según quanta este señor, ese día era el único para poder celebrar este matrimonio, de lo contrario según les dijo el “párroco” en aquel momento deberían esperar muchas semanas o quizás meses, pues al finalizar la querrá muchas parejas querían casarse por la iglesia, por esa razón estaban los curas saturados de trabajo, y también por la escasez de este oficio. Pero por fin llego la boda y, feliz mente casados, vivieron todo el tiempo de su vida muy dichosos, sin separarse ni un momento el uno del otro, hasta el día del fatal desenlace y, en el que quenta este señor que por casualidad o por verdad, ahora entiende que por qué ese día estaba libre, y le queda la duda de que si no se hubiesen casado ese Martes y trece, quizás no estaría viudo, a lo que el aconseja por si acaso que en ¡Martes y trece, no te cases ni te embarques!
Era un frio mes de Enero, aun no había amanecido cuando se casaban un Martes y trece, fecha ¡supersticiosa para muchos!, cosa que izo que este día estuviera libre de las mucha obligaciones del párroco del pueblo y pudiera casarlos, ya que se encontraban en lista de espera, coincidiendo en la recién acabada guerra civil Española “Martes y trece no te cases ni te embarques” ¡según dice una dicha popular!.
Pero según quanta este señor, ese día era el único para poder celebrar este matrimonio, de lo contrario según les dijo el “párroco” en aquel momento deberían esperar muchas semanas o quizás meses, pues al finalizar la querrá muchas parejas querían casarse por la iglesia, por esa razón estaban los curas saturados de trabajo, y también por la escasez de este oficio. Pero por fin llego la boda y, feliz mente casados, vivieron todo el tiempo de su vida muy dichosos, sin separarse ni un momento el uno del otro, hasta el día del fatal desenlace y, en el que quenta este señor que por casualidad o por verdad, ahora entiende que por qué ese día estaba libre, y le queda la duda de que si no se hubiesen casado ese Martes y trece, quizás no estaría viudo, a lo que el aconseja por si acaso que en ¡Martes y trece, no te cases ni te embarques!