Los romanos debían seguir los ritos en los sacrificios y fiestas dedicadas a sus dioses que, si se cambia una palabra en la fórmula, si un tocador de flauta se para, si un actor en la fiesta se queda sin poder continuar, los juegos ya no son conformes a los ritos y hay que empezarlos de nuevo. Si al sacrificar una víctima a Júpiter no se ha elegido un animal blanco, sin defecto, o no se le ha echado en la cabeza harina salada antes de herirle con el hacha, y si el sacrificador no ha tenido alzadas las manos al cielo, el sacrificio no vale nada y hay que repetirlo. Bueno, pues, muy bien.