Hoy están los payasos de la discordia, aburridos porque nadie se rie de sus estupicedes, encaramados en el trapecio de la intriga, sembrando cizaña, pero solo cosecharán asco y desprecio. Seguramente, por carecer de las habilidades que sí tienen los verdaderos trapecistas, van a caer rompiéndose la parte inferior de la espalda y de paso se lesionará su triste ego. Ese es el precio que deben pagar quienes pretenden enlodar la dignidad ajena con su propia miseria moral.