EL HERRADOR.
Hay profesiones que con el tiempo van apareciendo y se van consolidando en el mercado porque aparece un producto o actividad nueva que la impulsa o la sostiene, pero de la misma manera hay otras que la evolución y el tiempo se las lleva porque desaparece el cliente o el paciente que necesitaba ese servicio.
Pues la de herrador fue una profesión muy necesaria e importante en tiempos pasados pero que ya a penas existe. Era el herrador la persona que ponía herradora a las caballerías, a los mulos y a los asnos y como había tantos animales de carga pues era necesario contar en el pueblo con, al menos, un taller de estas características para poder abastecer las necesidades de todas las bestias del pueblo.
Era esta una profesión complicada que necesitaba de un buen especialista porque en manos de un inexperto se podía dañar los cascos o la pata del animal ya que la herradura es algo así como el calzado de este tipo de animales. Yo recuerdo haber ido a ver herrar a algún animal y me extrañaba como podían poner unos clavos, tan grandes y tan largos, para sujetar las herraduras sin causar daño alguno al animal, además era curioso ver como se recortaban sus cascos con gran facilidad, con una cuchilla grande para dejarle su forma perfecta.
En Fuensanta existía un herrador que creo procedía de Torredonjimeno que en la Vadera, donde está ahora el Pub vivía esta familia y en los bajos de la casa realizaba el padre la actividad. Esta familia tenía un hijo, el mayor de nombre Manolo y de apodo el Herrador y dos hijas la mayor llamada Luisa, de mi edad y bastante amiga mía, que pertenecía a mi pandilla que no gozaba de una salud muy fuerte pero que era muy graciosa y alegraba nuestras reuniones y que desgraciadamente falleció muy joven. La otra hermana se casó con un chico de Torredonjimeno y dejó Fuensanta hace muchos años. Pero Manolo, que también estuvo muchos años ejerciendo la profesión de su padre, y venían clientes de Martos, Valdepeñas, los Villares y otros pueblos a Fuensanta que era donde todavía había herrería, al final, se hizo policía municipal siendo sereno durante muchos años y falleciendo al poco tiempo de jubilarse. Era una buena persona, igual que toda la familia seguro que el último herrador de toda esta zona de la Sierra Sur.
El automóvil con sus caballos de vapor hizo desaparecer esta profesión aunque no totalmente porque mientras que haya caballos, y estos preciosos animales no van a desaparecer nunca, habrá por ahí algún herrador que los calce pero las herrerías masivamente como negocio hace ya mucho tiempo que desaparecieron.
Ahora en vez de herraduras y herrerías tenemos talleres y gasolineras para estos nuevos “caballos”, cosas del progreso, que indiscutiblemente hay que aceptar y disfrutar en lo que se merecen pero estos caballos de ahora causan más muertes que los de antes, todo no iba a ser bueno.
Hay profesiones que con el tiempo van apareciendo y se van consolidando en el mercado porque aparece un producto o actividad nueva que la impulsa o la sostiene, pero de la misma manera hay otras que la evolución y el tiempo se las lleva porque desaparece el cliente o el paciente que necesitaba ese servicio.
Pues la de herrador fue una profesión muy necesaria e importante en tiempos pasados pero que ya a penas existe. Era el herrador la persona que ponía herradora a las caballerías, a los mulos y a los asnos y como había tantos animales de carga pues era necesario contar en el pueblo con, al menos, un taller de estas características para poder abastecer las necesidades de todas las bestias del pueblo.
Era esta una profesión complicada que necesitaba de un buen especialista porque en manos de un inexperto se podía dañar los cascos o la pata del animal ya que la herradura es algo así como el calzado de este tipo de animales. Yo recuerdo haber ido a ver herrar a algún animal y me extrañaba como podían poner unos clavos, tan grandes y tan largos, para sujetar las herraduras sin causar daño alguno al animal, además era curioso ver como se recortaban sus cascos con gran facilidad, con una cuchilla grande para dejarle su forma perfecta.
En Fuensanta existía un herrador que creo procedía de Torredonjimeno que en la Vadera, donde está ahora el Pub vivía esta familia y en los bajos de la casa realizaba el padre la actividad. Esta familia tenía un hijo, el mayor de nombre Manolo y de apodo el Herrador y dos hijas la mayor llamada Luisa, de mi edad y bastante amiga mía, que pertenecía a mi pandilla que no gozaba de una salud muy fuerte pero que era muy graciosa y alegraba nuestras reuniones y que desgraciadamente falleció muy joven. La otra hermana se casó con un chico de Torredonjimeno y dejó Fuensanta hace muchos años. Pero Manolo, que también estuvo muchos años ejerciendo la profesión de su padre, y venían clientes de Martos, Valdepeñas, los Villares y otros pueblos a Fuensanta que era donde todavía había herrería, al final, se hizo policía municipal siendo sereno durante muchos años y falleciendo al poco tiempo de jubilarse. Era una buena persona, igual que toda la familia seguro que el último herrador de toda esta zona de la Sierra Sur.
El automóvil con sus caballos de vapor hizo desaparecer esta profesión aunque no totalmente porque mientras que haya caballos, y estos preciosos animales no van a desaparecer nunca, habrá por ahí algún herrador que los calce pero las herrerías masivamente como negocio hace ya mucho tiempo que desaparecieron.
Ahora en vez de herraduras y herrerías tenemos talleres y gasolineras para estos nuevos “caballos”, cosas del progreso, que indiscutiblemente hay que aceptar y disfrutar en lo que se merecen pero estos caballos de ahora causan más muertes que los de antes, todo no iba a ser bueno.