La capitán expulsada del Ejército lucha por reivindicar la igualdad en las Fuerzas Armadas (1)
Lourdes Cebollero habla para Diario16 en vísperas el 8M sobre cómo perdió su trabajo por denunciar que los compañeros utilizaban el vestuario femenino de aparcabicis
Lourdes Cebollero es una capitán del Ejército que ya se encuentra fuera de las Fuerzas Armadas tras denunciar que los vestuarios femeninos de su compañía se utilizaron de aparca bicis de algunos compañeros. Lo que empezó como una reclamación sin mayor recorrido, acabó con esta militar fuera del servicio activo. Desde entonces, esta mujer valiente lucha por dar a conocer lo que ocurre dentro de los cuarteles y la discriminación que sufren las mujeres. En vísperas del 8M, Lourdes denuncia la discriminación que sufren las militares.
Ingresé el 1 de septiembre de 1993 siendo una de las primeras mujeres que entraron en Unidades de Fuerza. Estudié la carrera de Derecho a la vez que trabajaba en unos Grandes Almacenes en Zaragoza y cuando acabé, el Jefe de Personal me dijo que los Servicios Jurídicos eran ocupados por hombres y que les venían impuestos desde Madrid, así que le dije directamente que me iba al Ejército.
Tras mi paso por la Academia de Caballería de Valladolid volví a Zaragoza en 1994 coincidiendo con la incorporación de los primeros soldados profesionales y con una mayoría que eran los soldados de reemplazo. Fueron años duros porque nos veían como bichos raros y no lo entendíamos, porque veníamos de la Universidad y pensábamos que esos mandos militares también tenían hijas. Recuerdo que llegamos tres alféreces a la Brigada de Caballería y que nos tuvieron una semana entera para presentarnos por todas las Unidades, un Teniente Coronel nos acompañaba y nos exhibían despacho a despacho. Era curioso ver a altos mandos asomar la cabeza hacia el pasillo desde su despacho y, cuando mirábamos, se escondían como críos.
Nuestra formación militar era escasa y nos apoyamos sobretodo en la experiencia de los suboficiales que eran los que compartían con nosotras la vida de maniobras y frente a los soldados de reemplazo. Mi primera clase acabó con un típico silbido al salir por la puerta, me volví y estuve un rato amenazando con dejarles sin fin de semana, al poco salió el “gracioso” que quedó arrestado. A partir de entonces, nunca hubo más problemas.
¿Cómo afrontaste esa situación?
Es cierto que me ayudó mi experiencia como atleta, mi carácter maño y una talla de 1,75 para bregar con situaciones de maniobras en las que me tenía que levantar media hora antes que los demás para esconderme y orinar sin que me vieran, todos hombres.
En el año 2.000 tuve mi primer hijo, el día antes de ponerme de parto fui a trabajar normalmente, con aquel uniforme de embarazada mis compañeros me saludaban por la mañana como si fuera un Papá Noel verde. No parí el 5 de enero en el Regimiento porque rompí aguas al levantarme.
Al volver a las 16 semanas de permiso de maternidad un jefe me dijo que tenía que ir de maniobras durante una semana al campo de “San Gregorio”, le dije que le estaba dando el pecho a mi hijo. Me llevaron al despacho del Teniente Coronel Jefe de la Plana Mayor y me dijo que era una vergüenza, que un militar lo era 24 horas. Bastante cabreado me dijo que “te hago el favor” y no vas, así que muy digna le dije que los favores me los hacía mi marido y que me iba de maniobras. Así que acampamos en, la nunca mejor llamada, “Paridera del Santísimo” y allí pasé una semana con toallitas intentando tapar la leche que me salía.
Tengo que decir que entonces no había reglamentado nada, pero empezábamos a andar y tuvimos que ceder mucho de nuestros derechos para que se nos considerara uno más.
Siempre había algún elemento que no aceptaba mujeres pero nuestro trabajo diario y nuestra forma de ser contribuyó a que al final, nos diera la sensación de que en esas unidades operativas se nos respetara como mandos. Creo que luchamos y lo conseguimos.
A principios del 2002 me destinaron con vacante de Licenciada en Derecho a una Unidad de Expedientes Adminstrativos siendo instructora de distintos tipos de expedientes, oficinas donde acabé mi labor como Capitán.
– ¿Cuándo supiste que el Ejército era hostil con las mujeres?
De vez en cuando en las Unidades salían algún elemento discordante, pero como en todos los trabajos. Yo tuve suerte, en mis inicios tuve un capitán, hoy coronel, impecable. Hay gente maravillosa, preparada y muy cabal, he tenido jefes extraordinarios. Pero Al instruir expedientes empecé a ver algunos casos que chirriaban, de vez en cuando veías solicitudes de faltas graves que eran dudosas o expedientes de resolución de compromiso que había que investigar y justificar. Fui muy escrupulosa con eso, un jefe, que me reprochó beneficiar a una mujer, luego me llamaba “misógina”. Yo sólo busqué instruir buscando la verdad más objetiva, fuera hacia el lado que fuera.
