Desfachatez y caradura de Carrillo
En una entrevista mantenida entre Carrillo y el historiador Ian Gibson en el año 1983, negaba el hoy homenajeado ‘don’ Santiago, su participación en la masacre, diciendo que:
«Paracuellos para mí es un nombre, un nombre que ignoraba hasta... sinceramente no sabía que existía Paracuellos. Eso puede parecer absurdo pero, viviendo en Madrid, sabía que existía Vallecas, que existía Las Ventas, que existía Tetuán, que existía Chamartín, pero Paracuellos del Jarama... ni el nombre, ni el nombre...»
Las matanzas protagonizadas por el ‘desmemoriado’ genocida Carrillo, ocurridas entre los días 7 de noviembre y 4 de diciembre de 1936, contabilizadas por Ramón Salas Larrazábal -que por su objetividad se ha ganado un lugar de honor entre los historiadores de la guerra civil- son las siguientes:
«De los 8.000 muertos de noviembre y diciembre, aproximadamente el 15 por ciento cayeron antes del día 8 de noviembre, de ellos 1.000 en números redondos el mismo día 7 y unos 400 entre el 1 y el 6. Quiere decirse que durante el período de responsabilidad de Carrillo fueron muy cerca de 7.000 los madrileños que cayeron sin juicio de ninguna clase ante las tapias de cualquier cementerio de los alrededores de Madrid y con predilección en Paracuellos del Jarama. Éste es un hecho histórico que nadie podrá negar jamás».
Estos criminales hechos, junto con la matanza también de presos políticos que tuvo lugar en la cárcel Modelo de Madrid en agosto de 1936, hechos que no fueron inventados por la ‘propaganda fascista’ sino que pudieron comprobarse, perjudicaron gravemente el prestigio y la imagen de la República, tanto en España como en el extranjero, poniendo en entredicho sus cacareados y pregonados principios de libertad, democracia y justicia.
Resulta verdaderamente bochornoso y vergonzoso que a ese genocida, después de 70 años de su ‘heroica gesta’, no sólo no lo haya purgado, ni haya pedido perdón, sino que encima estos politicastros despreciables y aborrecibles que pululan por este país, antes llamado España, en compañía de infames chaqueteros, de mangorreros de la ‘kultura’, titiriteros y demás tropa izquierdosa, se atrevieron a darle una cena-homenaje a ese nefasto y siniestro personaje, dedicándole a los postres, con premeditación, alevosía, nocturnidad y cobardía, el derribo de la estatua ecuestre del Generalísimo Franco.
En una entrevista mantenida entre Carrillo y el historiador Ian Gibson en el año 1983, negaba el hoy homenajeado ‘don’ Santiago, su participación en la masacre, diciendo que:
«Paracuellos para mí es un nombre, un nombre que ignoraba hasta... sinceramente no sabía que existía Paracuellos. Eso puede parecer absurdo pero, viviendo en Madrid, sabía que existía Vallecas, que existía Las Ventas, que existía Tetuán, que existía Chamartín, pero Paracuellos del Jarama... ni el nombre, ni el nombre...»
Las matanzas protagonizadas por el ‘desmemoriado’ genocida Carrillo, ocurridas entre los días 7 de noviembre y 4 de diciembre de 1936, contabilizadas por Ramón Salas Larrazábal -que por su objetividad se ha ganado un lugar de honor entre los historiadores de la guerra civil- son las siguientes:
«De los 8.000 muertos de noviembre y diciembre, aproximadamente el 15 por ciento cayeron antes del día 8 de noviembre, de ellos 1.000 en números redondos el mismo día 7 y unos 400 entre el 1 y el 6. Quiere decirse que durante el período de responsabilidad de Carrillo fueron muy cerca de 7.000 los madrileños que cayeron sin juicio de ninguna clase ante las tapias de cualquier cementerio de los alrededores de Madrid y con predilección en Paracuellos del Jarama. Éste es un hecho histórico que nadie podrá negar jamás».
Estos criminales hechos, junto con la matanza también de presos políticos que tuvo lugar en la cárcel Modelo de Madrid en agosto de 1936, hechos que no fueron inventados por la ‘propaganda fascista’ sino que pudieron comprobarse, perjudicaron gravemente el prestigio y la imagen de la República, tanto en España como en el extranjero, poniendo en entredicho sus cacareados y pregonados principios de libertad, democracia y justicia.
Resulta verdaderamente bochornoso y vergonzoso que a ese genocida, después de 70 años de su ‘heroica gesta’, no sólo no lo haya purgado, ni haya pedido perdón, sino que encima estos politicastros despreciables y aborrecibles que pululan por este país, antes llamado España, en compañía de infames chaqueteros, de mangorreros de la ‘kultura’, titiriteros y demás tropa izquierdosa, se atrevieron a darle una cena-homenaje a ese nefasto y siniestro personaje, dedicándole a los postres, con premeditación, alevosía, nocturnidad y cobardía, el derribo de la estatua ecuestre del Generalísimo Franco.