TIMI
Este era su nombre, de ser humano hubiera llegado a tenes 100 años, pasó una primera etapa de su vida en la que sufrió toda clase de violencia y de maltrato que llevaba marcados en su anatomía y en su psiquis, pero tuvo la gran suerte de caer en manos de un defensor a ultranza de los animales, de profesión veterinario, que lo llevó a su casa, lo sometió a una serie de tratamientos y operaciones para corregir los defectos que le habían ocasionado sus anteriores dueños y le dio desde un principio todo el amor que antes se le había negado y este perro, de la raza koker llamado Timi, encontró la felicidad, la tranquilidad y la paz que merecía y necesitaba disfrutándola hasta el final de sus vida que se produjo hace unos días en su domicilio habitual de Valencia.
Cuando Timi llegó a esta casa solo había un niño del matrimonio que ya encontró en este animal el mejor juguete, la mayor distracción que un niño puede soñar, pero después vinieron dos hermanitos más, otro niño y una niña, la más pequeñita, que era la que más le quería, siempre estaba hacíéndole travesuras a Timi pero el las aceptaba todas con una resignación, con una paciencia y con una complacencia difícil de igualar por un ser humano.
Tuvo un tumor en el cuello que fue operado por su dueño con total éxito, tuvo una enfermedad en un ojo que al final perdió quedando tuerto, últimamente se hacía pis sin darse cuenta y había que ponerle un pañal para estar en casa, perdió el oído y el olfato y todo eso se le admitió y se le atendió en todo momento porque Timi era uno más de esa casa, Timi era el sexto de los miembros de ese hogar.
Pero como era natural una noche sin dar un ruido, acurrucado dentro de la habitación de los niños, como si hubiera querido estar con ellos en su último momento expiró dignamente. Mi hijo Cesar, que era el dueño del animal y el veterinario, lo cogió y lo llevó de a casa antes que los niños despertaran para evitar les aquel trance. En esta casa se lloró esa ausencia, por parte de todos sus miembros excepto la niña, la más pequeña a la que se le dijo que Timi había marchado al cielo.
Se llevó su cuerpo a la clínica, se congeló y se ha traido esta Semana Santa a Fuensanta, nuestro pueblo natal, para enterrarlo con todos los honores en el Encinar. Allí estuvieron todos, allí acudió toda su familia y allí cerca de todos nosotros descansará para siempre ese animal maravilloso que recibió en ellos todo el amor del mundo y que él como si de un ser superior se tratara supo devolver con creces.
Timi aquí todos te seguimos queriendo.
Este era su nombre, de ser humano hubiera llegado a tenes 100 años, pasó una primera etapa de su vida en la que sufrió toda clase de violencia y de maltrato que llevaba marcados en su anatomía y en su psiquis, pero tuvo la gran suerte de caer en manos de un defensor a ultranza de los animales, de profesión veterinario, que lo llevó a su casa, lo sometió a una serie de tratamientos y operaciones para corregir los defectos que le habían ocasionado sus anteriores dueños y le dio desde un principio todo el amor que antes se le había negado y este perro, de la raza koker llamado Timi, encontró la felicidad, la tranquilidad y la paz que merecía y necesitaba disfrutándola hasta el final de sus vida que se produjo hace unos días en su domicilio habitual de Valencia.
Cuando Timi llegó a esta casa solo había un niño del matrimonio que ya encontró en este animal el mejor juguete, la mayor distracción que un niño puede soñar, pero después vinieron dos hermanitos más, otro niño y una niña, la más pequeñita, que era la que más le quería, siempre estaba hacíéndole travesuras a Timi pero el las aceptaba todas con una resignación, con una paciencia y con una complacencia difícil de igualar por un ser humano.
Tuvo un tumor en el cuello que fue operado por su dueño con total éxito, tuvo una enfermedad en un ojo que al final perdió quedando tuerto, últimamente se hacía pis sin darse cuenta y había que ponerle un pañal para estar en casa, perdió el oído y el olfato y todo eso se le admitió y se le atendió en todo momento porque Timi era uno más de esa casa, Timi era el sexto de los miembros de ese hogar.
Pero como era natural una noche sin dar un ruido, acurrucado dentro de la habitación de los niños, como si hubiera querido estar con ellos en su último momento expiró dignamente. Mi hijo Cesar, que era el dueño del animal y el veterinario, lo cogió y lo llevó de a casa antes que los niños despertaran para evitar les aquel trance. En esta casa se lloró esa ausencia, por parte de todos sus miembros excepto la niña, la más pequeña a la que se le dijo que Timi había marchado al cielo.
Se llevó su cuerpo a la clínica, se congeló y se ha traido esta Semana Santa a Fuensanta, nuestro pueblo natal, para enterrarlo con todos los honores en el Encinar. Allí estuvieron todos, allí acudió toda su familia y allí cerca de todos nosotros descansará para siempre ese animal maravilloso que recibió en ellos todo el amor del mundo y que él como si de un ser superior se tratara supo devolver con creces.
Timi aquí todos te seguimos queriendo.