LA EDUCACIÓN
Entiendo yo que la educación es el fundamento del éxito de un país, la garantía de su futuro y de su desarrollo y la seguridad de la libertad, el respeto y la consideración de todos sus ciudadanos en el concierto mundial.
Por eso es necesario y urgente que cuando este país tenga gobierno, que no sabemos cuando será, se promulgue una nueva ley educativa, consensuada, que impida que otro gobierno la cambie y que esté asegurada en el tiempo, por un periodo suficiente, para garantizar que se puedan comprobar por sus resultados, su eficacia y su conveniencia.
Hasta ahora eso no se ha intentado en nuestro país y el gobierno de turno la ha venido imponiendo o cambiando, a su antojo, según sus intereses partidistas de ahí que nuestros resultados educativos no sean muy positivos, a nivel europeo, y por tanto no favorecen en absoluto ni a los ciudadanos ni a nuestro país. Habrá que ver si estos políticos tienen el coraje de solucionar de una vez este asunto pensando en el bienestar de sus súbditos y no en el de ellos mismos. Yo lo dudo, pero deberíamos obligarlos a que así sea porque nos jugamos mucho en ello.
Hace poco empezó un nuevo curso escolar nuestros hijos y nietos acudieron a las aulas los pequeñines asustados, llorando, porque tienen que separarse de su mamá, por unas horas, lo que para ellos era todo su mundo y es lógica su actitud. Los medianos acuden a la escuela más voluntariamente, más dispuestos y hasta deseosos de aprender y formarse, hasta que van asimilando las dificultades y sus posibilidades de superarlas. Los mayores, en gran número, y hablo de la E. G. B., que ha sido mi campo de acción, van de pasotas, de negados, de vencidos y procuran abandonar antes de tiempo. Por desgracias menos de la mitad de los que empiezan sus estudios básicos terminan felizmente el ciclo.
Tenemos mucho que cambiar todos para que nuestra educación se convierta en una baza importante de lanzamiento de nuestra cultura para conseguir cotas altas de progreso, de recuperación y de volve a ocupar el lugar que nos corresponde dentro del concierto de las naciones de las que nuestra historia da fe de que, en otros tiempos, dominamos el mundo no solo a nivel político sino cultural.
Soñemos con una buena ley de Educación consensuada, con que los gobiernos autonómicos se preocupen de vigilar el abandono escolar y profesores y padres ayuden a los alumnos a conseguir, de su cultura y de su educación, el trampolín para elevar su futuro y asegurar su trabajo y su bienestar. Eso haría que España fuera también más grande y más importante.
Entiendo yo que la educación es el fundamento del éxito de un país, la garantía de su futuro y de su desarrollo y la seguridad de la libertad, el respeto y la consideración de todos sus ciudadanos en el concierto mundial.
Por eso es necesario y urgente que cuando este país tenga gobierno, que no sabemos cuando será, se promulgue una nueva ley educativa, consensuada, que impida que otro gobierno la cambie y que esté asegurada en el tiempo, por un periodo suficiente, para garantizar que se puedan comprobar por sus resultados, su eficacia y su conveniencia.
Hasta ahora eso no se ha intentado en nuestro país y el gobierno de turno la ha venido imponiendo o cambiando, a su antojo, según sus intereses partidistas de ahí que nuestros resultados educativos no sean muy positivos, a nivel europeo, y por tanto no favorecen en absoluto ni a los ciudadanos ni a nuestro país. Habrá que ver si estos políticos tienen el coraje de solucionar de una vez este asunto pensando en el bienestar de sus súbditos y no en el de ellos mismos. Yo lo dudo, pero deberíamos obligarlos a que así sea porque nos jugamos mucho en ello.
Hace poco empezó un nuevo curso escolar nuestros hijos y nietos acudieron a las aulas los pequeñines asustados, llorando, porque tienen que separarse de su mamá, por unas horas, lo que para ellos era todo su mundo y es lógica su actitud. Los medianos acuden a la escuela más voluntariamente, más dispuestos y hasta deseosos de aprender y formarse, hasta que van asimilando las dificultades y sus posibilidades de superarlas. Los mayores, en gran número, y hablo de la E. G. B., que ha sido mi campo de acción, van de pasotas, de negados, de vencidos y procuran abandonar antes de tiempo. Por desgracias menos de la mitad de los que empiezan sus estudios básicos terminan felizmente el ciclo.
Tenemos mucho que cambiar todos para que nuestra educación se convierta en una baza importante de lanzamiento de nuestra cultura para conseguir cotas altas de progreso, de recuperación y de volve a ocupar el lugar que nos corresponde dentro del concierto de las naciones de las que nuestra historia da fe de que, en otros tiempos, dominamos el mundo no solo a nivel político sino cultural.
Soñemos con una buena ley de Educación consensuada, con que los gobiernos autonómicos se preocupen de vigilar el abandono escolar y profesores y padres ayuden a los alumnos a conseguir, de su cultura y de su educación, el trampolín para elevar su futuro y asegurar su trabajo y su bienestar. Eso haría que España fuera también más grande y más importante.