LA LAMBRETTA
Por los años de mi adolescencia, 1955//60, hizo su aparición en el mercado una moto de 125 cc que procedía de Italia y que era la Vespa. Entonces todos los muchachos que ya habíamos disfrutado de nuestro primer vehículo, la bicicleta, sentimos un gran deseo por poder dar un salto, acceder a un medio de transporte a motor, que no necesitaba de nuestro esfuerzo para funcionar y que suponía un gran salto hacia el progreso que se vislumbraba hacia la comodidad y rapidez de los desplazamientos.
Esto tenía el inconveniente de que no se podía conducir hasta que tuvieras los dieciocho años y además exigía que tuvieras un carnet de conducir motos. Todos los jóvenes nos enamoramos de aquella bonita Vespa y empezamos a soñar con poder conseguir primero ese carnet y luego tan deseado regalo.
Tenía también la otra dificultad, la económica, porque aquello era ya más caro que la bicicleta y había que hacer un desembolso no solo al adquirirla sino al alimentarla después con el consumo de gasolina que eso llevaba consigo.
Tenía sin embargo la ventaja de que te permitiría trasladarte tú solo a donde necesitaras prescindiendo del taxi o del autobús que hasta entonces era tu medio de transporte obligado.
Así que esto obligó a muchas familias a plantearse el poder hacer un nuevo esfuerzo para que su hijo, y digo hijo porque las hijas entonces no entraban en este juego, tuviese cuando pudiera ser su moto.
Yo al cumplir los 18 años lo primero que hice, con la complacencia de mis padres, fue sacarme el carnet y ya estar preparado para esperar el momento oportuno de la compra. El primero de mis amigos en adquirirla fue Jesús Mendoza,, Jesusín en de don Julio, por desgracia ya fallecido, que se compró un preciosa Vespa nueva con la que a todos los amigos nos puso los dientes largos y nos produjo una sana y normal envidia.
Yo, que entonces andaba estudiando en Jaén, me venía muy bien para ir y venir a clase y para desplazarme a Fuensanta los fines de semana y eso hizo que mi padre empezase a hacer las gestiones de adquirir un moto de aquellas para mi. Y como siempre el factor económico era escaso se enteró de que Rafael Rivera, el de la droguería, se dedicaba a traer de Madrid motos de segunda mano, que eran más asequibles y entonces le compró una que no era Vespa, se llamaba Lambretta, era también italiana y similar a la otra marca, para mi que era hasta más bonita que la otra y ese fue mi nuevo medio de transporte.
La tuve unos años, me sirvió para estudiar, después para ir a los pueblos donde me destinaron de maestro, primero Arjonílla, después Martos, y siempre para ir con los amigos de fiesta por los pueblos de alrededor, con ella paseé a mi primera novieta y con ella hicimos nuestros primeros escarcéos amorosos, pero también en ella sufrí algunos pequeños accidentes donde las piernas y los brazos iban casi siempre desollados aunque gracias a Dios de menor importancia.
Eran unos años llenos de juventud, de ilusión y de felicidad, que a mi me traen muy buenos recuerdos porque en esa edad todo se disfrutaba intensamente. Quién no pudiera volver a tener veinte años.
Por los años de mi adolescencia, 1955//60, hizo su aparición en el mercado una moto de 125 cc que procedía de Italia y que era la Vespa. Entonces todos los muchachos que ya habíamos disfrutado de nuestro primer vehículo, la bicicleta, sentimos un gran deseo por poder dar un salto, acceder a un medio de transporte a motor, que no necesitaba de nuestro esfuerzo para funcionar y que suponía un gran salto hacia el progreso que se vislumbraba hacia la comodidad y rapidez de los desplazamientos.
Esto tenía el inconveniente de que no se podía conducir hasta que tuvieras los dieciocho años y además exigía que tuvieras un carnet de conducir motos. Todos los jóvenes nos enamoramos de aquella bonita Vespa y empezamos a soñar con poder conseguir primero ese carnet y luego tan deseado regalo.
Tenía también la otra dificultad, la económica, porque aquello era ya más caro que la bicicleta y había que hacer un desembolso no solo al adquirirla sino al alimentarla después con el consumo de gasolina que eso llevaba consigo.
Tenía sin embargo la ventaja de que te permitiría trasladarte tú solo a donde necesitaras prescindiendo del taxi o del autobús que hasta entonces era tu medio de transporte obligado.
Así que esto obligó a muchas familias a plantearse el poder hacer un nuevo esfuerzo para que su hijo, y digo hijo porque las hijas entonces no entraban en este juego, tuviese cuando pudiera ser su moto.
Yo al cumplir los 18 años lo primero que hice, con la complacencia de mis padres, fue sacarme el carnet y ya estar preparado para esperar el momento oportuno de la compra. El primero de mis amigos en adquirirla fue Jesús Mendoza,, Jesusín en de don Julio, por desgracia ya fallecido, que se compró un preciosa Vespa nueva con la que a todos los amigos nos puso los dientes largos y nos produjo una sana y normal envidia.
Yo, que entonces andaba estudiando en Jaén, me venía muy bien para ir y venir a clase y para desplazarme a Fuensanta los fines de semana y eso hizo que mi padre empezase a hacer las gestiones de adquirir un moto de aquellas para mi. Y como siempre el factor económico era escaso se enteró de que Rafael Rivera, el de la droguería, se dedicaba a traer de Madrid motos de segunda mano, que eran más asequibles y entonces le compró una que no era Vespa, se llamaba Lambretta, era también italiana y similar a la otra marca, para mi que era hasta más bonita que la otra y ese fue mi nuevo medio de transporte.
La tuve unos años, me sirvió para estudiar, después para ir a los pueblos donde me destinaron de maestro, primero Arjonílla, después Martos, y siempre para ir con los amigos de fiesta por los pueblos de alrededor, con ella paseé a mi primera novieta y con ella hicimos nuestros primeros escarcéos amorosos, pero también en ella sufrí algunos pequeños accidentes donde las piernas y los brazos iban casi siempre desollados aunque gracias a Dios de menor importancia.
Eran unos años llenos de juventud, de ilusión y de felicidad, que a mi me traen muy buenos recuerdos porque en esa edad todo se disfrutaba intensamente. Quién no pudiera volver a tener veinte años.