Entré yo en la escuela a los 6 años, entonces no existía...

Entré yo en la escuela a los 6 años, entonces no existía preescolar, y bien sabe Dios que no tenía ninguna gana de hacerlo pues estaba tan a gusto en mi casa, con los míos, que franquear aquella barrera de mi incorporación al mundo de los demás seres humanos, suponía para mí un tremendo esfuerzo, pues mi timidez era tal que solo pensarlo me producía un miedo atroz, un malestar y hormigueo en el estómago, que yo pensaba iba a ser incapaz de superar.
Mi primer maestro se llamaba Don Fidel, era un hombre mayor, hijo del pueblo, gran profesional, y excelente persona, allí aprendí a leer y escribir y con él probé por primera vez, los tirones de patillas y los palmetazos. En aquella época existían los castigos corporales, en la escuela, y la palmeta, para los que desconocen este artilugio, era un trozo de madera de 50 o 60. cms. de largo, 3 o 4 cms. de ancho y unos 2 cms. de grueso, con la cual cuando el alumno cometía alguna falta se le hacía estirar y abrir la mano, y en la palma de esta, se le daban unos cuantos palmetazos. De ellos recuerdo un inmediato picor u hormigueo en esa parte del cuerpo y un dolor agudo, no muy duradero. Recuerdo con acritud este tipo de castigos, que eran totalmente habituales en esta época, pero más repugnante e intolerable era, que nos hicieran formar en hilera, con 6 años, y con la mano derecha alzada. y extendida, para cantar el cara al Sol, antes de entrar en clase cada día. Lo primero, aunque impropio, puede tener algún valor organizativo o disciplinario, pero lo segundo no tiene justificación, ni razón, alguna. Aquello eran sin duda actitudes dictatoriales que nosotros como niños no comprendíamos pero, en cierto modo, hasta compartíamos pues significaba que por unos momentos disfrutábamos viéndonos convertidos en hipotéticos miembros de un ejército de enanos.
No fue por tanto tan traumático para mi, como pensaba en un principio, mi incorporación al mundo docente. Empecé a hacer amigos, a relacionarme con la gente, a conocer a los mas díscolos y
peleístas, y a empezar a aprender a luchar en la vida, luchar para ocupar un lugar en la sociedad, luchar para aprender a ser, el día de mañana, un hombre de provecho, frase esta que entonces era muy importante, en el lenguaje coloquial, y que a mi no me desagrada todavía, pero que hoy no se usa, no solo no se usa sino que se considera, por la inmensa mayoría, como retrógrada y hasta puritana.
Me ayudó también a sentirme bien, en el colegio, el hecho de que no se me diera muy mal el aprendizaje, yo iba viendo mis progresos y mis logros de cada día y eso me daba fuerzas para sentirme igual que los demás, y al menos en eso, yo diría, aunque sin jactancia alguna, que superior a muchos de mis compañeros. Aunque cierto es que en muchas otras cosas, juegos, deportes, y destreza física, tendría que ponerme a la altura de ellos, cosa que yo comprendí desde el principio que tendría que ganarme con el esfuerzo diario, con el tesón, que son los valores que yo, desde muy pequeño, comprendí, eran los únicos que tenia que utilizar, a lo largo de mi vida, para superar todos los escollos y todas las dificultades.
Recuerdo una escuela muy distinta a la de ahora, y que en algunos aspectos era más educativa que instructiva, cosa que hoy es al revés. Ya no se enseña a un niño como tiene que comportarse con un mayor, con un compañero, con un anciano. Ya no se le enseña a saludar, a respetar, a ser educado, ahora se le enseña Inglés, Informática o Tecnología, aunque esto último a veces sea hacer una pajarita u un barquíto de papel. Ahora se habla de tu al maestro y a todo el mundo, y el ser soez y mal educado es el mejor de los saludos y los respetos. Ahora no hay palmetas en la mesa del profesor. Ahora las “palmetas” están, de alguna forma, en los bancos de los alumnos, y yo desde luego puestos a elegir llevaría de nuevo una palmeta simbólica a donde estaba, pues la única forma de que los alumnos sigan aprendiendo de los maestros, es dando la autoridad a los maestros.
Así fue como yo me integré en el mundo escolar, así fue como yo empecé a vivir en un entorno extra familia, así fue como comprendí que tenía muchas cosas que hacer, en esta vida, que tenía que hacerlas por mis propios medios, con esfuerzo, con sacrificio y con trabajo y que tenía que hacerlas bien en beneficio mío, para satisfacción de toda mi familia y como miembro digno de mi sociedad.
Y ese ha sido siempre mi objetivo.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Bonita historia Manuel Lara, conceptos claros de aquellos tiempos, de situaciones que se repiten hoy día y con soluciones diferentes, y bien digo diferentes ni mejor ni peor, solo en favor de posicionarme diré que los extremos y abusos no son los más aconsejables, pero que si en algún lado hay que aportar alguna pequeña inclinación estaría a favor de lo estricto, el respeto, el esfuerzo, el sacrificio, la superación, la generosidad, etc.

Saludos
Manuel Lara Lemus. Nada que objetar a tu comentario. Estoy completamente de acuerdo, ya que, a mí me sucedió muy parecido a lo que relatas. Ahora bien, el palmetazo que de vez en cuando te caía con culpa o sin ella, nos hacía estar más pendiente de nuestros estudios que de armar jaleo en la clase. Yo por primera vez pisé la escuela a los 5 años. El maestro del pueblo, serio, pero emseñaba muy bien, decidió que los niños de 5 años fuésemos a la escuela que algo aprenderíamos para cuando fuésemos escolarizados. ... (ver texto completo)