Manuel nos agrada tenerte de nuevo entre nosotros,...

MI VERANO

En mi casa hemos tenido un verano bastante atípico, aunque no por ello un verano menos ilusionante, porque se ha salido de lo normal que para nosotros, ya jubilados, se reduce a estar todos los días en la playa, tomando el sol, y asistiendo a celebraciones y eventos puntuales de este trozo tan bonito de la Costa del Sol, donde vivimos.

En este caso no ha sido posible disfrutarlo en la tranquilidad porque un acontecimiento, desde luego mucho más maravilloso, nos ha obligado a interrumpido y alterarlo pero a llenarlo de dicha y felicidad. Se trata del nacimiento de nuestra sexta nieta, de nombre Mencía, que lleva ya cuarenta y cinco días entre nosotros.

Es la única hija de mi María Victoria que era la que todavía no nos había dado descendencia. Cómo el alumbramiento estaba previsto para la primera quincena de Agosto, y se adelantó el día 21 de Julio, tuvimos que coger el Ave y trasladamos rápidamente a Madrid para asistir al nacimiento. Gracias a Dios todo fue rápido y bien y aquella misma tarde abrazamos a Mencía aquel trocito de cielo, aquella preciosa criatura, y a sus padres, viviendo un momento maravilloso que pasará a ocupar, en nuestra familia, uno de los momentos inolvidables y más importantes de nuestra vida.
Fue un momento excepcional la reunión que tuvimos al día siguiente en Madrid, con nuestros hijos y nietos, toda la familia juntos, que vinieron a conocer a este nuevo miembro de la unidad familiar que a mi me colmó de gozo y que me hizo echar unas lágrimas de felicidad

Después estuvimos en Madrid hasta la primera quincena de Agosto porque Laly estuvo echándole una mano a nuestra hija y lo que lamentamos es no poder haber estado en Fuensanta, el Encinar, con el resto de nuestros nietos como otros años pero tenemos la satisfacción de que mi Simón ha estado unos días en el chalé y ellos si que se han juntado allí con mi César y con los cinco hijos maravillosos que ambos tienen, pasando todos unos días disfrutando del Encinar.

La verdad es que después aún hemos tenido una sorpresa extraordinaria que ya fue la guinda de este verano. Hace unos días llamaron a la puerta una mañana y al abrir vimos a Irene y Carlos, los hijos de mi Simón, que acompañados de sus padres vinieron a vernos, a bañase con nosotros en la playa, y a comer todos juntos en el chiringuito que tenemos al lado de casa.

La verdad es que más no se puede pedir, aunque un poco atípico, este verano ha sido tan positivo que esta familia ya tan numerosa, un total de catorce miembros, puede estar orgullosa de su unión, de su cariño y de su afecto, y nosotros sus padres, que nos consideramos los artífices de esta realidad estamos locos de contentos.

Manuel nos agrada tenerte de nuevo entre nosotros, echábamos en falta tus relatos.

Un saludo.