Lourdes Cebollero habla para Diario16 en vísperas el 8M sobre cómo perdió su trabajo por denunciar que los compañeros utilizaban el vestuario femenino de aparcabicis
Lourdes Cebollero es una capitán del Ejército que ya se encuentra fuera de las Fuerzas Armadas tras denunciar que los vestuarios femeninos de su compañía se utilizaron de aparca bicis de algunos compañeros. Lo que empezó como una reclamación sin mayor recorrido, acabó con esta militar fuera del servicio activo. Desde entonces, esta mujer valiente lucha por dar a conocer lo que ocurre dentro de los cuarteles y la discriminación que sufren las mujeres. En vísperas del 8M, Lourdes denuncia la discriminación que sufren las militares.
Ingresé el 1 de septiembre de 1993 siendo una de las primeras mujeres que entraron en Unidades de Fuerza. Estudié la carrera de Derecho a la vez que trabajaba en unos Grandes Almacenes en Zaragoza y cuando acabé, el Jefe de Personal me dijo que los Servicios Jurídicos eran ocupados por hombres y que les venían impuestos desde Madrid, así que le dije directamente que me iba al Ejército.
Tras mi paso por la Academia de Caballería de Valladolid volví a Zaragoza en 1994 coincidiendo con la incorporación de los primeros soldados profesionales y con una mayoría que eran los soldados de reemplazo. Fueron años duros porque nos veían como bichos raros y no lo entendíamos, porque veníamos de la Universidad y pensábamos que esos mandos militares también tenían hijas. Recuerdo que llegamos tres alféreces a la Brigada de Caballería y que nos tuvieron una semana entera para presentarnos por todas las Unidades, un Teniente Coronel nos acompañaba y nos exhibían despacho a despacho. Era curioso ver a altos mandos asomar la cabeza hacia el pasillo desde su despacho y, cuando mirábamos, se escondían como críos.
Nuestra formación militar era escasa y nos apoyamos sobretodo en la experiencia de los suboficiales que eran los que compartían con nosotras la vida de maniobras y frente a los soldados de reemplazo. Mi primera clase acabó con un típico silbido al salir por la puerta, me volví y estuve un rato amenazando con dejarles sin fin de semana, al poco salió el “gracioso” que quedó arrestado. A partir de entonces, nunca hubo más problemas.
¿Cómo afrontaste esa situación?
Es cierto que me ayudó mi experiencia como atleta, mi carácter maño y una talla de 1,75 para bregar con situaciones de maniobras en las que me tenía que levantar media hora antes que los demás para esconderme y orinar sin que me vieran, todos hombres.
En el año 2.000 tuve mi primer hijo, el día antes de ponerme de parto fui a trabajar normalmente, con aquel uniforme de embarazada mis compañeros me saludaban por la mañana como si fuera un Papá Noel verde. No parí el 5 de enero en el Regimiento porque rompí aguas al levantarme.
Al volver a las 16 semanas de permiso de maternidad un jefe me dijo que tenía que ir de maniobras durante una semana al campo de “San Gregorio”, le dije que le estaba dando el pecho a mi hijo. Me llevaron al despacho del Teniente Coronel Jefe de la Plana Mayor y me dijo que era una vergüenza, que un militar lo era 24 horas. Bastante cabreado me dijo que “te hago el favor” y no vas, así que muy digna le dije que los favores me los hacía mi marido y que me iba de maniobras. Así que acampamos en, la nunca mejor llamada, “Paridera del Santísimo” y allí pasé una semana con toallitas intentando tapar la leche que me salía.
Tengo que decir que entonces no había reglamentado nada, pero empezábamos a andar y tuvimos que ceder mucho de nuestros derechos para que se nos considerara uno más.
Siempre había algún elemento que no aceptaba mujeres pero nuestro trabajo diario y nuestra forma de ser contribuyó a que al final, nos diera la sensación de que en esas unidades operativas se nos respetara como mandos. Creo que luchamos y lo conseguimos.
A principios del 2002 me destinaron con vacante de Licenciada en Derecho a una Unidad de Expedientes Adminstrativos siendo instructora de distintos tipos de expedientes, oficinas donde acabé mi labor como Capitán.
– ¿Cuándo supiste que el Ejército era hostil con las mujeres?
De vez en cuando en las Unidades salían algún elemento discordante, pero como en todos los trabajos. Yo tuve suerte, en mis inicios tuve un capitán, hoy coronel, impecable. Hay gente maravillosa, preparada y muy cabal, he tenido jefes extraordinarios. Pero Al instruir expedientes empecé a ver algunos casos que chirriaban, de vez en cuando veías solicitudes de faltas graves que eran dudosas o expedientes de resolución de compromiso que había que investigar y justificar. Fui muy escrupulosa con eso, un jefe, que me reprochó beneficiar a una mujer, luego me llamaba “misógina”. Yo sólo busqué instruir buscando la verdad más objetiva, fuera hacia el lado que fuera.