Las eras, trillar, Sta. Ana, Santiago... perruñillas, mantecados. El poyo enfrente de la casa de Conde, donde siempre había estudiantes que venían de
vacaciones y le rodeaban para que les contase tantísimas cosas que él sabia. Se quedaban boquiabiertos escuchándole. Qué orgullosa me sentía cuando se levantaba, siempre tenía manos que le ayudasen, ellos se quedaban allí, viéndole alejarse y sólo yo tenía el privilegio de marcharme con él, agarrada a su garrota.
Que recuerdos imborrables.