CON DON JUAN DE AUSTRIA MURIO EL HONOR ESPAÑOL.
El capitán de la armada cristiana, don Juan de Austria, hijo 'ilegítimo' de Carlos V, tenía por entonces 26 años. Su futuro económico y social estaba asegurado. Como vencedor le correspondía una décima parte del enorme botín, así como los 30.000 ducados de oro ofrecidos como premio por la ciudad de Mesina. Sin embargo, renunció a todo para que se diera su dinero a los más débiles: los huérfanos de los caídos y los heridos en la batalla.
Así, el joven don Juan dio una señal a la Historia: que el honor está por encima de las fatuas riquezas.
Al reflexionar sobre este episodio y la importancia que hace tiempo se dio en nuestro país al honor como elemento cúspide de una ética personal, quedo algo perplejo al contemplar a dónde hemos llegado:
- Pudientes banqueros y cajeros que no han dudado en acrecentar su patrimonio en sostener unos meses más con vida las redes de cajas y bancos que, tras su nefasta gestión, estaban quebradas, dando órdenes a su red comercial para, con la anuencia de los reguladores y de los supervisores, estafar dinero a los más débiles a través de acciones y preferentes, títulos basados en balances falsos. De esta forma, seguían cobrando sus multitudinarias e ilegales dietas variopintas mientras con la otra mano se atracaba a los más humildes. O sea, Robin Hood al revés. A pesar de su tropelía hemos tenido que inyectar entre los contribuyentes casi 20.000 millones de euros que ya se dan por perdidos. La falta de honor de dichos personajes les ha llevado hasta el punto de ni siquiera pedir perdón a sus antiguos empleados, ni a clientes, ni a la sociedad española.
- Empresarios de todo pelaje que no dudan en esconder sus vergüenzas penales y civiles (quiebras fraudulentas, denuncias falsas, abuso de información privilegiada, alzamientos de bienes, malversaciones, falsas emisiones de valores, prescritas o no…) echando la culpa de sus quehaceres delictivos a sus exsocios muertos, examigos enfrentados o familiares con o sin demencia senil. A su vez, estos -si están vivos- responden con chantajes o haciendo pública correspondencia. Así, unos y otros construyen sobre su perfidia una traición aún mayor: a la familia y a la amistad.
- Políticos de todo signo, no contentos con las retribuciones de cientos de miles de euros abonadas por el partido, que a su vez se financia al 90% con los impuestos de todos los contribuyentes, acumularon su mal desempeñados cargos con retribuciones adicionales en puestos inútiles como la condición de senador, o la de excargo público, llegando a acumular en tres retribuciones salarios de más de 300.000 euros al año -financiados casi en su totalidad con el erario púbico-. Unos pocos, además, recurrieron al robo directo, que indirectamente proviene de los impuestos de los sufridos españoles, a través de sobrecargos en contratos públicos, para acumular aún más patrimonio.
- Exdirigentes públicos que han cometido todo tipo de tropelías indecentes: otorgarse medallas por ordenar una retirada militar, asegurarse embajadas sin ningún tipo de acreditación presentando como único aval el llevar el carnet del partido entre los dientes, estafar a cajas saneadas fusionándolas con cajas enfermas mediante información falsa, inyectar dinero del contribuyente en cajas amigas asegurando impúdicamente que nunca se perdería ese dinero, mentir vilmente en la situación de déficit del país a un mes del cierre del ejercicio fiscal, favorecer a empresas extranjeras en decisiones clave para la industria nacional para luego cobrar de dichas empresas como consejero “independiente”… La historia da muchos ejemplos de episodios deleznables, pero lo acumulado estos últimos 13 años por dirigentes públicos de todo trapo en España raya lo vomitivo.
Pero aunque en algún momento estén muertos (hoy en día, aunque vivos, su dignidad ya está muerta), la historia española concluirá lo contrario de lo que hoy concluye sobre don Juan de Austria:
Que fueron personajes sin honor.
