GOURMET.
Un vino español de 340.000 euros, el más caro del mundo.
Se trata de una edición especial de AurumRed y su botella es obra del artista Alberto Rodríguez Serrano.
AurumRed es el vino más caro del mundo y se fabrica en España, concretamente en la localidad conquense de Las Pedroñeras. Este año el precio de su edición oro se ha disparado desde los 17.000 a los 25.000 euros. El viticultor hace una pausa mienteas habla del valor de su producto, se echa las manos a la cabeza y confiesa: «no quiero pensar en cuánto se pagará mi próximo proyecto». Se refiere una edición especial que saldrá a la venta durante las próximas semanas, «si todo va como esperamos, para Reyes saldrá al mercado», confiesa. La obra aunará arte y vino y su precio será de 340.000 euros.
«Doce de los mejores artistas contemporáneos del mundo están trabajando para mí, queremos fusionar vino y arte. La primera de las piezas ya está terminada y es obra de un artista español que será el próximo Miguel Ángel», augura García. Se refiere a Alberto Rodríguez Serrano, una joven promesa de la pintura. Presume de ser el único artista, junto con el pintor de la Capilla Sixtina, que expuso en la Accademia di Belle Arti di Firenze.
En cuanto Hilario García entró en contacto con la obra de Rodríguez Serrano no dudó en poner en sus manos la vasija en la que el autor imprimió su creatividad: «su obra me fascinó, se le conocerá internacionalmente, el Vaticano ha comprado una obra suya», cuenta García. El producto de esta unión es un carísimo ejemplar que contendrá 16 litros de su edición oro.
Según el viticultor, este será el primero de varios proyectos en los que arte y vino se integrarán en una misma obra: «esta botella es la primera de las piezas terminadas, pero habrá más. El vino cabrá en todo tipo de manifestaciones artísticas».
Un producto único
«Es caro porque el propio mercado así lo ha decidido, hay gente dispuesta a pagarlo porque les aporta sensaciones que no encuentran en ningún otro producto del mundo», explica Hilario García, creador de AurumRed.
El tempranillo de Las Pedroñeras tiene una particularidad: sus matices cambian dependiendo de la dirección que tome el giro del vaso antes de beber. García recomienda que la copa se vuelque en el sentido de las agujas del reloj, en cuyo aroma se perciben pan de higos, brevas y algunas notas especiadas. Asegura que su sabor es más alcohólico, más maduro, más ancho y menos largo. El sentido opuesto, sin embargo, tiene «más finura y elegancia» y un aroma en el que predominan las frutas pequeñas, el cacao y los cassis.
Quienes probaron los caldos de la bodega de Las Pedroñeras aseguran que el vino no se avinagra una vez abierto, sino que mejora su sabor según pasan los meses y los años.
Hilario García defiende que su vino almacena todos los sabores en un trago. Una idea que lo obsesionó desde la mañana en la que se propuso «separar todos sus matices y encontrar la manera de mezclarlos todos de forma natural sin que lleguen a anularse». Cuenta los detalles de su creación como un padre orgulloso habla de los logros de su retoño: « ¿Has estado alguna vez enamorada? ¿Qué has notado? Todas las cosas del mundo juntas, ¿verdad? Esos son mis sentimientos cuando pruebo el fruto de mi trabajo».
El secreto de la fórmula
La carga del trabajo está en la planta y, para preservar la calidad del producto, García asegura poner el alma en cada uva. Cuenta haber aplicado sobre el vino una «investigación constante», y que introdujo en él modificaciones «sobre la marcha».
«Me di cuenta de que las botellas tenían mejor sabor cuando reposaban en vertical en vez de en horizontal, su posición habitual. Llegué entonces a la conclusión de que el secreto estaba en la forma de la botella, que generaba energías piramidales cuando estaba de pie y resulta que eso favorecía el sabor del vino», asegura.
