SORIA
Si hay un provincia en el territorio nacional que pudiéramos considerar más olvidada e ignorada esa es Soria. Con una situación geográfica apartada, con un clima extremo en el que el frío ocupa un lugar preferente y con un terreno de estepa en el que no abunda, ni el agua ni la tierra fértil, es obvio que Soria no es una provincia privilegiada. Sin embargo si uno se acerca a visitarla, si conoce su patrimonio artístico y cultural: Medinaceli y su arco romano, Almazán y su plaza mayor, las maravillas del Burgo de Osma, las ruinas de. claustro San Juan de Duero, la Ermita de San Saturio a las orillas del Duero, donde Antonio Machado escribió sus poesías y ademas conoce a sus gentes, entonces cambia totalmente de opinión y de actitud y tiene que admitir que Soria, es una provincia y una ciudad, que atrae y convence, que impacta por muchas cosas pero sobre todo por la sencillez, la
honestidad, la seriedad, la austeridad y la hospitalidad de sus gentes que son un ejemplo de esfuerzo, de sacrificio, de resignación y de una serie de valores que hacen de ellos unos seres dignos de querer, de admirar y, en muchas, muchas, cosas de aplaudir y de imitar.
Yo conozco mejor la parte sur de esta provincia, estuve allí de Maestro durante dos cursos, recorrí y pateé toda Soria y puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que Somaén, el pueblo en que yo estuve trabajando en un referente muy importante en mi vida, aprendí mucho de ellos y después de 50 años los llevo y llevaré, siempre, dentro de mi corazón.
Y eran unos 300 habitantes todos ellos adorables, respetuosos, agradecidos y generosos. Unos 15 alumnos que asistían a diario a clase, que pasaban frío conmigo al rededor de aquella antigua estufa de carbón, en invierno, o que retozaban por los prados, en días de primavera que solíamos salir a clase por el campo, que tenían unas ansias por aprender, por prepararse un futuro mejor y que eran obedientes, cariñosos y respetuosos. Un sacerdote, Don Severino, que era un amigo incondicional, un extraordinario cura con el que me acercaba a Dios y otro amigo, solterón del pueblo, Felix ya fallecido, con el que me acercaba a las fiestas, a las tradiciones y a las copas, y con el que recorría Guadalajara, Soria y Zaragoza, disfrutando de mis 25 años, de mi 600, de todo lo que aquella región de España me ofrecía. Y no sería justo si me olvidara de la familia de Jesús, su mujer y su hermana, un crío, y una cría preciosa que correteaba por el bar, que eran los dueños del restaurante donde yo comía y donde me hospedé, como uno más de la familia, aquellos dos cursos. A todos ellos los somaenenses y a todos los más íntimos, que viven todavía, un abrazo muy fuerte y mi eterna gratitud.
Merece la pena que uno pueda ser útil profesionalmente, a 500 Kms, de distancia, aunque solo sea por un reducido grupo de padres y de niños, porque ellos merecen el máximo de atención y de respeto y porque precisamente eso, sus limitaciones en otras muchos servicios, su escasez de medios y su necesidad les hacen acreedores de nuestra ayuda y de nuestro cariño.
Soria, extraordinaria, sus gentes maravillosas y el cordero asado con cepas de vid, como lo hacía Jesús, para chuparse los dedos. Soria también merece la pena.
Si hay un provincia en el territorio nacional que pudiéramos considerar más olvidada e ignorada esa es Soria. Con una situación geográfica apartada, con un clima extremo en el que el frío ocupa un lugar preferente y con un terreno de estepa en el que no abunda, ni el agua ni la tierra fértil, es obvio que Soria no es una provincia privilegiada. Sin embargo si uno se acerca a visitarla, si conoce su patrimonio artístico y cultural: Medinaceli y su arco romano, Almazán y su plaza mayor, las maravillas del Burgo de Osma, las ruinas de. claustro San Juan de Duero, la Ermita de San Saturio a las orillas del Duero, donde Antonio Machado escribió sus poesías y ademas conoce a sus gentes, entonces cambia totalmente de opinión y de actitud y tiene que admitir que Soria, es una provincia y una ciudad, que atrae y convence, que impacta por muchas cosas pero sobre todo por la sencillez, la
honestidad, la seriedad, la austeridad y la hospitalidad de sus gentes que son un ejemplo de esfuerzo, de sacrificio, de resignación y de una serie de valores que hacen de ellos unos seres dignos de querer, de admirar y, en muchas, muchas, cosas de aplaudir y de imitar.
Yo conozco mejor la parte sur de esta provincia, estuve allí de Maestro durante dos cursos, recorrí y pateé toda Soria y puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que Somaén, el pueblo en que yo estuve trabajando en un referente muy importante en mi vida, aprendí mucho de ellos y después de 50 años los llevo y llevaré, siempre, dentro de mi corazón.
Y eran unos 300 habitantes todos ellos adorables, respetuosos, agradecidos y generosos. Unos 15 alumnos que asistían a diario a clase, que pasaban frío conmigo al rededor de aquella antigua estufa de carbón, en invierno, o que retozaban por los prados, en días de primavera que solíamos salir a clase por el campo, que tenían unas ansias por aprender, por prepararse un futuro mejor y que eran obedientes, cariñosos y respetuosos. Un sacerdote, Don Severino, que era un amigo incondicional, un extraordinario cura con el que me acercaba a Dios y otro amigo, solterón del pueblo, Felix ya fallecido, con el que me acercaba a las fiestas, a las tradiciones y a las copas, y con el que recorría Guadalajara, Soria y Zaragoza, disfrutando de mis 25 años, de mi 600, de todo lo que aquella región de España me ofrecía. Y no sería justo si me olvidara de la familia de Jesús, su mujer y su hermana, un crío, y una cría preciosa que correteaba por el bar, que eran los dueños del restaurante donde yo comía y donde me hospedé, como uno más de la familia, aquellos dos cursos. A todos ellos los somaenenses y a todos los más íntimos, que viven todavía, un abrazo muy fuerte y mi eterna gratitud.
Merece la pena que uno pueda ser útil profesionalmente, a 500 Kms, de distancia, aunque solo sea por un reducido grupo de padres y de niños, porque ellos merecen el máximo de atención y de respeto y porque precisamente eso, sus limitaciones en otras muchos servicios, su escasez de medios y su necesidad les hacen acreedores de nuestra ayuda y de nuestro cariño.
Soria, extraordinaria, sus gentes maravillosas y el cordero asado con cepas de vid, como lo hacía Jesús, para chuparse los dedos. Soria también merece la pena.
Acabo de publicar mi primera novela, pero no voy ha hablar de ella en respuesta a su mensaje, sería absurdo.
Solo quería comunicarle, la magia que ha sabido transmitir en un breve texto, trasladándonos 50 años, para recorrer, 50 hermosas vivencias.
Si no escribe, debería planteárselo.
Un más que afectuoso saludo. Y de nuevo felicidades.
Solo quería comunicarle, la magia que ha sabido transmitir en un breve texto, trasladándonos 50 años, para recorrer, 50 hermosas vivencias.
Si no escribe, debería planteárselo.
Un más que afectuoso saludo. Y de nuevo felicidades.