No es mi intención participar en este foro porque sé que enciende pasiones, despierta heridas, enfrenta hermanos. Pero abro y cierro mi participación con este texto, por si sirviera:
Mi familia puede contar trágicas, durísimas experiencias de la guerra fratricida en uno y otro bando, alguno aún siguen desaparecidos, sólo sabemos que les mataron en Paracuellos y la fecha, pero no se pudo recuperar el cadáver. Y de los otros, identificados de uno y otro bando no es cierto que eso haya servido de consuelo. Si no, que se lo digan a mi abuela materna, cuya familia quedó repartida entre rojos y azules y destrozada. Pero he tenido una suerte que considero lo mejor que me puede haber ocurrido. En mi familia no se ha cultivado el odio. Ciertamente, ha costado años de silencio y dolor. La victoria, si se puede llamar así, ahondó mucho más la herida y estuvo a punto de dar al traste con la unidad familiar. Había una circunstancia poco común: tanto los de uno como los de otro bando eran creyentes cristianos (aunque algunos un poco a su manera). Me alegro que ya hayan muerto todos los que sobrevivieron la guerra, porque se volverían a morir de tristeza. “Opino” que lo que se viene haciendo con la mal llamada memoria histórica ha sido enconar la situación, y si no, basta seguir este foro y lo que está pasando en nuestra sociedad desde hace. Yo percibo afán de desenterrar venganzas disfrazadas con el nombre de justicia. Creo que con una visión más serena y generosa supieron estar a la altura los padres de la Constitución, cuando decretaron la amnistía. ¿Qué los delitos contra la humanidad no prescriben? Eso es muy práctico cuando no hay de por medio enfrentamiento de hermanos. Eso puede valer para los crímenes de Pol Pot, de Stalin, etc. “Opino” que si los delitos de Carrillo no se pueden juzgar porque han sido amnistiados, los de Franco, que también han sido amnistiados, por qué sí. La ley de la memoria histórica exige primero una serenidad de ánimo para afrontar las verdades de uno y otro bando. En ambos hubo atrocidades, y nuestra tierra está regada por sangre de todas las ideologías y creencias. “Opino” que las humillaciones padecidas por las mujeres de un bando son odiosas, lo son igualmente las del bando contrario. “Opino” que la postura de la Iglesia (reconozco que no soy imparcial, porque me siento cristiano desde la cuna) ha sido la correcta. Ha cuidado al máximo, por una parte, poner de relieve la generosa actitud de los mártires, los cuales, más que héroes (que lo fueron) son testigos de la fe, de amor a Jesucristo, a la iglesia, a España. La Iglesia ha sido consciente, aunque se quiera demostrar lo contrario, de que había que ponerse guantes antes de sacar el tema a la luz. NUNCA ha pedido justicia, ni reabrir causas, ni pedir responsabilidades… ¡Y mira que tenía materia! Sólo hace falta leer los libros de historia que se han escrito y se siguen escribiendo por gente competente.
Si la memoria histórica es abrir un combate, me niego a reconocerla. Si es poner claridad y sano juicio en los hechos, superando los enfrentamientos, mano con mano de uno y otro bando, magnífico. Tendría que llegar un día en que así fuera, pero “opino” que en los últimos años hemos dado un enorme salto atrás, y que costará recomponer lo que se ha roto. Opino.
Mi familia puede contar trágicas, durísimas experiencias de la guerra fratricida en uno y otro bando, alguno aún siguen desaparecidos, sólo sabemos que les mataron en Paracuellos y la fecha, pero no se pudo recuperar el cadáver. Y de los otros, identificados de uno y otro bando no es cierto que eso haya servido de consuelo. Si no, que se lo digan a mi abuela materna, cuya familia quedó repartida entre rojos y azules y destrozada. Pero he tenido una suerte que considero lo mejor que me puede haber ocurrido. En mi familia no se ha cultivado el odio. Ciertamente, ha costado años de silencio y dolor. La victoria, si se puede llamar así, ahondó mucho más la herida y estuvo a punto de dar al traste con la unidad familiar. Había una circunstancia poco común: tanto los de uno como los de otro bando eran creyentes cristianos (aunque algunos un poco a su manera). Me alegro que ya hayan muerto todos los que sobrevivieron la guerra, porque se volverían a morir de tristeza. “Opino” que lo que se viene haciendo con la mal llamada memoria histórica ha sido enconar la situación, y si no, basta seguir este foro y lo que está pasando en nuestra sociedad desde hace. Yo percibo afán de desenterrar venganzas disfrazadas con el nombre de justicia. Creo que con una visión más serena y generosa supieron estar a la altura los padres de la Constitución, cuando decretaron la amnistía. ¿Qué los delitos contra la humanidad no prescriben? Eso es muy práctico cuando no hay de por medio enfrentamiento de hermanos. Eso puede valer para los crímenes de Pol Pot, de Stalin, etc. “Opino” que si los delitos de Carrillo no se pueden juzgar porque han sido amnistiados, los de Franco, que también han sido amnistiados, por qué sí. La ley de la memoria histórica exige primero una serenidad de ánimo para afrontar las verdades de uno y otro bando. En ambos hubo atrocidades, y nuestra tierra está regada por sangre de todas las ideologías y creencias. “Opino” que las humillaciones padecidas por las mujeres de un bando son odiosas, lo son igualmente las del bando contrario. “Opino” que la postura de la Iglesia (reconozco que no soy imparcial, porque me siento cristiano desde la cuna) ha sido la correcta. Ha cuidado al máximo, por una parte, poner de relieve la generosa actitud de los mártires, los cuales, más que héroes (que lo fueron) son testigos de la fe, de amor a Jesucristo, a la iglesia, a España. La Iglesia ha sido consciente, aunque se quiera demostrar lo contrario, de que había que ponerse guantes antes de sacar el tema a la luz. NUNCA ha pedido justicia, ni reabrir causas, ni pedir responsabilidades… ¡Y mira que tenía materia! Sólo hace falta leer los libros de historia que se han escrito y se siguen escribiendo por gente competente.
Si la memoria histórica es abrir un combate, me niego a reconocerla. Si es poner claridad y sano juicio en los hechos, superando los enfrentamientos, mano con mano de uno y otro bando, magnífico. Tendría que llegar un día en que así fuera, pero “opino” que en los últimos años hemos dado un enorme salto atrás, y que costará recomponer lo que se ha roto. Opino.