Así es, Manuel. Otro saludo para ti.

Entré yo en la escuela a los 6 años, entonces no existía preescolar, y bien sabe Dios que no tenía ninguna gana de hacerlo pues estaba tan a gusto en mi casa, con los míos, que franquear aquella barrera de mi incorporación al mundo de los demás seres humanos, suponía para mí un tremendo esfuerzo, pues mi timidez era tal que solo pensarlo me producía un miedo atroz, un malestar y hormigueo en el estómago, que yo pensaba iba a ser incapaz de superar.
Mi primer maestro se llamaba Don Fidel, era un hombre mayor, hijo del pueblo, gran profesional, y excelente persona, allí aprendí a leer y escribir y con él probé por primera vez, los tirones de patillas y los palmetazos. En aquella época existían los castigos corporales, en la escuela, y la palmeta, para los que desconocen este artilugio, era un trozo de madera de 50 o 60. cms. de largo, 3 o 4 cms. de ancho y unos 2 cms. de grueso, con la cual cuando el alumno cometía alguna falta se le hacía estirar y abrir la mano, y en la palma de esta, se le daban unos cuantos palmetazos. De ellos recuerdo un inmediato picor u hormigueo en esa parte del cuerpo y un dolor agudo, no muy duradero. Recuerdo con acritud este tipo de castigos, que eran totalmente habituales en esta época, pero más repugnante e intolerable era, que nos hicieran formar en hilera, con 6 años, y con la mano derecha alzada. y extendida, para cantar el cara al Sol, antes de entrar en clase cada día. Lo primero, aunque impropio, puede tener algún valor organizativo o disciplinario, pero lo segundo no tiene justificación, ni razón, alguna. Aquello eran sin duda actitudes dictatoriales que nosotros como niños no comprendíamos pero, en cierto modo, hasta compartíamos pues significaba que por unos momentos disfrutábamos viéndonos convertidos en hipotéticos miembros de un ejército de enanos.
No fue por tanto tan traumático para mi, como pensaba en un principio, mi incorporación al mundo docente. Empecé a hacer amigos, a relacionarme con la gente, a conocer a los mas díscolos y
peleístas, y a empezar a aprender a luchar en la vida, luchar para ocupar un lugar en la sociedad, luchar para aprender a ser, el día de mañana, un hombre de provecho, frase esta que entonces era muy importante, en el lenguaje coloquial, y que a mi no me desagrada todavía, pero que hoy no se usa, no solo no se usa sino que se considera, por la inmensa mayoría, como retrógrada y hasta puritana.
Me ayudó también a sentirme bien, en el colegio, el hecho de que no se me diera muy mal el aprendizaje, yo iba viendo mis progresos y mis logros de cada día y eso me daba fuerzas para sentirme igual que los demás, y al menos en eso, yo diría, aunque sin jactancia alguna, que superior a muchos de mis compañeros. Aunque cierto es que en muchas otras cosas, juegos, deportes, y destreza física, tendría que ponerme a la altura de ellos, cosa que yo comprendí desde el principio que tendría que ganarme con el esfuerzo diario, con el tesón, que son los valores que yo, desde muy pequeño, comprendí, eran los únicos que tenia que utilizar, a lo largo de mi vida, para superar todos los escollos y todas las dificultades.
Recuerdo una escuela muy distinta a la de ahora, y que en algunos aspectos era más educativa que instructiva, cosa que hoy es al revés. Ya no se enseña a un niño como tiene que comportarse con un mayor, con un compañero, con un anciano. Ya no se le enseña a saludar, a respetar, a ser educado, ahora se le enseña Inglés, Informática o Tecnología, aunque esto último a veces sea hacer una pajarita u un barquíto de papel. Ahora se habla de tu al maestro y a todo el mundo, y el ser soez y mal educado es el mejor de los saludos y los respetos. Ahora no hay palmetas en la mesa del profesor. Ahora las “palmetas” están, de alguna forma, en los bancos de los alumnos, y yo desde luego puestos a elegir llevaría de nuevo una palmeta simbólica a donde estaba, pues la única forma de que los alumnos sigan aprendiendo de los maestros, es dando la autoridad a los maestros.
Así fue como yo me integré en el mundo escolar, así fue como yo empecé a vivir en un entorno extra familia, así fue como comprendí que tenía muchas cosas que hacer, en esta vida, que tenía que hacerlas por mis propios medios, con esfuerzo, con sacrificio y con trabajo y que tenía que hacerlas bien en beneficio mío, para satisfacción de toda mi familia y como miembro digno de mi sociedad.
Y ese ha sido siempre mi objetivo.

Manuel Lara Lemus. Nada que objetar a tu comentario. Estoy completamente de acuerdo, ya que, a mí me sucedió muy parecido a lo que relatas. Ahora bien, el palmetazo que de vez en cuando te caía con culpa o sin ella, nos hacía estar más pendiente de nuestros estudios que de armar jaleo en la clase. Yo por primera vez pisé la escuela a los 5 años. El maestro del pueblo, serio, pero emseñaba muy bien, decidió que los niños de 5 años fuésemos a la escuela que algo aprenderíamos para cuando fuésemos escolarizados. ¡Y ya lo creo que aprendimos! Cuando comenzó el nuevo curso ya sabíamos leer, escribir, sumar y restar. ¡Ahí es nada!

En cuanto a cantar el Cara al Sol en mi escuela nunca lo cantábamos, ni tampoco se izaba la bandera. Eso sí, el sábado iba el cura a meternos el catecismo. Bueno, mira, no estaba ni bien ni mal.

Una de las cosas que siempre he dicho en este foro es que se aprendía de todo en la escuela: formación, educación, respeto, respeto a los ancianos y en general a todas las personas ¡Ah!, y el maestro era respetado tanto por los escolares como por la gente mayor del pueblo. Salíamos mejor preparados en todo. A veces se me dice que la enseñanza no era universal, era para los ricos. Mentira, en los pueblos la enseñanza era abierta, separa: niños por un lado y niñas por otro y obligatoria hasta los 14 años. Es posible que los buenos alumnos de una escuela nacional no pudiera seguir los estudios en la capital. Pero en la capital, todos recibían enseñanza y el que valía estudiaba el bachiller. Y el que no daba más de sí, pues hacía Formación Profesional.

Un saludo.

Ya es bueno que nos vayamos interesando por estos valores y que la educación en la escuela vaya por ahí, no creo yo que ningún padre se molestara por ello. Hay que volver a dar importancia a la cultura, la cultura hace libres a las personas sin ella es muy difícil, por no decir imposible, solucionar nuestros problemas porque siempre te engañarán y abusarán de ti. Un saludo

Así es, Manuel. Otro saludo para ti.