El autor controla la producción del vino desde la vid a la bodega y es muy meticuloso con el proceso, de hecho, no deja que nadie más que él tenga contacto con sus vides. Cree que una sola presencia ajena afectaría a su calidad. «Si se busca un producto extraordinario todo el proceso de elaboración debe ser manual. La presencia de personas influye ya que es muy importante la información que se da al vino».
Su teoría se basa en los estudios de un japonés llamado Masaru Hemoto, que fotografió los cristales de hielo de dos mitades congeladas del mismo tipo de líquido en diferentes recipientes. Antes de congelarse a una de las mitades le dio una información negativa, mientras que a la otra le dio información positiva. Observadas a través de un microscopio, en la parte a la que se le había transmitido información mala, los cristales se mostraban amorfos. En la otra mitad, sin embargo, eran de proporciones perfectas, bellísimas.
«Cultivar en diferntes lunas, hablarle a la uva, no dejar entrar a nadie en contacto con el producto... son más de cien factores que después hacen hablar al vino», defiende García.
Nacido de la adversidad
«La vida me dio momentos muy complicados, entre ellos una enfermedad que me postró en la cama», confiesa García. Antes de la enfermedad, el empresario gestionaba una asesoría fiscal. Después de varias operaciones decidió enfrentarse a un tratamiento experimental con ozono, su tabla de salvación. Tras la cura, comenzó a investigar los beneficios del ozono tanto en medicina como en veterinaria, y llegó a la conclusión de que podría aplicarse también a las vides.
Esta sustancia, según el viticultor, elimina las bacterias y hongos que aminoran la efectividad de la planta y que le impiden desarrollarse al 100%: «Si una planta crece sin enemigos que retrasen su crecimiento e influyan en su calidad va a dar lo máximo de sí misma».
Sólo se producen 300 botellas al año de AurumRed edición oro, y la mitad de ellas se quedan encerradas en la bodega durante años. El empresario asegura que esta operación es una garantía para sus clientes, «para tener una botelle específica siempre que se la pidan». Recuerda con especial cariño a los clientes que brindaron con su vino en la pedida: «Siempre me dicen entre risas que el mérito de que el matrimonio prosperase fue del vino».
Un vino español de 340.000 euros, el más caro del mundo.
Se trata de una edición especial de AurumRed y su botella es obra del artista Alberto Rodríguez Serrano.
AurumRed es el vino más caro del mundo y se fabrica en España, concretamente en la localidad conquense de Las Pedroñeras. Este año el precio de su edición oro se ha disparado desde los 17.000 a los 25.000 euros. El viticultor hace una pausa mienteas habla del valor de su producto, se echa las manos a la cabeza y confiesa: «no quiero pensar en cuánto se pagará mi próximo proyecto». Se refiere una edición especial que saldrá a la venta durante las próximas semanas, «si todo va como esperamos, para Reyes saldrá al mercado», confiesa. La obra aunará arte y vino y su precio será de 340.000 euros.
«Doce de los mejores artistas contemporáneos del mundo están trabajando para mí, queremos fusionar vino y arte. La primera de las piezas ya está terminada y es obra de un artista español que será el próximo Miguel Ángel», augura García. Se refiere a Alberto Rodríguez Serrano, una joven promesa de la pintura. Presume de ser el único artista, junto con el pintor de la Capilla Sixtina, que expuso en la Accademia di Belle Arti di Firenze.
En cuanto Hilario García entró en contacto con la obra de Rodríguez Serrano no dudó en poner en sus manos la vasija en la que el autor imprimió su creatividad: «su obra me fascinó, se le conocerá internacionalmente, el Vaticano ha comprado una obra suya», cuenta García. El producto de esta unión es un carísimo ejemplar que contendrá 16 litros de su edición oro.
Según el viticultor, este será el primero de varios proyectos en los que arte y vino se integrarán en una misma obra: «esta botella es la primera de las piezas terminadas, pero habrá más. El vino cabrá en todo tipo de manifestaciones artísticas».
Un producto único
«Es caro porque el propio mercado así lo ha decidido, hay gente dispuesta a pagarlo porque les aporta sensaciones que no encuentran en ningún otro producto del mundo», explica Hilario García, creador de AurumRed.
