GREGORIO EL SILLERO...

GREGORIO EL SILLERO
Había en mi calle, muy cerca de casa, un Sr. que tenía un taller de carpintería muy pequeño y rudimentario en el que se hacían muchas cosas, todas ellas maravillosas para mi, porque el las hacía con la mano, muy artesanalmente, y esto para un niño de pocos años era todo un lujo porque me permitía ver la transformación que iba surgiendo en aquellos trozos de madera o eneas cuando el hacía una puerta, elaboraba un dornillo, o ponía el culo a una silla. Ya que este Gregorio era un manítas y todo lo hacía con gran perfección y como su principal ocupación era la de hacer sillas en mi pueblo le llamaban Gregorio el “silletero”, por Andalucía somos así lo mismo nos comemos una sílaba, cuando hablamos, o la añadimos, generosamente, como es el caso, Gregorio el sillero era pues para todos nosotros Gregorio el silletero.

Luego yo descubrí que Gregorio era de mi familia, era primo de mi madre, y por eso yo pasaba muchos ratos con él en su carpintería porque ademas en aquella época Gregorio era soltero y le gustaban mucho los niños, él se casaría ya muy mayor aunque también tuvo dos hijos, varón y hembra, heredando el hijo las habilidades de su padre para hacer trabajos artesanales y hasta
artísticos

Yo decía en mi casa que de mayor quería se como Gregorio seguramente por los ratos tan buenos que me pasaba allí con él viéndole trabajar, oliendo a virutas y a serrín, que es un olor muy característico y que a mi particularmente me encantaba.

De todos aquellos trabajos el más complicado, el más difícil y al mismo tiempo el más artesanal era el fabricar un dornillo.
El dornillo es un recipiente hecho de madera que tiene forma de semiesfera hueca, con un grosor aproximado de unos 3 cms y diversos tamaños que por Jaén utilizamos para comer en él el gazpacho o la pipirrana, porque además de dar a estos alimentos un buen sabor era un recipiente irrompible e ideal para meterlo en la talega, todos los días, de los hombres del campo para que allí pudieran ellos preparar se esas comidas tan típicas sin temor a que se rompiera esa peculiar vajilla. Y ahora viene lo difícil: Gregorio cogía un trozo de tronco de olivo, cortaba un trozo a modo de cubo, lo ponía sobre un banco de trabajo y con una hacha muy pequeña, y otros instrumentos a modo de espiocha o azada, muy pequeñas iba sacando astillas, con una envidiable paciencia y oficio e iba consiguiendo que aquella madera a base de golpes se convirtiera en un magnífico dornillo en el que comer con sopa o con cuchara, toda la familia. Ahora los suelen hacer con un torno pero el tío Gregorio lo hacia solo con sus manos.