Historias del estraperlo.
Siendo yo muy niña, recuerdo que algunas personas llegaban al pueblo desde Madrid a comprar, supongo que legumbres, que sería lo que más escaseaba en las grandes ciudades. En especial me acuerdo de una señora simpatiquísima llamada Rosario, con los labios muy pintados marcando en exceso la forma de corazón del de arriba, como las artistas de cine, iba una vez por semana, cogió amistad con mis padres, vamos, como si nos conociéramos de toda la vida, en una ocasión, nos regaló una hucha verde de cartón piedra, poca cosa era, pero a los hermanos nos hizo mucha ilusión, cuando iban cargados a la estación; los chicos un poco mayores les llevaban las bolsas a cambio de algunas monedas.
Tanta confianza tenían, que les daban el género fiado, de una semana para otra. Hasta que un día dejaron de ir, y tampoco volvieron a pagar lo que debían, en fin la picaresca española que en tiempos de penuria se agudiza.
Siendo yo muy niña, recuerdo que algunas personas llegaban al pueblo desde Madrid a comprar, supongo que legumbres, que sería lo que más escaseaba en las grandes ciudades. En especial me acuerdo de una señora simpatiquísima llamada Rosario, con los labios muy pintados marcando en exceso la forma de corazón del de arriba, como las artistas de cine, iba una vez por semana, cogió amistad con mis padres, vamos, como si nos conociéramos de toda la vida, en una ocasión, nos regaló una hucha verde de cartón piedra, poca cosa era, pero a los hermanos nos hizo mucha ilusión, cuando iban cargados a la estación; los chicos un poco mayores les llevaban las bolsas a cambio de algunas monedas.
Tanta confianza tenían, que les daban el género fiado, de una semana para otra. Hasta que un día dejaron de ir, y tampoco volvieron a pagar lo que debían, en fin la picaresca española que en tiempos de penuria se agudiza.