El tempranillo de Las Pedroñeras tiene una particularidad: sus matices cambian dependiendo de la dirección que tome el giro del vaso antes de beber. García recomienda que la copa se vuelque en el sentido de las agujas del reloj, en cuyo aroma se perciben pan de higos, brevas y algunas notas especiadas. Asegura que su sabor es más alcohólico, más maduro, más ancho y menos largo. El sentido opuesto, sin embargo, tiene «más finura y elegancia» y un aroma en el que predominan las frutas pequeñas, el cacao y los cassis.
Quienes probaron los caldos de la bodega de Las Pedroñeras aseguran que el vino no se avinagra una vez abierto, sino que mejora su sabor según pasan los meses y los años.
Hilario García defiende que su vino almacena todos los sabores en un trago. Una idea que lo obsesionó desde la mañana en la que se propuso «separar todos sus matices y encontrar la manera de mezclarlos todos de forma natural sin que lleguen a anularse». Cuenta los detalles de su creación como un padre orgulloso habla de los logros de su retoño: « ¿Has estado alguna vez enamorada? ¿Qué has notado? Todas las cosas del mundo juntas, ¿verdad? Esos son mis sentimientos cuando pruebo el fruto de mi trabajo».
El secreto de la fórmula
La carga del trabajo está en la planta y, para preservar la calidad del producto, García asegura poner el alma en cada uva. Cuenta haber aplicado sobre el vino una «investigación constante», y que introdujo en él modificaciones «sobre la marcha».
«Me di cuenta de que las botellas tenían mejor sabor cuando reposaban en vertical en vez de en horizontal, su posición habitual. Llegué entonces a la conclusión de que el secreto estaba en la forma de la botella, que generaba energías piramidales cuando estaba de pie y resulta que eso favorecía el sabor del vino», asegura.
El autor controla la producción del vino desde la vid a la bodega y es muy meticuloso con el proceso, de hecho, no deja que nadie más que él tenga contacto con sus vides. Cree que una sola presencia ajena afectaría a su calidad. «Si se busca un producto extraordinario todo el proceso de elaboración debe ser manual. La presencia de personas influye ya que es muy importante la información que se da al vino».
Su teoría se basa en los estudios de un japonés llamado Masaru Hemoto, que fotografió los cristales de hielo de dos mitades congeladas del mismo tipo de líquido en diferentes recipientes. Antes de congelarse a una de las mitades le dio una información negativa, mientras que a la otra le dio información positiva. Observadas a través de un microscopio, en la parte a la que se le había transmitido información mala, los cristales se mostraban amorfos. En la otra mitad, sin embargo, eran de proporciones perfectas, bellísimas.
«Cultivar en diferntes lunas, hablarle a la uva, no dejar entrar a nadie en contacto con el producto... son más de cien factores que después hacen hablar al vino», defiende García.
Nacido de la adversidad
«La vida me dio momentos muy complicados, entre ellos una enfermedad que me postró en la cama», confiesa García. Antes de la enfermedad, el empresario gestionaba una asesoría fiscal. Después de varias operaciones decidió enfrentarse a un tratamiento experimental con ozono, su tabla de salvación. Tras la cura, comenzó a investigar los beneficios del ozono tanto en medicina como en veterinaria, y llegó a la conclusión de que podría aplicarse también a las vides.
Esta sustancia, según el viticultor, elimina las bacterias y hongos que aminoran la efectividad de la planta y que le impiden desarrollarse al 100%: «Si una planta crece sin enemigos que retrasen su crecimiento e influyan en su calidad va a dar lo máximo de sí misma».
Sólo se producen 300 botellas al año de AurumRed edición oro, y la mitad de ellas se quedan encerradas en la bodega durante años. El empresario asegura que esta operación es una garantía para sus clientes, «para tener una botelle específica siempre que se la pidan». Recuerda con especial cariño a los clientes que brindaron con su vino en la pedida: «Siempre me dicen entre risas que el mérito de que el matrimonio prosperase fue del vino».