LAS ROSETAS.
Puede que que todo el que lea este título, si no es de Fuensanta, no entienda el significado de la palabra en si porque no es muy habitual este vocablo aunque una de las acepciones de su significado, según la Real Academia de la Lengua, es el que en mi pueblo le damos, la palabra roseta para nosotros corresponde a las tan populares “palomitas de maíz” así que nosotros a este aperitivo extraído de los granos de la mazorca del maíz le llamamos siempre las rosetas.
Una vez llegado el otoño, que ya está aquí, aunque días pasados no parecía sino más bien que el verano se resistía a dejar paso a su vecino el otoño, ya se han puesto en marcha los braseros y en muchos pueblos de España la lumbre de palos que es la primitiva calefacción, y para mi gusto la más efectiva, las rosetas habrán hecho acto de presencia en las casas de mi pueblo, y de muchos pueblos de toda la piel de toro, porque los más pequeños de la casa al calor de la lumbre se las pedirán a sus abuelas, más que a sus madres, para disfrutar de un aperitivo económico, sabroso y alimenticio, mientras se juega o se charla en torno al calor de hogar que no es sol solo de los palos de olivo ardiendo sino mas bien de ese calor humano, afectivo y familiar, del que tanto gozan todos los miembros de una familia tradicional española y sobretodo andaluza.
Solía haber antes en todas las casas de mi pueblo mazorcas de maíz de las que obtienen las palomitas, y también del maíz normal porque había muchos huertos en Fuensanta y si no ya directamente de cualquier familiar o amigo se obtenían esas mazorcas para tener materia prima cuando llegado este tiempo todos pudieran disfrutar, cuando lo desearan, de sus rosetas.
Y en estas tardes de lluvia otoñales, cuando la calle no puede servir de escenario para sus actividades deportivas y lúdicas mis sobrinos y mis hijos le pedían a mi madre que le hiciera unas sartenes de esas tan apetecibles y ricas palomitas. Y la abuela que siempre tuvo para todos ellos una rápida y diligente actividad de complacencia y de amorosa entrega les hacía una sartén con azúcar, a la que a veces le añadía garbanzos y maíz del normal, que hacía mucho más apetecible y apetitosa la merienda, que luego se remataba con una nueva entrega de rosetas estas últimas con azúcar para dejar entre los comensales un estupendo sabor de boca.
Todavía se recuerdan con gran nostalgia y hasta con pena, por su ya larga ausencia, las tardes de rosetas de la abuelita. Qué tiempos aquellos.
Puede que que todo el que lea este título, si no es de Fuensanta, no entienda el significado de la palabra en si porque no es muy habitual este vocablo aunque una de las acepciones de su significado, según la Real Academia de la Lengua, es el que en mi pueblo le damos, la palabra roseta para nosotros corresponde a las tan populares “palomitas de maíz” así que nosotros a este aperitivo extraído de los granos de la mazorca del maíz le llamamos siempre las rosetas.
Una vez llegado el otoño, que ya está aquí, aunque días pasados no parecía sino más bien que el verano se resistía a dejar paso a su vecino el otoño, ya se han puesto en marcha los braseros y en muchos pueblos de España la lumbre de palos que es la primitiva calefacción, y para mi gusto la más efectiva, las rosetas habrán hecho acto de presencia en las casas de mi pueblo, y de muchos pueblos de toda la piel de toro, porque los más pequeños de la casa al calor de la lumbre se las pedirán a sus abuelas, más que a sus madres, para disfrutar de un aperitivo económico, sabroso y alimenticio, mientras se juega o se charla en torno al calor de hogar que no es sol solo de los palos de olivo ardiendo sino mas bien de ese calor humano, afectivo y familiar, del que tanto gozan todos los miembros de una familia tradicional española y sobretodo andaluza.
Solía haber antes en todas las casas de mi pueblo mazorcas de maíz de las que obtienen las palomitas, y también del maíz normal porque había muchos huertos en Fuensanta y si no ya directamente de cualquier familiar o amigo se obtenían esas mazorcas para tener materia prima cuando llegado este tiempo todos pudieran disfrutar, cuando lo desearan, de sus rosetas.
Y en estas tardes de lluvia otoñales, cuando la calle no puede servir de escenario para sus actividades deportivas y lúdicas mis sobrinos y mis hijos le pedían a mi madre que le hiciera unas sartenes de esas tan apetecibles y ricas palomitas. Y la abuela que siempre tuvo para todos ellos una rápida y diligente actividad de complacencia y de amorosa entrega les hacía una sartén con azúcar, a la que a veces le añadía garbanzos y maíz del normal, que hacía mucho más apetecible y apetitosa la merienda, que luego se remataba con una nueva entrega de rosetas estas últimas con azúcar para dejar entre los comensales un estupendo sabor de boca.
Todavía se recuerdan con gran nostalgia y hasta con pena, por su ya larga ausencia, las tardes de rosetas de la abuelita. Qué tiempos aquellos.