LA TIENDA DE LA ESQUINA.
En aquellos años de hambruna y de miseria, cuando la mayoría de los vecinos carecían de casi todo, en especial de alimentos, existían en nuestro pueblo, y en todos los de la geografía española, unas tiendas que vendían de todo desde aceite a alpargatas pasando por bacalao o una piqueta para varear los olivos. Eran sin duda el embrión de las grandes superficies de hoy, pero en miniatura, en pobre, y además si me apuráis también eran pequeños bancos y hacían un gran servicio social, aunque por supuesto no regalado.
Cuando una familia no deponía de efectivo, hablaba con el tendero y le solicitaba que le fuera sirviendo a débito lo que fuera necesitando en la casa y él se lo pagaría después cuando pudiera.. Esto que mucha gente criticaba porque decían que aquellos tenderos eran unos usureros y después les cobraban más caro, no deja de ser una falacia porque lo verdaderamente loable es que una familia comía cada día por la generosidad de aquel tendero, y hay que reconocer que serían muchas cuentas las que se quedaran sin cobrar porque la situación era tan trágica, que hacía imposible que todo el mundo pusiese pagar sus deudas.
Hay que reconocer que aquellas tiendas, que después han seguido existiendo muchos años por nuestros pueblos, eran muy necesarias para todos porque permitían en un momento mandar al chiquillo o acercarse a ella para compra harina, vinagre o sal, que habíamos necesitado para hacer la comida y nos habíamos dado cuenta de que no teníamos. Además permitían que el gasto diario fuese mínimo porque así íbamos comprando conforme a lo que íbamos necesitando.
Por desgracia estos establecimientos están desapareciendo porque esas grandes superficies, han acaparado la atención de todos los clientes que van allí a comprarlo todo, a pasar la tarde, al mismo tiempo a ver una película o tomarse una pizza en el McDonald. Consumismo, absurdo, americanismo o anglicanismo exacerbado y una forma un tanto ingenua de entender el consumo y la economía familiar.
Antes el tendero era amigo, confidente, cuando había algún error o problema se solucionaba en el acto y todos tan contentos. Ahora en esos grandes almacenes tienes que tener mucho cuidado porque te prometen unas ofertas que luego no son reales, la tablilla que te anunciaba el dos por uno era del artículo que había debajo al que tu compraste. Luego tienes que perder mucho tiempo buscando los productos y al final te someten a una cola única para el cobro, aunque solo hayas comprado una barra de pan y eso te hace todavía más difícil en terminar con la compra Si además tenemos en cuenta que estos grandes almacenes son casi todos extranjeros o de chinos, teníamos que pensar que nuestro país progresará más si los empresarios son españoles, que todo lo dejan aquí mientras que los extranjeros barren para fuera.
Yo soy chapado a la antigua en eso, Una tienda pequeña de mi barrio, de mi calle, o de mi pueblo, y no una gran tienda a 10 o 20 kilómetros de mi casa, porque así yo compro lo que necesito y cuando quiero, de la otra manera compro lo que quieren ellos y lo que me meten por los ojos los escaparates y los dueños de esas grandísimas empresas, Que le voy a hacer, yo no lo puedo remediar,
En aquellos años de hambruna y de miseria, cuando la mayoría de los vecinos carecían de casi todo, en especial de alimentos, existían en nuestro pueblo, y en todos los de la geografía española, unas tiendas que vendían de todo desde aceite a alpargatas pasando por bacalao o una piqueta para varear los olivos. Eran sin duda el embrión de las grandes superficies de hoy, pero en miniatura, en pobre, y además si me apuráis también eran pequeños bancos y hacían un gran servicio social, aunque por supuesto no regalado.
Cuando una familia no deponía de efectivo, hablaba con el tendero y le solicitaba que le fuera sirviendo a débito lo que fuera necesitando en la casa y él se lo pagaría después cuando pudiera.. Esto que mucha gente criticaba porque decían que aquellos tenderos eran unos usureros y después les cobraban más caro, no deja de ser una falacia porque lo verdaderamente loable es que una familia comía cada día por la generosidad de aquel tendero, y hay que reconocer que serían muchas cuentas las que se quedaran sin cobrar porque la situación era tan trágica, que hacía imposible que todo el mundo pusiese pagar sus deudas.
Hay que reconocer que aquellas tiendas, que después han seguido existiendo muchos años por nuestros pueblos, eran muy necesarias para todos porque permitían en un momento mandar al chiquillo o acercarse a ella para compra harina, vinagre o sal, que habíamos necesitado para hacer la comida y nos habíamos dado cuenta de que no teníamos. Además permitían que el gasto diario fuese mínimo porque así íbamos comprando conforme a lo que íbamos necesitando.
Por desgracia estos establecimientos están desapareciendo porque esas grandes superficies, han acaparado la atención de todos los clientes que van allí a comprarlo todo, a pasar la tarde, al mismo tiempo a ver una película o tomarse una pizza en el McDonald. Consumismo, absurdo, americanismo o anglicanismo exacerbado y una forma un tanto ingenua de entender el consumo y la economía familiar.
Antes el tendero era amigo, confidente, cuando había algún error o problema se solucionaba en el acto y todos tan contentos. Ahora en esos grandes almacenes tienes que tener mucho cuidado porque te prometen unas ofertas que luego no son reales, la tablilla que te anunciaba el dos por uno era del artículo que había debajo al que tu compraste. Luego tienes que perder mucho tiempo buscando los productos y al final te someten a una cola única para el cobro, aunque solo hayas comprado una barra de pan y eso te hace todavía más difícil en terminar con la compra Si además tenemos en cuenta que estos grandes almacenes son casi todos extranjeros o de chinos, teníamos que pensar que nuestro país progresará más si los empresarios son españoles, que todo lo dejan aquí mientras que los extranjeros barren para fuera.
Yo soy chapado a la antigua en eso, Una tienda pequeña de mi barrio, de mi calle, o de mi pueblo, y no una gran tienda a 10 o 20 kilómetros de mi casa, porque así yo compro lo que necesito y cuando quiero, de la otra manera compro lo que quieren ellos y lo que me meten por los ojos los escaparates y los dueños de esas grandísimas empresas, Que le voy a hacer, yo no lo puedo remediar,
Manuel: Muy cierto lo que cuentas. La tienda te fiaba. Anotaba en un cuaderno tu nombre y lo que te vendía, así como el importe. Gracias a esas tiendas comías lo más esencial. A final de mes se pagaba. Incluso había intercambio, llevabas huevos y los cambiabas por aceite o cualquier otra cosa que necesitaras.
Un saludo.
Un saludo.