AQUEL VERANO
Eran los años 50, teníamos muy pocas cosas, demasiado pocas, pero ya teníamos el parque, el paseo de la Fuente de la Negra, el río de la Virgen y 14 ó 15 años para empezar a soñar, a vivir y a luchar, por un futuro más próspero, más digno y más razonable. Y era verano con su calor, con mucho calor.
No teníamos frigorífico, ni televisión, ni lavadora, ni teléfono, ni coche, ni agua corriente, ni bombilla en toda la casa, ni cuarto de baño. Vaya panorama. Pero teníamos agua fresquita de la fuente para hacer el gazpacho, a donde íbamos a diario los mayores, mujeres con un cántaro, y los menores con el botijo, para sustituir con agua fría la ausencia del frigorífico.
La lavadora la inventaban nuestras madres en el lavadero municipal o en las fuentecicas que aparecían a ambos lados del río. A menudo les amanecían en verano y en invierno, haciendo la colada arrodilladas ante la piedra para lavar en aquella gélida agua. El más afortunado tenía un aparato de radio en casa y una bicicleta porque la moto y el coche aún no habían llegado a Fuensanta, solo aquella vieja y desvencijada viajera (autobús), que los Collado tenían para llevarnos de viaje a Martos.
Este era el panorama de nuestro querido pueblo por aquella triste época 1.955. Tan solo hace de aquello 61 años. Los jóvenes que lean esto no lo van a creer pero que se lo pregunten a sus abuelos que ellos si que lo saben.
Y era verano, y hacía mucho calor para bañarnos, de pequeños, teníamos en casa aquellos barreños de zinc que cuando el agua se calentaba al sol tenía un olor especial y característico que todos conocemos y para los mayores los chilancos del río o las albercas llenas de ovas y de ranas que había en la huertas. Nada de piscinas, depuradoras o skimmer porque eso, al menos por nuestro pueblo, no existía.
¿Cuál era entonces nuestro verano,? Pues yo te lo explico, nuestro veraneo era la Fuente de la Negra, frigorífico natural y popular, el paseo de la fuente que entonces era muy fresquito por la noche porque no había cemento en el río, ni en el paseo, ni en el parque, el Patio Andaluz de Fernando Aguilita y el cine de verano de la boticario D. Rafael Luque. Donde yo ya con 12 años vendía
entradas por la noche y ladrillos y yeso por el día.
Y creedme, que con aquello nos conformábamos, porque no conocíamos otra cosa, estábamos saliendo de los años del hambre, de la miseria y de las calamidades, y teníamos la ilusión y la esperanza de que todo fuera a mejor, como así ha sido. Gracias a Dios y al esfuerzo y el trabajo de todos hoy nuestros hijos y nietos tienen unos veranos más halagüeños con sus piscinas, sus coches, sus vacaciones, su aire acondicionado y algunos hasta su chalet. Y sabéis que os digo que ojalá ellos puedan dar a los suyos un verano mejor que el que han recibido de nosotros, pero me temo que al paso que vamos difícil lo van a tener. Ojalá que Dios nos ayude a conseguirlo porque estos políticos no están muy dispuestos a propiciárnoslo.
Eran los años 50, teníamos muy pocas cosas, demasiado pocas, pero ya teníamos el parque, el paseo de la Fuente de la Negra, el río de la Virgen y 14 ó 15 años para empezar a soñar, a vivir y a luchar, por un futuro más próspero, más digno y más razonable. Y era verano con su calor, con mucho calor.
No teníamos frigorífico, ni televisión, ni lavadora, ni teléfono, ni coche, ni agua corriente, ni bombilla en toda la casa, ni cuarto de baño. Vaya panorama. Pero teníamos agua fresquita de la fuente para hacer el gazpacho, a donde íbamos a diario los mayores, mujeres con un cántaro, y los menores con el botijo, para sustituir con agua fría la ausencia del frigorífico.
La lavadora la inventaban nuestras madres en el lavadero municipal o en las fuentecicas que aparecían a ambos lados del río. A menudo les amanecían en verano y en invierno, haciendo la colada arrodilladas ante la piedra para lavar en aquella gélida agua. El más afortunado tenía un aparato de radio en casa y una bicicleta porque la moto y el coche aún no habían llegado a Fuensanta, solo aquella vieja y desvencijada viajera (autobús), que los Collado tenían para llevarnos de viaje a Martos.
Este era el panorama de nuestro querido pueblo por aquella triste época 1.955. Tan solo hace de aquello 61 años. Los jóvenes que lean esto no lo van a creer pero que se lo pregunten a sus abuelos que ellos si que lo saben.
Y era verano, y hacía mucho calor para bañarnos, de pequeños, teníamos en casa aquellos barreños de zinc que cuando el agua se calentaba al sol tenía un olor especial y característico que todos conocemos y para los mayores los chilancos del río o las albercas llenas de ovas y de ranas que había en la huertas. Nada de piscinas, depuradoras o skimmer porque eso, al menos por nuestro pueblo, no existía.
¿Cuál era entonces nuestro verano,? Pues yo te lo explico, nuestro veraneo era la Fuente de la Negra, frigorífico natural y popular, el paseo de la fuente que entonces era muy fresquito por la noche porque no había cemento en el río, ni en el paseo, ni en el parque, el Patio Andaluz de Fernando Aguilita y el cine de verano de la boticario D. Rafael Luque. Donde yo ya con 12 años vendía
entradas por la noche y ladrillos y yeso por el día.
Y creedme, que con aquello nos conformábamos, porque no conocíamos otra cosa, estábamos saliendo de los años del hambre, de la miseria y de las calamidades, y teníamos la ilusión y la esperanza de que todo fuera a mejor, como así ha sido. Gracias a Dios y al esfuerzo y el trabajo de todos hoy nuestros hijos y nietos tienen unos veranos más halagüeños con sus piscinas, sus coches, sus vacaciones, su aire acondicionado y algunos hasta su chalet. Y sabéis que os digo que ojalá ellos puedan dar a los suyos un verano mejor que el que han recibido de nosotros, pero me temo que al paso que vamos difícil lo van a tener. Ojalá que Dios nos ayude a conseguirlo porque estos políticos no están muy dispuestos a propiciárnoslo.
Manuel, me ha conmovido tu relato porque yo también tengo recuerdos de aquella época, en especial el duro trabajo de los padres qué nunca tuvieron vacaciones, y como en el caso de los mios, con un negocio familiar no descansaban ni los domingos. gracias por refrescarnos la memoria. Saludos.