AQUELLOS COLCHONES
Cuando yo era niño, hace ya de esto 66 años, los colchones que más se utilizaban por nuestro pueblo eran los que se llenaban con hojas de mazorcas de maíz llamadas “farfolla” que era precisamente por estas fechas cuando se solían rellenar o renovar. En otoño cuando las huertas se desmantelaban, por final de temporada, se recogían las mazorcas, se extendían y se secaban al sol,
y luego aprovechando las reuniones familiares y vecinales, por las tardes o noches, para reunirse en amigable charla e ir arrancado esas hojas, dejando desnudas a las mazorcas, que se empleaban para mejorar o renovar aquellos colchones, sonoros, que eran nuestros únicos objetos para conseguir un “reparador” descanso.
Posteriormente mejoramos aquel inicial e incómodo colchón sustituyendo su relleno por borra que eran restos de fábricas de telas que en vez de tirarlos los vendían para esta nueva utilización. La verdad es que aquel nuevo artilugio era algo más cómodo y nada ruidoso, comparándolo con el primero.
Hubo otras formas de colchones, anteriores a estas las granzas de la paja y posteriormente las planchas de goma espuma. Siempre el hombre buscando, a su manera, la forma de ir mejorando su descanso.
Después ya tuvimos acceso al colchón de lana de oveja, que siempre existió, pero que los que lo utilizaban eran familias más pudientes y de nivel económico más alto. Ya este si era blandito, mullido y cómodo. Y ya nuestros sueños empezaron a ser más placenteros y más relajados. Aunque al parecer aquella blandura perjudicaba a nuestra espalda y a nuestra columna a juzgar por lo que los médicos nos han ido explicando después.
Y por fin llegó el colchón de muelles yo recuerdo la marca Flex, que creo existe todavía, este ya era más duro, más confortable, y al mismo tiempo más acorde con las normas médicas de salud y de funcionalidad.
Y en nuestros días hay tantos avances técnicos en este tipo de muebles que ya no sabe uno cual comprar si el de latex, o viscoelasticos, el que está fresquito en verano o cálido en invierno, el que se adapta a nuestro cuerpo o el que no se hunde por muy pesado que sea su dueño, y todos ellos con unas garantías de salud y de confort que casi nos aseguran un feliz y placentero descanso.
La historia evoluciona, el ser humano, hombre o mujer, se han preocupado, desde siempre, por avanzar en mejorar las condiciones de vida de todos sus semejantes, eso es muy loable, pero aún no hemos conseguido ponernos de acuerdo, conseguir un mundo sin guerras, sin hambre, sin envidias, y sin rencor, tal vez eso era lo primeo que teníamos que conseguir para dormir feliz.
Cuando yo era niño, hace ya de esto 66 años, los colchones que más se utilizaban por nuestro pueblo eran los que se llenaban con hojas de mazorcas de maíz llamadas “farfolla” que era precisamente por estas fechas cuando se solían rellenar o renovar. En otoño cuando las huertas se desmantelaban, por final de temporada, se recogían las mazorcas, se extendían y se secaban al sol,
y luego aprovechando las reuniones familiares y vecinales, por las tardes o noches, para reunirse en amigable charla e ir arrancado esas hojas, dejando desnudas a las mazorcas, que se empleaban para mejorar o renovar aquellos colchones, sonoros, que eran nuestros únicos objetos para conseguir un “reparador” descanso.
Posteriormente mejoramos aquel inicial e incómodo colchón sustituyendo su relleno por borra que eran restos de fábricas de telas que en vez de tirarlos los vendían para esta nueva utilización. La verdad es que aquel nuevo artilugio era algo más cómodo y nada ruidoso, comparándolo con el primero.
Hubo otras formas de colchones, anteriores a estas las granzas de la paja y posteriormente las planchas de goma espuma. Siempre el hombre buscando, a su manera, la forma de ir mejorando su descanso.
Después ya tuvimos acceso al colchón de lana de oveja, que siempre existió, pero que los que lo utilizaban eran familias más pudientes y de nivel económico más alto. Ya este si era blandito, mullido y cómodo. Y ya nuestros sueños empezaron a ser más placenteros y más relajados. Aunque al parecer aquella blandura perjudicaba a nuestra espalda y a nuestra columna a juzgar por lo que los médicos nos han ido explicando después.
Y por fin llegó el colchón de muelles yo recuerdo la marca Flex, que creo existe todavía, este ya era más duro, más confortable, y al mismo tiempo más acorde con las normas médicas de salud y de funcionalidad.
Y en nuestros días hay tantos avances técnicos en este tipo de muebles que ya no sabe uno cual comprar si el de latex, o viscoelasticos, el que está fresquito en verano o cálido en invierno, el que se adapta a nuestro cuerpo o el que no se hunde por muy pesado que sea su dueño, y todos ellos con unas garantías de salud y de confort que casi nos aseguran un feliz y placentero descanso.
La historia evoluciona, el ser humano, hombre o mujer, se han preocupado, desde siempre, por avanzar en mejorar las condiciones de vida de todos sus semejantes, eso es muy loable, pero aún no hemos conseguido ponernos de acuerdo, conseguir un mundo sin guerras, sin hambre, sin envidias, y sin rencor, tal vez eso era lo primeo que teníamos que conseguir para dormir feliz.
Manuél, no sabía de la cantidad de cosas que se podían hacer los colchones, el de maíz con música y todo, en mi zona se usaba los de lana, daban mucho trabajo a las amas de casa, porque había qu mullírlos levantando las partes aplastadas con las manos, recuerdo el ruido que hacia la vara cuando cada dos o tres años iba el colchonero a varear la lana, formas de vida ya desaparecidas, mejor los de ahora,
saludos.
saludos.
Rosalí, se ve que en tu zona había mucha más lana que en Andalucía donde tampoco conocíamos al colchonero que iba por las casas mullendo la lana. Un saludo