A CARMENA
Las pasadas navidades la alcaldesa de Madrid tuvo el gesto, aplaudido y aireado a bombo y platillo, de ceder el Ayuntamiento de Madrid para organizar una cena en la que se sentaran más de doscientas personas, de las que deambulan por las calles de la capital de España, sin recursos y sin techo, que por supuesto fue un gesto que le honra y que es una acción que yo considero un acto de caridad humana que, como tal, valoro y respeto.
Sin embargo no aplaudo en absoluto el hecho de escenificar una cena navideña de 220 ciudadanos, sin techo de Madrid, en el Palacio Municipal del Ayuntamiento de la Capital de España, porque seguro que ellos serían los primeros en no sentirse a gusto allí. Cena, por supuesto, pero en otro espacio y sin escaparate porque ¿cómo se sentirían al día siguiente los otros 1700 necesitados indigentes, que hay en las calles de Madrid, y que no fueron invitados?
Tampoco tenía que haberse convertido esto en un acto de propaganda política. El Ayuntamiento no es de Carmena es de todos los madrileños y la comida la organizó, el padre Ángel, por supuesto con la aportación de lo que generosamente los ciudadanos donan, día tras día, a instituciones apolíticas y religiosas que tratan de aliviar las penas de los más necesitados.
Ya está bien de demagogia, cada año se han organizado cenas de esta índole, en Madrid y en toda España, pero no en los ayuntamientos de los municipios. Seamos coherentes y no asaltemos capillas primero y luego nos aliemos con Jesús para ceder una mesa vacía, que la llene la caridad divina y humana y de la que la alcaldesa de Madrid se lleva los laureles.
Después en la Cabalgata de Reyes madrileña ya nos dio muestras de cual es su talante con respecto a las creencias y las tradiciones de los demás madrileños y la ofensa y la burla que supone vestir a aquellos reyes con esas ropas tan estrafalarias y con esas ridículas corona de purpurina.
Ayer en Madrid unos titiriteros representaron una función para niños con un guiñol donde se les enseñaba como se ahorcaba jueces, se asesinaba a monjas o se violaba a mujeres, que pone de manifiesto que esta nueva tendencia ideológica viene prometiendo utopías imposibles de cumplir y por otro lado arrasando con todo lo establecido, inclusive nuestro país. Yo no deseo como hay gente que vota este desatino, ni siquiera gente que esté dispuesta a hablar con ellos. Ojo que no es poco lo que nos jugamos.
Las pasadas navidades la alcaldesa de Madrid tuvo el gesto, aplaudido y aireado a bombo y platillo, de ceder el Ayuntamiento de Madrid para organizar una cena en la que se sentaran más de doscientas personas, de las que deambulan por las calles de la capital de España, sin recursos y sin techo, que por supuesto fue un gesto que le honra y que es una acción que yo considero un acto de caridad humana que, como tal, valoro y respeto.
Sin embargo no aplaudo en absoluto el hecho de escenificar una cena navideña de 220 ciudadanos, sin techo de Madrid, en el Palacio Municipal del Ayuntamiento de la Capital de España, porque seguro que ellos serían los primeros en no sentirse a gusto allí. Cena, por supuesto, pero en otro espacio y sin escaparate porque ¿cómo se sentirían al día siguiente los otros 1700 necesitados indigentes, que hay en las calles de Madrid, y que no fueron invitados?
Tampoco tenía que haberse convertido esto en un acto de propaganda política. El Ayuntamiento no es de Carmena es de todos los madrileños y la comida la organizó, el padre Ángel, por supuesto con la aportación de lo que generosamente los ciudadanos donan, día tras día, a instituciones apolíticas y religiosas que tratan de aliviar las penas de los más necesitados.
Ya está bien de demagogia, cada año se han organizado cenas de esta índole, en Madrid y en toda España, pero no en los ayuntamientos de los municipios. Seamos coherentes y no asaltemos capillas primero y luego nos aliemos con Jesús para ceder una mesa vacía, que la llene la caridad divina y humana y de la que la alcaldesa de Madrid se lleva los laureles.
Después en la Cabalgata de Reyes madrileña ya nos dio muestras de cual es su talante con respecto a las creencias y las tradiciones de los demás madrileños y la ofensa y la burla que supone vestir a aquellos reyes con esas ropas tan estrafalarias y con esas ridículas corona de purpurina.
Ayer en Madrid unos titiriteros representaron una función para niños con un guiñol donde se les enseñaba como se ahorcaba jueces, se asesinaba a monjas o se violaba a mujeres, que pone de manifiesto que esta nueva tendencia ideológica viene prometiendo utopías imposibles de cumplir y por otro lado arrasando con todo lo establecido, inclusive nuestro país. Yo no deseo como hay gente que vota este desatino, ni siquiera gente que esté dispuesta a hablar con ellos. Ojo que no es poco lo que nos jugamos.