EL AGUARDIENTE.
Esta bebida alcohólica, también denominada el anís, de muy fuerte graduación, en torno a 40º, es de origen árabe que fueron los que en la Edad Media utilizaron la destilación en alambiques de la semilla de la planta llamada matalahuga o matalahúva de la cual se obtiene este licor.
Todas las palabras: alambique, alcohol, matalahúga y matalahúva son por tanto de origen totalmente árabe y que pasaron después a formar parte de nuestro lenguaje..
Existen en el mercado muchas marcas de aguardiente pero todas ellas suelen elaborar el anís seco o el anís dulce, este último algunos fabricantes lo vendían introduciendo dentro del botella una rama de matalahúga y le llamaban anís escarchado, más adelante explicaré algo al respecto que me sucedió a mi con una botella de esta clase de aguardiente..
Esta es una bebida que a mi nunca me gustó porque es muy fuerte y se agarra a la garganta produciendo una sensación de quemazón y de escozor bastante desagradable.
Pero el motivo por el cual he decidido hoy escribir sobre el aguardiente es porque esta bebida ha sido antiguamente, y aún lo sigue siendo tal vez no con tanta intensidad en la actualidad, la bebida alcohólica más popular y más consumida, a parte del vino, en todos los pueblos y ciudades del extenso ámbito rural de nuestro país.
El desayuno inicial de los obreros del campo y de empresarios agrícolas, además de otros trabajadores de otros ramos, era una manzanilla y una copa de anís. Al menos en el panorama laboral del campo andaluz donde era habitual acudir a los bares por la mañana, antes de iniciar la faena, para contratar a los obreros y para decidir el lugar y el trabajo a realizar.
Yo me atrevo a decir que esta era, en aquella época, mediados del siglo XX, el único cepillo y pasta
de dientes que utilizaban la mayoría de los hombres, y eso unido al tabaco, que también todo el mundo consumía, originaba que a los 40 años todo el mundo andaba sin dientes y necesitaba dentadura postiza. A veces era también un inicio a la bebida porque cuando la copa era una, no pasaba nada, te la tomabas, te aclarabas y limpiabas la garganta, camuflabas el mal sabor de boca y a trabajar, pero si te tomabas 3 o 4 copas ya te habías convertido en un alcohólico en potencia.
Además esto a lo largo de toda la vida hacía que muchas personas mayores se sintieran aficionadas a esa copita de anís mañanera que no perdonaban por nada de este mundo. Ese era el caso de mi abuelo Pablo con el que mi familia y yo convivíamos él tenía siempre una botella de anís escarchado en la alacena de su dormitorio, que ambos compartíamos, el dormitorio se entiende. Se levantaba todas las mañanas y lo primero que hacía era abrir la alacena y tomarse un trago de aquel tan dulce manjar.
Una de esas mañana quien se levantó fui yo a recoger un libro de los que guardaba allí, para estudiarme la lección. Pero tuve la mala suerte de tirar la botella al suelo y desparramar por todo el pavimento aquel pegajoso líquido que mi abuelo adoraba. Él me quería mucho, pero quería más a su anís, en aquel momento, porque me dijo, todo enfadado: Puñetero esto es lo peor que tú podías hacer a tu abuelo.
Esta bebida alcohólica, también denominada el anís, de muy fuerte graduación, en torno a 40º, es de origen árabe que fueron los que en la Edad Media utilizaron la destilación en alambiques de la semilla de la planta llamada matalahuga o matalahúva de la cual se obtiene este licor.
Todas las palabras: alambique, alcohol, matalahúga y matalahúva son por tanto de origen totalmente árabe y que pasaron después a formar parte de nuestro lenguaje..
Existen en el mercado muchas marcas de aguardiente pero todas ellas suelen elaborar el anís seco o el anís dulce, este último algunos fabricantes lo vendían introduciendo dentro del botella una rama de matalahúga y le llamaban anís escarchado, más adelante explicaré algo al respecto que me sucedió a mi con una botella de esta clase de aguardiente..
Esta es una bebida que a mi nunca me gustó porque es muy fuerte y se agarra a la garganta produciendo una sensación de quemazón y de escozor bastante desagradable.
Pero el motivo por el cual he decidido hoy escribir sobre el aguardiente es porque esta bebida ha sido antiguamente, y aún lo sigue siendo tal vez no con tanta intensidad en la actualidad, la bebida alcohólica más popular y más consumida, a parte del vino, en todos los pueblos y ciudades del extenso ámbito rural de nuestro país.
El desayuno inicial de los obreros del campo y de empresarios agrícolas, además de otros trabajadores de otros ramos, era una manzanilla y una copa de anís. Al menos en el panorama laboral del campo andaluz donde era habitual acudir a los bares por la mañana, antes de iniciar la faena, para contratar a los obreros y para decidir el lugar y el trabajo a realizar.
Yo me atrevo a decir que esta era, en aquella época, mediados del siglo XX, el único cepillo y pasta
de dientes que utilizaban la mayoría de los hombres, y eso unido al tabaco, que también todo el mundo consumía, originaba que a los 40 años todo el mundo andaba sin dientes y necesitaba dentadura postiza. A veces era también un inicio a la bebida porque cuando la copa era una, no pasaba nada, te la tomabas, te aclarabas y limpiabas la garganta, camuflabas el mal sabor de boca y a trabajar, pero si te tomabas 3 o 4 copas ya te habías convertido en un alcohólico en potencia.
Además esto a lo largo de toda la vida hacía que muchas personas mayores se sintieran aficionadas a esa copita de anís mañanera que no perdonaban por nada de este mundo. Ese era el caso de mi abuelo Pablo con el que mi familia y yo convivíamos él tenía siempre una botella de anís escarchado en la alacena de su dormitorio, que ambos compartíamos, el dormitorio se entiende. Se levantaba todas las mañanas y lo primero que hacía era abrir la alacena y tomarse un trago de aquel tan dulce manjar.
Una de esas mañana quien se levantó fui yo a recoger un libro de los que guardaba allí, para estudiarme la lección. Pero tuve la mala suerte de tirar la botella al suelo y desparramar por todo el pavimento aquel pegajoso líquido que mi abuelo adoraba. Él me quería mucho, pero quería más a su anís, en aquel momento, porque me dijo, todo enfadado: Puñetero esto es lo peor que tú podías hacer a tu abuelo.