Seguimos con la reconquista desde el SUR le pese a quien le pese.
El capitán de la armada cristiana, don Juan de Austria, hijo 'ilegítimo' de Carlos V, tenía por entonces 26 años. Su futuro económico y social estaba asegurado. Como vencedor le correspondía una décima parte del enorme botín, así como los 30.000 ducados de oro ofrecidos como premio por la ciudad de Mesina. Sin embargo, renunció a todo para que se diera su dinero a los más débiles: los huérfanos de los caídos y los heridos en la batalla.
Así, el joven don Juan dio una señal a la Historia: que el honor está por encima de las fatuas riquezas.
Al reflexionar sobre este episodio y la importancia que hace tiempo se dio en nuestro país al honor como elemento cúspide de una ética personal, quedo algo perplejo al contemplar a dónde hemos llegado:
- Pudientes banqueros y cajeros que no han dudado en acrecentar su patrimonio en sostener unos meses más con vida las redes de cajas y bancos que, tras su nefasta gestión, estaban quebradas, dando órdenes a su red comercial para, con la anuencia de los reguladores y de los supervisores, estafar dinero a los más débiles a través de acciones y preferentes, títulos basados en balances falsos. De esta forma, seguían cobrando sus multitudinarias e ilegales dietas variopintas mientras con la otra mano se atracaba a los más humildes. O sea, Robin Hood al revés. A pesar de su tropelía hemos tenido que inyectar entre los contribuyentes casi 20.000 millones de euros que ya se dan por perdidos. La falta de honor de dichos personajes les ha llevado hasta el punto de ni siquiera pedir perdón a sus antiguos empleados, ni a clientes, ni a la sociedad española.
- Empresarios de todo pelaje que no dudan en esconder sus vergüenzas penales y civiles (quiebras fraudulentas, denuncias falsas, abuso de información privilegiada, alzamientos de bienes, malversaciones, falsas emisiones de valores, prescritas o no…) echando la culpa de sus quehaceres delictivos a sus exsocios muertos, examigos enfrentados o familiares con o sin demencia senil. A su vez, estos -si están vivos- responden con chantajes o haciendo pública correspondencia. Así, unos y otros construyen sobre su perfidia una traición aún mayor: a la familia y a la amistad.
- Políticos de todo signo, no contentos con las retribuciones de cientos de miles de euros abonadas por el partido, que a su vez se financia al 90% con los impuestos de todos los contribuyentes, acumularon su mal desempeñados cargos con retribuciones adicionales en puestos inútiles como la condición de senador, o la de excargo público, llegando a acumular en tres retribuciones salarios de más de 300.000 euros al año -financiados casi en su totalidad con el erario púbico-. Unos pocos, además, recurrieron al robo directo, que indirectamente proviene de los impuestos de los sufridos españoles, a través de sobrecargos en contratos públicos, para acumular aún más patrimonio.
- Exdirigentes públicos que han cometido todo tipo de tropelías indecentes: otorgarse medallas por ordenar una retirada militar, asegurarse embajadas sin ningún tipo de acreditación presentando como único aval el llevar el carnet del partido entre los dientes, estafar a cajas saneadas fusionándolas con cajas enfermas mediante información falsa, inyectar dinero del contribuyente en cajas amigas asegurando impúdicamente que nunca se perdería ese dinero, mentir vilmente en la situación de déficit del país a un mes del cierre del ejercicio fiscal, favorecer a empresas extranjeras en decisiones clave para la industria nacional para luego cobrar de dichas empresas como consejero “independiente”… La historia da muchos ejemplos de episodios deleznables, pero lo acumulado estos últimos 13 años por dirigentes públicos de todo trapo en España raya lo vomitivo.
Pero aunque en algún momento estén muertos (hoy en día, aunque vivos, su dignidad ya está muerta), la historia española concluirá lo contrario de lo que hoy concluye sobre don Juan de Austria:
Que fueron personajes sin honor.
Seguimos con la reconquista desde el SUR le pese a quien le pese.