NIÑOS
Esta semana ha empezado el curso escolar en Andalucía y las aulas han abierto sus puertas para recoger a sus clientes habituales después de su limpieza y puesta a punto una vez finalizado el periodo vacacional. Los maestros, aunque jubilados, no podemos dejar pasar desapercibidos todos los acontecimientos que tienen relación con la escuela de la que nos sentimos parte integrante aunque ya no estemos vinculados laboralmente a ella.
Las calles del pueblo han vuelto a tener movimiento activo con la presencia en ellas de toda la chiquillería y de muchas madres que acompañan a los más pequeños en este trance, tan relevante, que les hace desprenderse de su mamá unas cuantas horas cada día, cambiando su hogar habitual por la escuela en la que conocerá a muchos compañeros, iguales a él, que muy pronto le harán olvidar ese primer llanto inevitable y le darán su compañía y su amistad para que juntos constituyan una nueva forma de jugar y de divertirse a la vez que inician su camino hacia una larga formación y preparación para la vida que, junto con la colaboración y la ayuda de sus padres, le harán conseguir la formación integral necesaria para su futuro familiar y profesional.
Y es muy bonito ver a los niños por la calle, como antes, como toda la vida, porque los niños son la alegría de la casa pero también la esencia de la sociedad, la continuidad de la misma y la seguridad de un futuro en el que ellos serán los protagonistas.
Hay una realidad que a mi siempre me ha parecido un tanto superficial y hasta egoísta, por parte de la mayoría de los padres, en cuanto a su comportamiento y actuación en el colegio en relación con la educación de sus hijos y es su excesiva preocupación por ella cuando son pequeños y tan escasa o casi nula a medida que se van haciendo mayores y sobretodo en los últimos años de la escuela.
Y es que en esos primeros años nuestros hijos son preciosos, no tienen notas, son todos inteligentes y non parecen perfectos y maravillosos.
En la medida que crecen, empiezan a mostrar sus fallos o defectos, cosa muy natural y muy normal entre seres humanos, cuando obtienen unas notas no tan boyantes, cuando reciben notificaciones desfavorables del tutor, es cuando los padres y madres empiezan a distanciarse del colegio, empiezan incluso a considerar que sus hijos están siendo perjudicados o mal tratados, por tal o cual profesora o profesor, y entonces sucede que el colegio se convierte en un enemigo al que hay que enfrentarse, al que hay que atacar. Llegando en muchos casos hasta agredir al profesor como responsable del fracaso de su hijo.
Yo lamento que alguien se pueda molestar por esto que yo manifiesto, con mi experiencia de casi 40 años de profesional de la enseñanza, pero lo digo porque la escuela es una segunda casa y los padres y el maestro, o el colegio, deben estar completamente unidos y de acuerdo para poder obtener los mejores resultados en la educación de un alumno. Nunca un padre debe hablar mal de un profesor en presencia de su hijo porque en ese momento se está cargando la autoridad del docente y la credibilidad del centro. Si tiene quejas debe llevarlas al colegio, a la inspección o al consejero de educación, defendiendo sus derechos, pero ante su hijo el colegio y sus profesores siempre deben ser respetados por los padres porque eso es lo mejor para el niño y sobretodo para el buen desarrollo de su educación.
Que sea este un buen curso para todos los alumnos, que saquen las mejores notas en sus materias, que el Gobierno Autonómico conceda el mayor número de ayudas posibles para esos padres a los que les es imposible comprar los libros de texto de sus hijos o pagar el comedor escolar y que la familia y el colegio luchen juntos por la mejor educación de cada niño porque ese es el único camino de ayudarle a conseguir los mejores resultados finales.
Esta semana ha empezado el curso escolar en Andalucía y las aulas han abierto sus puertas para recoger a sus clientes habituales después de su limpieza y puesta a punto una vez finalizado el periodo vacacional. Los maestros, aunque jubilados, no podemos dejar pasar desapercibidos todos los acontecimientos que tienen relación con la escuela de la que nos sentimos parte integrante aunque ya no estemos vinculados laboralmente a ella.
Las calles del pueblo han vuelto a tener movimiento activo con la presencia en ellas de toda la chiquillería y de muchas madres que acompañan a los más pequeños en este trance, tan relevante, que les hace desprenderse de su mamá unas cuantas horas cada día, cambiando su hogar habitual por la escuela en la que conocerá a muchos compañeros, iguales a él, que muy pronto le harán olvidar ese primer llanto inevitable y le darán su compañía y su amistad para que juntos constituyan una nueva forma de jugar y de divertirse a la vez que inician su camino hacia una larga formación y preparación para la vida que, junto con la colaboración y la ayuda de sus padres, le harán conseguir la formación integral necesaria para su futuro familiar y profesional.
Y es muy bonito ver a los niños por la calle, como antes, como toda la vida, porque los niños son la alegría de la casa pero también la esencia de la sociedad, la continuidad de la misma y la seguridad de un futuro en el que ellos serán los protagonistas.
Hay una realidad que a mi siempre me ha parecido un tanto superficial y hasta egoísta, por parte de la mayoría de los padres, en cuanto a su comportamiento y actuación en el colegio en relación con la educación de sus hijos y es su excesiva preocupación por ella cuando son pequeños y tan escasa o casi nula a medida que se van haciendo mayores y sobretodo en los últimos años de la escuela.
Y es que en esos primeros años nuestros hijos son preciosos, no tienen notas, son todos inteligentes y non parecen perfectos y maravillosos.
En la medida que crecen, empiezan a mostrar sus fallos o defectos, cosa muy natural y muy normal entre seres humanos, cuando obtienen unas notas no tan boyantes, cuando reciben notificaciones desfavorables del tutor, es cuando los padres y madres empiezan a distanciarse del colegio, empiezan incluso a considerar que sus hijos están siendo perjudicados o mal tratados, por tal o cual profesora o profesor, y entonces sucede que el colegio se convierte en un enemigo al que hay que enfrentarse, al que hay que atacar. Llegando en muchos casos hasta agredir al profesor como responsable del fracaso de su hijo.
Yo lamento que alguien se pueda molestar por esto que yo manifiesto, con mi experiencia de casi 40 años de profesional de la enseñanza, pero lo digo porque la escuela es una segunda casa y los padres y el maestro, o el colegio, deben estar completamente unidos y de acuerdo para poder obtener los mejores resultados en la educación de un alumno. Nunca un padre debe hablar mal de un profesor en presencia de su hijo porque en ese momento se está cargando la autoridad del docente y la credibilidad del centro. Si tiene quejas debe llevarlas al colegio, a la inspección o al consejero de educación, defendiendo sus derechos, pero ante su hijo el colegio y sus profesores siempre deben ser respetados por los padres porque eso es lo mejor para el niño y sobretodo para el buen desarrollo de su educación.
Que sea este un buen curso para todos los alumnos, que saquen las mejores notas en sus materias, que el Gobierno Autonómico conceda el mayor número de ayudas posibles para esos padres a los que les es imposible comprar los libros de texto de sus hijos o pagar el comedor escolar y que la familia y el colegio luchen juntos por la mejor educación de cada niño porque ese es el único camino de ayudarle a conseguir los mejores resultados finales.