EL MARQUÉS...

EL MARQUÉS

Era costumbre en todos los pueblos de nuestro país que cada familia tuviera su apodo, que se iba heredando de generación en generación, tal vez porque de aquella manera se conocían más facilmente los vecinos y se simplificaba enormemente la comunicación entre ellos, tanto hablada como escrita, porque entonces había muchos analfabetos.

En Fuensanta, como no, también existían y no todos ellos eran agradables pues los había de palabras malsonantes e incluso ofensivas y si te tocaba uno de esos te tenías que aguantar. En cambio otros eran agradables, yo diría que hasta muy beneficiosos para aquella familia.

El caso que quiero contar es de esos que favorecen porque se trata de regalarte un título nobiliario sin que en realidad tÚ vengas de esa estirpe. En mi pueblo había una familia cuyo apodo era Marqués. Era una familia que se dedicaba al comercio de telas y de zapatos, además de tener propiedades en fincas de olivos. El matrimonio tuvo 4 hijos una hembra y tres varones y el mayor de los varones es el personaje que hoy me ocupa.

Se llamaba Pepe el Marquez, era un hombre muy tranquilo y muy pacífico además de muy amable y simpático y solo tenia dos defectos fumaba mucho y bebía mucha cerveza, siempre botellines de la Cruz del Campo. Pepe se casó ya mayor con una mujer excelente que se llama Antonia y no tuvieron hijos. Pepe era un poco socarrón y muy amigo de la chaza, el decía que si alguna vez era acalde iba llevar la parada de autobús a Marivela porque como siempre estuvo en la puerta de su casa, o sea en la plaza de abajo, a él le despertaban cada día a las 7.30 de a mañana. Otra cosa que el decía mucho es que cuando llegaba el verano la alberca del Perralejo había que llenarla de gazpacho, o mejor de cerveza, para estar todo el día allí dentro bebiendo y nadando con el fresquito.
A Pepe en una ocasión yo le vi pedir una docena de pajarillos y una docena de botellines de cerveza. Para él solo. Fue en la caseta del Casino, en la fiesta y en la Plaza de arriba. El camarero le dijo: Pero Pepe donde están los otros de la reunión. Y el le contestó: Tú ponlos aquí que ya verás lo que me van a durar. Era una excelente persona, amigo de todo el mundo, y el disfrutaba a su manera con sus dichos y con sus hechos.

Murió muy joven, tendría unas 50 y pocos años, yo estuve presente en este suceso. Resulta que era verano y Pepe estaba en Torredelmar con su mujer en el apartemento que tenía allí su hermana María. Estaba también su íntimo amigo Luis Díaz. por entonces alcalde de Fuensanta, y nosotros Laly y yo con los dos níños que estábamos allí también de vacaciones. Decidímos irnos todos a las afueras del pueblo y pasar el día allí comiendo en la playa. Llegamos las mujeres se pusieron a tomar el sol, nosotros nos fuimos a un chiringuito que había allí a tomar unas cervezas. Después nos fuimos a comer y al terminar Pepe se sintió mal, le dió un dolor en el pecho, su hermana y su mujer lo llevaron hacia el coche y se dirigieron al ambulatorio, pero al llegar a Torredelmar, el médico lo vio dentro del coche y certificó que ya estaba muerto, había sufrido un infarto. Entonces le dijo a las mujeres que había que sacarlo del coche y su hermana, desoyendo al médico, arrancó el Seat 600 y ella conduciendo y su mujer sujetándolo desde los asientos de atrás le llevaron a Fuensanta para enterrarlo allí. Fue una temeridad, aquello le pudo costar un disgusto a María pero sucedió que aquel año murió Franco, hubo una amnistía y eso le libró de un juicio y tal vez de una fuerte condena. Yo aquella noche me vine al entierro que fue multitudinario porque como ya dije Pepe el Marqués era un personaje muy querido entre todos los fuensanteños.