SOLOS.
Se pasa uno toda la vida luchando en favor de la unidad familiar, primero en la casa de tus padres, en mi infancia ayudando, de alguna forma, a mantener esa unidad lo más sólida posible, y lo más preparada, económicamente, para cumplir con su misión que es obvio era la la de proporcionar a esa unidad, y a todos sus miembros, una protección y un bienestar óptimos.
Luego cuando llega la hora de formar su propia familia empieza el trabajo más duro, el más responsable, el más intenso. La vivienda, todos sus muebles y equipamiento, la llegada de los hijos, su cuidado, su crianza, su educación, su enseñanza y preparación para un futuro digno. Y esto ocupa toda una vida, desde los 20 o 30 años hasta la jubilación o sea ahora, hasta los 65 años.
Y en todo este periodo de tiempo hay que tener en cuenta los inconvenientes y transformaciones que dentro del ámbito familiar se han producido por la evolución de la sociedad, por la aparición de cambios estructurales que ha producido la aceptación general del divorcio y la consecución por parte de la mujer, cosa extraordinariamente lícita y justa, de una reivindicación de sus derechos equiparándolos a la de los hombres.
Y además, por si eso fuera poco la sociedad y la política se encargan de echar más leña al fuego del hogar tradicional y aparecen las parejas de hecho, los matrimonios de parejas del mismo sexo y la familia se transforma en un producto diverso, cada forma nueva con sus peculiaridades, con sus matices y con sus problemas que no ayudan a que esa familia sea segura, estable y duradera, temporalmente como lo era, con todos sus defectos y sus dramas, en tiempos de nuestros abuelos.
En definitiva los que tenemos 74 años, y no estamos divorciados, hemos pasado toda nuestra vida luchando, trabajando, y dándolo todo por nuestra familia e incluso sufriendo los inconveniente y dificultades de aquella familia tradicional en beneficio de nuestros hijos. Pero es que ahora se da el caso también que muchos abuelos están sufriendo las separaciones de los matrimonios de sus hijos y están aportando su ayuda personal y también económica a los efectos de esa nueva concepción
del matrimonio y la familia actual, además de los derivados de esta brutal crisis económica que ahora padecemos.
Y ahora cuando llegas a esa edad en la que necesitas descanso, tranquilidad, ayuda, que yo creo mereces después de más de setenta años te encuentras solo, con tu mujer, y te sientes un poco abandonado, un poco rechazado, y muy triste, porque tus hijos están lejos tienen sus propios problemas, los ves muy de tarde en tarde, a tus nietos algunos casi ni los puedes ver. Y uno se pregunta: ¿Qué habremos hecho mal? ¿Por qué no podemos disfrutar más de nuestra familia? ¿Por qué nosotros tuvimos que dar tanto a nuestros padres y estos hijos nuestros ni nos escuchan?
Esto piensa uno en los malos momentos, en los buenos uno piensa que tiene los mejores hijos del mundo, que tiene los nietos más guapos y más buenos del mundo y da gracias a Dios porque estamos todavía aquí para quererlos, para esperarlos y para estar orgullosos de ser sus padres y sus abuelos..
Se pasa uno toda la vida luchando en favor de la unidad familiar, primero en la casa de tus padres, en mi infancia ayudando, de alguna forma, a mantener esa unidad lo más sólida posible, y lo más preparada, económicamente, para cumplir con su misión que es obvio era la la de proporcionar a esa unidad, y a todos sus miembros, una protección y un bienestar óptimos.
Luego cuando llega la hora de formar su propia familia empieza el trabajo más duro, el más responsable, el más intenso. La vivienda, todos sus muebles y equipamiento, la llegada de los hijos, su cuidado, su crianza, su educación, su enseñanza y preparación para un futuro digno. Y esto ocupa toda una vida, desde los 20 o 30 años hasta la jubilación o sea ahora, hasta los 65 años.
Y en todo este periodo de tiempo hay que tener en cuenta los inconvenientes y transformaciones que dentro del ámbito familiar se han producido por la evolución de la sociedad, por la aparición de cambios estructurales que ha producido la aceptación general del divorcio y la consecución por parte de la mujer, cosa extraordinariamente lícita y justa, de una reivindicación de sus derechos equiparándolos a la de los hombres.
Y además, por si eso fuera poco la sociedad y la política se encargan de echar más leña al fuego del hogar tradicional y aparecen las parejas de hecho, los matrimonios de parejas del mismo sexo y la familia se transforma en un producto diverso, cada forma nueva con sus peculiaridades, con sus matices y con sus problemas que no ayudan a que esa familia sea segura, estable y duradera, temporalmente como lo era, con todos sus defectos y sus dramas, en tiempos de nuestros abuelos.
En definitiva los que tenemos 74 años, y no estamos divorciados, hemos pasado toda nuestra vida luchando, trabajando, y dándolo todo por nuestra familia e incluso sufriendo los inconveniente y dificultades de aquella familia tradicional en beneficio de nuestros hijos. Pero es que ahora se da el caso también que muchos abuelos están sufriendo las separaciones de los matrimonios de sus hijos y están aportando su ayuda personal y también económica a los efectos de esa nueva concepción
del matrimonio y la familia actual, además de los derivados de esta brutal crisis económica que ahora padecemos.
Y ahora cuando llegas a esa edad en la que necesitas descanso, tranquilidad, ayuda, que yo creo mereces después de más de setenta años te encuentras solo, con tu mujer, y te sientes un poco abandonado, un poco rechazado, y muy triste, porque tus hijos están lejos tienen sus propios problemas, los ves muy de tarde en tarde, a tus nietos algunos casi ni los puedes ver. Y uno se pregunta: ¿Qué habremos hecho mal? ¿Por qué no podemos disfrutar más de nuestra familia? ¿Por qué nosotros tuvimos que dar tanto a nuestros padres y estos hijos nuestros ni nos escuchan?
Esto piensa uno en los malos momentos, en los buenos uno piensa que tiene los mejores hijos del mundo, que tiene los nietos más guapos y más buenos del mundo y da gracias a Dios porque estamos todavía aquí para quererlos, para esperarlos y para estar orgullosos de ser sus padres y sus abuelos..