El valor de las pequeñas cosas.
Me gusta mucho esta palabra, llevo mucho tiempo valorando la rutina; una palabra anodina cuando se es joven, porque rutina es igual a monotonía, aburrimiento más de lo mismo, pero importante si se sabe sacar partido de ella, disfrutar del sol, de la lluvia, la casa caliente en invierno, la charla con los amigos; la lectura de un libro la sobremesa acompañada o sola con un café con leche y a ser posible con un diario, y tantas cosas más. En una palabra, que no me falte la rutina, elemento importante en mi vida.
Quienes me conocen me oyen comentar a menudo el frío que pasaba siendo niña, las casas no estaban acondicionadas, hoy en los pueblos éstas tienen calefacción pero antes el fuego del hogar, que te calentabas por delante y te helabas por detrás, luego el brasero, pero los dormitorios estaban helados. Y en la escuela no había estufa, el braseríto que llevábamos de casa, en fin para mí el frío era una tortura, ya que tenía una sensibilidad exagerada, ahora se que se llama síndrome de Reinad.
Me gusta mucho esta palabra, llevo mucho tiempo valorando la rutina; una palabra anodina cuando se es joven, porque rutina es igual a monotonía, aburrimiento más de lo mismo, pero importante si se sabe sacar partido de ella, disfrutar del sol, de la lluvia, la casa caliente en invierno, la charla con los amigos; la lectura de un libro la sobremesa acompañada o sola con un café con leche y a ser posible con un diario, y tantas cosas más. En una palabra, que no me falte la rutina, elemento importante en mi vida.
Quienes me conocen me oyen comentar a menudo el frío que pasaba siendo niña, las casas no estaban acondicionadas, hoy en los pueblos éstas tienen calefacción pero antes el fuego del hogar, que te calentabas por delante y te helabas por detrás, luego el brasero, pero los dormitorios estaban helados. Y en la escuela no había estufa, el braseríto que llevábamos de casa, en fin para mí el frío era una tortura, ya que tenía una sensibilidad exagerada, ahora se que se llama síndrome de Reinad.
ROSALÍ. Mencionas algo referente al frío que se pasaba en los pueblos durante el invierno. Así es amiga Rosalí. Las casas no tenían calefacción, así que a calentarse como se podía. La cocina y el braserito. Ir a al cama era un suplicio, las habitaciones frías. Mucha gente calentaba un ladrillo, lo envolvían en un trapo y por los menos algo de calor si te daba metiendo el ladrillo en la cama. por otro lado, pienso que el frío en aquellos tiempos era más intenso Y duraba más que ahora, las heladas eran terribles, la nieve lo mismo. Mucho frío "comimos" allá por los años 40 y 50, también los 60. Y para remate, no había agua en las casas, solo la fuente del pueblo y claro está, al no tener agua corriente en la casa, ni saneamiento, ¿dónde íbamos a hacer nuestras necesidades fisiológicas, PUES, A LA CUADRA. En esto, tiempos pasados nos fueron mejores.
Un saludo.
Un saludo.