Aquella mañana el día nació templado, precursor de la
primavera;
España a punto de finalizar la campaña electoral y el dial de la radio iba de LA SER a LA COPE, de LA COPE a ONDA CERO, de allí a TODO
NOTICIAS. Todos se sentían ganadores, borrachos de triunfalismo; optimistas publicaban las
encuestas y los puntos que se sacaban unos a otros, cada uno barriendo para su acera, claro, ERA LA LEY DEL
JUEGO.
Recuerdo que eran las 7.36 de la mañana y de pronto comenzaron las confusas noticias y mi corazón casi dejó de latir; un sudor frío me inundó, me temblaban las manos y por un momento perdí el control. Lo primero que hice fue hacer una llamada a un móvil y nadie me respondió. Lo segundo que hice fue llamar a un fijo de Chamartín y nadie me respondió. Después puse la televisión y todo era confusión, dudas y especulaciones.
Solo quería saber el número de línea ferrovaria donde habían ocurrido los hechos. Fueron unos minutos muy largos y por fin dijeron algo; se hablaban de varias explosiones en trenes y estaciones, pero mi duda era si alguien muy querido para mí había pasado por ATOCHA camino de Chamartín. Al parecer ese tren que salió de PINTO a las 7.30 no llegó a entrar en
Madrid, lo paralizaron en EL CASAR y los viajeros fueron trasladados en autobús hasta Colón.
Tardé una hora en enterarme y fueron los 60 minutos más angustiosos de mi vida y los más largos. El
hombre volvía a ser lobo para el hombre. MALDITOS, MALDITOS, MALDITOS. ¡CUANTAS LÁGRIMAS HABÉIS HECHO DERRAMAR!