La casa olvidada.
Allí estaba, en medio del campo; sin saber qué camino tomar.
El cielo gris no presagiaba nada bueno. se había quedado sola, su traje negro, sencillo pero de impecable corte, resaltaba su esbelta figura, el equipaje, de fino cuero primorosamente canteado de metal, así como el coche de alta gama del que acababa de descender, denotaba una posición acomodada.
Mónica había tenido suerte en la vida, ejecutiva de una firma de automóviles, no tenía problemas económicos, después de dos fallidas relaciones amorosas; se sentía libre, dueña de su destino, tenia treinta y cinco años y muchos proyectos por delante.
Acababa de enterrar a su abuela, y ésta, inesperadamente la había nombrado su heredera, con el consiguiente disgusto de su madre y las hermanas de esta.
A ella que no sentía interés por la vieja casa y terrenos aledaños, se consideraba una chica de ciudad, no se imaginaba viviendo alejada de lo que hasta entonces había sido su vida. Recordaba la casa, eso sí, donde tanto había jugado de pequeña con sus primas.
¿Que motivaciones habría tenido su abuela para haberla nombrado su heredera? ¡Pobre abuela ¡ahora sentía que su comportamiento con ella no había sido el más adecuado, alguna llamada de teléfono de vez en cuando y una visita postergada una y otra vez, no se sentía a gusto consigo misma.
La vieja llave, que no hacía mucho le acababan de entregar; pesaba en su bolsillo. La casa, de lejos parecía esperar su llegada, al aproximarse vio que no estaba descuidada, a pesar de llevar algún tiempo deshabitada.
Allí estaba, en medio del campo; sin saber qué camino tomar.
El cielo gris no presagiaba nada bueno. se había quedado sola, su traje negro, sencillo pero de impecable corte, resaltaba su esbelta figura, el equipaje, de fino cuero primorosamente canteado de metal, así como el coche de alta gama del que acababa de descender, denotaba una posición acomodada.
Mónica había tenido suerte en la vida, ejecutiva de una firma de automóviles, no tenía problemas económicos, después de dos fallidas relaciones amorosas; se sentía libre, dueña de su destino, tenia treinta y cinco años y muchos proyectos por delante.
Acababa de enterrar a su abuela, y ésta, inesperadamente la había nombrado su heredera, con el consiguiente disgusto de su madre y las hermanas de esta.
A ella que no sentía interés por la vieja casa y terrenos aledaños, se consideraba una chica de ciudad, no se imaginaba viviendo alejada de lo que hasta entonces había sido su vida. Recordaba la casa, eso sí, donde tanto había jugado de pequeña con sus primas.
¿Que motivaciones habría tenido su abuela para haberla nombrado su heredera? ¡Pobre abuela ¡ahora sentía que su comportamiento con ella no había sido el más adecuado, alguna llamada de teléfono de vez en cuando y una visita postergada una y otra vez, no se sentía a gusto consigo misma.
La vieja llave, que no hacía mucho le acababan de entregar; pesaba en su bolsillo. La casa, de lejos parecía esperar su llegada, al aproximarse vio que no estaba descuidada, a pesar de llevar algún tiempo deshabitada.